—Si quieres luchar, entonces lucha conmigo. No incluyas a mis soldados en esto —gritó Marinda mientras miraba a Anon.
—Ohhh... Parece que no confías en tus soldados ¿eh? Creo que si las mujeres son tan fuertes, pueden protegerse por sí mismas de unos ogros insignificantes —dijo Anon mientras hacía un gesto con la mano hacia el ejército de ogros.
Los ogros inmediatamente comenzaron a correr hacia las soldados femeninas de la casa de la bruja.
—Nooooo... —Marinda intentó correr hacia ellas pero Anon la detuvo inmediatamente agarrando su mano.
—¿A dónde vas, Mujer Fuerte? —dijo Anon mientras apretaba más fuerte el brazo de Marinda.
—Suéltame... Pedazo de mierda. Esas mujeres no son juguetes con los que puedas jugar —gritó Marinda a Anon con una expresión de enojo.
—Oh, puedo y voy a jugar con ellas como me plazca. Dejadme mostraros. Soldados, usadlas como queráis —ordenó Anon.
Los ogros inmediatamente comenzaron a capturar a las soldados femeninas.
—Ahhhhhh.... Sálvenme...
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