Anon ahora se sentaba en la sala de reuniones del castillo, solo, en un sofá grande y lujoso. Una criada esperaba afuera, lista para atender a sus necesidades, mientras una taza de té y algunos bocadillos estaban dispuestos en una mesa frente a él.
Anon esperaba pacientemente la llegada de la Reina.
—¿Ya llegó? —la voz de Jessica resonaba en la mente de Anon.
—Por cuadragésima novena vez, no, ella no ha llegado. ¿Podrías dejar de preguntar? A las 40 veces, pensé que era una broma, pero ahora está traspasando los límites del humor —respondió Anon.
—No puedo evitarlo. Estoy ansiosa por vengarme de mi hermana. Quiero hacerla sufrir como ella me hizo sufrir. Quiero que experimente el mismo dolor que soporté en aquel entonces —compartió Jessica.
Crujido
—Tranquila, alguien viene —advirtió Anon.
Las puertas de la sala de reuniones se abrieron y Fiona entró con dos guardaespaldas.
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