—¿Estrella? —dije su nombre, incierto de qué quería decir, pero sabiendo que necesitaba decir algo.
—Artem. —Su voz era sin aliento y suave, y el sonido envió ráfagas de excitación a través de mí.
—No quiero asustarte, ni hacerte daño. —Quería seguir adelante, necesitaba seguir adelante, pero nunca haría algo que ella no quisiera que hiciera.
El sol poniente se reflejó en el agua entonces, reflejando la luz naranja y roja en sus ojos hipnotizantes. La luz resplandecía desde su cara, haciendo el momento mucho más hermoso. Su respiración todavía era más pesada de lo normal, llena de los mismos sentimientos que estaban acelerando a través de mí.
—Estrella, te amo. Te necesito. —Le besé la punta de la nariz mientras me detenía por un momento. —¿Estás bien con esto?
—Sí. —Ella habló solo esa palabra, solo esa sílaba, y eso fue todo lo que tomó para que yo volviera a oír el coro de ángeles.
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