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Debió haberlo imaginado, era algo que pasaría tarde o temprano, su trabajo era un peligro para su felicidad y ahora no podía sentir más que un profundo rencor hacia los demonios.
—Giyuu-san...— Tanjiro a su lado le miró con tristeza.
Él podía oler la furia mezclada con la tristeza que el pilar sentía. Estaba al tanto de la relación del azabache con la pilar del insecto.
—No digas nada Tanjiro-kun, tenemos que seguir adelante y derrotar a Muzan— habló con seriedad el pilar.
A pesar que por sus adentros no podía estar más que dolido por la muerte de su amada.
—Shinobu... No me detendré hasta acabar con el rey de los demonios, así todos podremos descansar del dolor— sus pensamientos no podían dejar de girar alrededor de la femenina.
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Jamás en su vida se había sentido tan feliz, no desde la muerte de su querida hermana y su mejor amigo. Ahora había vuelto a encontrar la felicidad en aquella pelinegra que ahora solo podía sonreír mientras lo regañaba y a la vez se burlaba.
—No puede ser que el pilar del agua haya sido dañado en una misión tan fácil— habló la femenina riendo suavemente mientras vertía alcohol en un trapo para desinfectar la herida del azabache.
—Te amo— interrumpió sorprendiendo a la pilar.
Ésta se sonrojó hasta más no poder.
—Giyuu-san, te he dicho que no digas esas cosas tan repentinamente... Me pones nerviosa...— acepto mientras volteaba hacía otro lado de la habitación tratando de que su compañero y novio no la viera en ese vergonzoso estado.
—Quédate conmigo Shinobu...— murmuró Giyuu al mismo tiempo que la abrazaba apegandola a su cuerpo
—Giyuu, yo siempre querré estar a tu lado. Pero eso no es decisión de nosotros, es del destino— habló la Kocho soltando un suspiró —Somos los pilares de la compañía cazademonios, de nosotros depende si la guerra contra Kibutsuji termina ahora o en otros años más... Sabemos que somos humanos, que no nos regeneramos, moriremos tarde o temprano. Y si morimos en la pelea, quiero que prometas que nos volveremos a ver en la siguiente vida, y ahí, tú y yo estaremos juntos hasta que la muerte nos separé nuevamente— agregó volteandose para ver al pelinegro a los ojos.
Ambos tenían miedo a morir, pero sabían que eso era parte de su labor. No podían hacer nada más que morir con la cabeza en alto defendiendo a la humanidad de los demonios...
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Recordar aquello solo podía afectar más sus sentimientos. Sentía una ira inimaginable, aquello comenzó a subir su temperatura; la pelea contra la luna superior tres, no era justa.
Contra los demonios, nada era justo. Pero no se rendiría, incluso si moría en aquella pelea, solo podía quedarle el creer que aquel niño que lo acompañaba derrotaría a los demonios en nombre de todos los pilares que en ese momento sacrificaban sus vidas.
Y entonces, podría irse en paz, sabiendo que los esfuerzos de él, de su amada y de muchos cazadores y pilares que murieron a manos de los aquellos repugnantes seres come hombres. No fueron en vano.
—¡Cuidado Giyuu-san!— exclamó con desespero el pelirrojo.
Había estado tan concentrado en sus pensamientos, que había bajado la guardia. Se sentía tan patético por ello, ¿qué diría su amada?
Posiblemente se estuviera riendo de él, eso lo hizo sonreír de medio lado.
Ya era tarde, no podía esquivar aquel golpe mortal ni aunque quisiera.
Fue entonces que el pelirrojo se interpuso cortando el brazo de la luna demoníaca.
Ambos volvieron a retomar sus fuerzas para derrotar a aquel demonio que anteriormente le había arrebatado la vida a uno de sus compañeros.
—Kyojuro, Shinobu... La luna superior tres fue derrotado, ahora solo quedan tres demonios más que derrotar— murmuró para sí mismo.
Miró al cazador que lo acompañaba, estaba muy mal herido debido a la feroz batalla en la que anteriormente habían estado.
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Quería haber muerto en la batalla contra Muzan Kibutsuji, pero ahora solo podía mirar la cielo sintiéndose vacío.
Otra vez se encontraba solo, la vida nuevamente le había arrebatado lo que más quería en el mundo.
—Shinobu, hermana, Sabito. Solo vivo por ustedes...— murmuró a la vez que traicioneras lágrimas escapaban de sus preciosos ojos azules cual zafiros.
—Giyuu-san...— la voz de Kanao se escuchó a sus espaldas.
El ex pilar volteó para mirar a la pelinegra, aquella que había sido la estudiante de su amada Shinobu.
—¿Pasó algo Kanao-chan?— preguntó el azabache limpiando las lágrimas traicioneras que habían salido de sus ojos sin su consentimiento.
—Tanjiro-kun desperto... Él quiere verlo— respondió la ex cazadora con una sonrisa.
Giyuu asintió mientras se levantaba del suelo, dandole un último vistazo al cielo estrellado antes de poder alejarse siguiendo a la Tsuyuri hasta la habitación del adolescente que había salvado a la humanidad.
Quizá odiaba a la muerte, le había quitado tantas cosas. Pero ahora solo podía sonreír para aquellos seres que en sus amigos se habían convertido.
Porque sabía que en otra vida, volvería a estar rodeado de aquellas personas que alguna vez el destino quito de su camino...
"La vida se torna triste la mayor parte del tiempo, pero cuando aquellos pequeños momentos felices se encuentras se vuelven los más adorados en los recuerdos de un ser humano..."
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