El corazón de Melisa latía en su pecho mientras se enfrentaba a la horda entrante de Magos de las Sombras y caballeros reales. Las muecas y miradas desafiantes dirigidas directamente a ella estaban bañadas en la luz de la luna que entraba por las puertas de cristal detrás de Melisa, haciendo que estos tipos parecieran casi más demoníacos de lo que ella lo era.
«Mierda, esto está mal», pensó, con sus ojos rojos saltando de un oponente a otro. «Vale, vale... Seamos realistas, no puedo vencerlos a todos. Así que sólo necesito aguantar hasta que llegue ayuda».
Cuando la primera oleada de atacantes avanzó, Melisa, habiendo cogido su varita antes de bajar aquí, la movió en un borrón, trazando complejos signos de conjuro en el aire.
Necesitaría poner todo su conocimiento a prueba.
—¡Luminaaegis circumdare! —gritó, su voz resonando por toda la casa.
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