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—Entonces, chicos... Tengo que irme por ahora. Pero, antes de irme quiero acabar con este juego. Entonces, ¿cuántos de ustedes han matado alguna vez a un chico o chica inocente? Levanten la mano —preguntó Anon con una sonrisa.
El 90% de los Bandidos levantaron la mano y los que se quedaron fuera eran todos niños.
—Hmm... Casi todos. Bien, señoras y señores... Por favor, levántense y saquen sus armas de los bolsillos —ordenó Anon.
Todos se pusieron de pie e hicieron lo que Anon les ordenaba, incluso si no querían hacerlo.
—M-Mi cuerpo se mueve solo...
—N-No puedo controlarme.
—V-Vamos a... Morir.
...
—Ahora, miren a la persona que tienen al lado con una sonrisa muy encantadora y coloquen sus espadas en el cuello del otro —ordenó Anon.
—P-Por favor déjenlos ir... —habló Yuko con una expresión asustada.
—Hmm...? —Anon miró a Yuko con una expresión confusa.
—Eres un héroe... ¿Cómo puedes matar a la gente de manera tan brutal? —preguntó Yuko.
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