—¿Qué te preocupa, Estrella? —preguntó Papá.
—¿Cómo sabías que algo me preocupaba? —No lo negué, tenía razón; solo no sabía cómo él podía darse cuenta.
—Mi magia tiene que ver con las emociones, ¿recuerdas? —Me sonrió con suficiencia—. Además, puedo verlo en tus ojos. Algo está carcomiendo tu corazón en este momento. Es como si algo te pesara y no fueras tú misma. ¿Qué es? Quiero ayudar si puedo. Supongo que por eso me trajiste aquí fuera.
—Quería hablar contigo de algo —bajé la cabeza, sin saber cómo sacar el tema—. Es sobre Mamá.
—¿Qué pasa con ella? —Papá dejó de caminar y me miró. Con un gesto de su mano, dos flores gigantes brotaron y crearon un par de sillas para que nos sentáramos. Parecían suaves y muy cómodas, y cuando me senté en la silla en forma de luna comprobé que lo era—. Estas son increíbles.
—Tú también podrías hacerlo si practicaras —le sonreí mientras él se sentaba a mi lado—. Pero no cambies el tema, ¿de qué querías hablar acerca de tu madre?
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