webnovel

PRÓLOGO

La mañana comienza con un día soleado. Algo agradable para variar el ambiente oscuro de la última semana.

Hoy es uno de los pocos días en los que el toque de queda comienza más tarde de lo habitual. Mi madre y yo decidimos aprovecharlo para dar un paseo por el parque. No salíamos juntas desde hace mucho tiempo, así que me sorprendió mucho cuando me lo propuso.

Mañana cumpliré quince años. Se supone que es un momento especial y por eso lo he estado esperando con ansias. Así debería ser, pero ahora ese sentimiento se ve empañado por la falta de una gran fiesta. Todo esto debido a un virus que brotó hace un par de semanas, provocando que entremos en un estado de cuarentena. Prohibieron las reuniones, así que ya me resigné a celebrar mi cumpleaños. La otra razón, es que no podré usar el vestido que mi padre tanto quería verme usar en la ceremonia.

Estuve tan emocionada todo este tiempo, ya que me lo había comprado antes de irse. Es un hermoso vestido de volantes color rojo carmesí. Ese es el color favorito de ambos, por lo cual es muy especial. O bueno… lo era, ya que ahora quedara como un recuerdo de lo que pudo ser uno de los días mas felices de mi vida. Recuerdo que quedara agarrando polvo en el fondo de mi armario.

A pesar de los sentimientos que me invaden, salir a pasear al aire libre puede ser la mejor forma de liberar mi mente.

—¡Mamá, mamá, mira! Hay una ardilla en ese árbol.

No veía una ardilla desde que estaba en preescolar.

—Ah, qué bien. —Mi madre alterna su mirada entre su celular y yo—. Aquí tengo una bolsa de maní, ¿quieres intentar darle un poco?

—¿¡De verdad!? Ya no soy una niña, mamá. Pero... ¡Está bien, lo intentaré!

Extiendo mi mano hacia el tronco del árbol, agitándola para llamar la atención de la ardilla.

—Ven amiguita, toma un poco.

La ardilla se acerca con cautela. Olfatea mi mano durante unos segundos, tomando unos cuantos maníes para colocárselos en sus mejillas hasta abultarlas.

Mientras sigue comiendo, da un pequeño salto hasta subir a mi mano. Esto me altera un poco.

—Mamá, c-creo que le agrado. —Me quedo paralizada de los nervios.

Ella sigue subiendo por mi brazo hasta llegar a mi hombro, donde se queda posada.

—¿¡Qué es lo que haces!? No te dije que la agarraras. ¡Suelta esa cosa inmediatamente! Los animales salvajes podrían portar enfermedades. Además, no sabes dónde ha estado metido ese animal.

—Por favor, solo mírala —digo con volteando hacia la ardilla—. Es tan tierna. Parece que no me tiene miedo.

Empiezo a acariciarla como si fuese un gato. Indiferente a mis caricias, sigue dando pequeños mordiscos a uno de los maníes.

—¡Ya te dije que la bajes! Te puede contagiar de pulgas o quién sabe qué —insiste mi madre, levantando la voz.

Mi madre, con un rápido manotazo logra apartar a la ardilla, que sigue comiendo en el césped sin darle importancia.

Esto me toma por sorpresa. Y al mismo tiempo, me enfada. A mi padre le gustaban mucho los animales, por lo que nunca hubiese hecho algo parecido.

—¿Recuerdas que prometiste que para mi cumpleaños tendría una mascota? ¡Llevas diciéndolo desde el año pasado! Viendo a esta ardilla, me acabo de acordar de algo. ¡Papá dijo que cuando cumpla quince años finalmente podría tener una mascota en casa! —Empiezo a levantar poco a poco mi tono de voz.

La escena hace que algunas personas de alrededor nos volteen a ver. Esto hace que mi madre, un poco avergonzada, intente calmarme.

—Está bien, está bien. —dice casi susurrando—. Después iremos a la tienda de mascotas y podrás elegir una. Pero que sea pequeña, de preferencia un perro o un hámster. No te compraré otra cosa. Baja la voz, ¿quieres? —Voltea hacia los lados, mirando cuantas personas nos están viendo.

—¡Gracias, mamá! Te juro que lo cuidaré bien. Lo bañaré y le daré de comer todos los días, je, je. —Suelto una sonrisa triunfante.

Por lo menos ya no me sentiré tan sola en casa.

Unos helicópteros que volaban cerca provocan una corriente de aire que sacude las hojas de los árboles. Levanto la mirada tratando de mirar por entre las densas ramas. Verlos me deprime un poco. En uno de esos se fue mi papá. Me prometió que volvería para mis quince años. Y aquí estamos todavía...

Una mezcla de ansiedad y depresión me invade cada vez que recuerdo sus palabras.

"Volveré lo más pronto posible, querida. No te preocupes. Cada vez que sienta que ya no pueda más, pensaré en ti. Solo espérame, cuando vuelva podremos hacer ese viaje a Hawái que tanto querías para tu cumpleaños. No crezcas mucho, ¿sí?"

Se supone que ya debería haber llegado para estas fechas. Me gustaría que me viera. Cuánto he crecido en estos últimos dos años…

 —Mamá… ¿Crees que papá llegue para mi cumpleaños? —digo entrelazando mis dedos.

—No puedo prometerte nada, hija. No tengo idea de cuándo volverá. Creo que ni él lo sabe. Pero no te sientas triste, estoy hablando con el tío Roland para que venga a acompañarnos en tu cumpleaños. Le diré que traiga tu pastel favorito.

Otra vez el tío Roland…

—Lo que quiero es ver a mi papá. ¡Ni siquiera me mandó una carta por mi cumpleaños!

—Entiende, Sofía. No puedo hacer que tu papá vuelva cuando tú quieras. Si quieres, podríamos intentar llamarlo. En el mejor de los casos, ya está en camino de vuelta. Tendremos que solicitar comunicarnos con su base y lamentablemente no tengo tiempo para redactar una solicitud.

Suspiro, como si estuviese confiando mis pensamientos al viento. Será como la última vez…

—Parece como si no te importase que papá vuelva…

Mi madre cambia su rostro ante mi respuesta. Antes de que me pueda dar un sermón, su teléfono comienza a vibrar. Ella lo toma rápidamente, olvidando casi al instante que estábamos hablando.

—Hola. Sí, la fiesta de la niña será en la noche. ¿Podrías llevar lo que te pedí, por favor? También trae el pastel para compartirlo juntos.

Mi madre se voltea hacia mí, mientras sigue hablando por su teléfono.

—Apresúrate, voy a ir avanzando. No te olvides de botar tu basura.

Después de decir eso, ella se da la vuelta y continúa hablando mientras ríe.

Siento tanta frustración al verla tan tranquila. Me duele la cabeza y siento un nudo en la garganta. Me siento envuelta en una profunda desolación. Me siento excluida y al mismo tiempo inútil, ya que no puedo hacer nada al respecto…

—Papá, ¿dónde estás…? —susurro.

Tras secar algunas lágrimas con el dorso de mi manga, me dirijo hacia el contenedor más cercano para desechar las envolturas que tengo acumuladas. La ardilla de antes se posa en la baranda de la banqueta que está al lado. Con un salto ágil se para en el borde del contenedor, justo delante mío. Sus pasos silenciosos se van acercando hacia mí. Sus ojos negros me miran profundamente, como si pudieran traspasar mi cuerpo.

La incomodidad se apodera de mí a medida que la pequeña criatura se acerca. Mi respiración comienza a agitarse. Pequeñas gotas de sudor caen por mi frente. Me siento como si tuviese fiebre. Me duelen las articulaciones y mi cuerpo pesa. Todo esto mientras se va acercando cada vez más y más.

 No es hasta que su diminuto hocico está casi rozando mi rostro que…

—¡Aghh! ¡Fuera de aquí, estás toda sucia! ¡Qué asco!

De manera impulsiva golpeo a la ardilla con mi termo, mandándola a volar hacia el césped. La pequeña criatura queda inmóvil por un instante. Segundos después, empieza a tener leves espasmos en sus patas.

Con mi pecho inhalando y exhalando el aire rápidamente, trato de calmarme. El impulso por alejarla fue muy fuerte, pero no creí que fuese a golpearla. Tomo toda mi basura y la tiro al contenedor para cerrarlo de un portazo. Cuando hago esto, noto que la ardilla se ha alzado sobre la baranda. Esto que me hace dar un salto hacia atrás. Un fino hilo carmesí comienza a gotear de su diminuta cabeza.

Sus mejillas permanecen abultadas por el maní que estuvo disfrutando hace unos momentos. Sus ojos siguen clavados en los míos. Por un momento me parece ver un leve matiz amarillento en medio. Un escalofrío combinado con remordimiento empieza a recorrer mi espina.

Mi corazón late a toda velocidad, provocándome un intenso dolor en el pecho. Mis manos se sienten frías y me tiemblan un poco.

 En medio de toda la incertidumbre que rodea mi vida, lamento mucho lo que le hice a ese pequeño animal. Las emociones me dominaron en ese momento y ya no sé qué hacer. Lo único que me queda es alejarme de este lugar.

Papá, por favor, vuelve pronto…

Murmuro en mi interior tratando de convencerme que con él aquí, todo será como antes.

Los alegres sonidos de pájaros se ven opacados por las turbinas de unos aviones de combate que pasan a toda velocidad. Llevándose consigo toda la paz, dejando únicamente un silencio fúnebre en el bosque.

 Debo darme prisa si quiero intentar hablar con mi papá. Ya no me importa si mi madre no quiere acompañarme. De ser necesario iré sola hasta su base. Después de todo, este sentimiento de soledad ya estuvo bastante presente en mi último año.

Corro hacia la salida del parque, dejando atrás a mi madre que sigue hablando por teléfono. Cuando paso a su lado, ni siquiera me pregunta hacia dónde me dirijo. Es obvio que le interesa más hablar con el tío Roland que lo que vaya a hacer.

Como si todo esto no fuese suficiente, me llevo una gran sorpresa cuando veo en la entrada del parque… Parado con una caja de pastel y con esa sonrisa tan estúpidamente forzada que siempre pone delante mío.

 Es Roland…

Así que por eso mi madre me pidió salir, ¿eh?

 Ahora no tengo tiempo que perder. El toque de queda comienza dentro de dos horas. Lo único que me queda es correr con todas mis fuerzas a la parada de autobuses.

Todo esto se acabará pronto… eso espero…

 ◇◆◇◆◇

Una voz chirriante se oye en medio del bosque. Entre risas y carcajadas desquiciadas que resuenan como un eco que solo sus iguales pueden escuchar. Junto a él, apoyado levemente en un árbol, otro ente mira a la pareja que profesa su amor ilícito de manera despreocupada a la escena anterior.

—¡Qué gran drama! ¿¡No es divertido!? Pero, a todo esto… ¿El padre?

El ente que sigue recostado viendo a la pareja, responde con un tono leve. Su voz parece un débil susurro.

—Murió… apenas dos meses después de enlistarse.

—¿En serio? Ja, ja, ja, el hombre no duró nada. Qué lástima. No me digas, no me digas. ¿Fuiste tú? ¿Verdad?

—No, para nada. Esta vez no fui yo…

—¿No? Pero en este tipo de situaciones tú eres el responsable. ¿Qué acaso quieres jugar a las adivinanzas?

—No, no, por favor… fue el Horror.

—¿Él? ¿Es en serio? Ja, ja, ja, pensé que sería lo último que lo mataría. Si lo hubiese sabido, también hubiera aportado mi grano de arena. Aunque, espera. Algo se me viene a la mente.

—Fue el que se suicidó… cortándose las venas…

—Sí, sí, ya me acordé. Un par de días atrapado y unas cuantas amenazas bastaron para que tirara por la borda todas las promesas que le hizo a su hija, ja, ja. Que patéticos que son. ¡Hilarante! ja, ja, ja.

—Muchos se involucraron con él… me pareció que intentaron tomarlo.

—¿A él? No, le faltaría mucho para ser útil o por lo menos divertido. Y para ti. ¿Lo viste bien?

—No… su situación fue por la presión del momento, no es realmente lo que busco…

—Bueno, nada nuevo entonces. Aunque ya sabes. Lo sientes, ¿no?

—Sí… como están ahora no cambiará mucho para ellos, pero para nosotro…

El ambiente se torna pesado, provocando que ambos dirijan su atención a cierto punto entre la oscuridad. De entre los árboles un aura oscura hace su aparición. Una estela negra se forma por donde pasa. A medida que se acerca va dejando caer un pequeño bulto chamuscado. Con un semblante tétrico, el ente se posa en una piedra de forma brusca. Un gruñido hace retumbar todo el ambiente, espantando a los animales que todavía estaban cerca.

—Oh, vaya, vaya mira quién está aquí. ¿Y tú? ¿Todavía te diviertes? ¿Cuántos hasta ahora? Ninguno, ¿verdad? Espera, espera, sí hay uno. ¡Una ardilla! Ja, ja, ja.

—Si lo provocas... acabaras como ella.

—Oh, carbonizada. ¡Cómo me gusta! —Se acerca al pequeño cuerpo humeante.

—Pronto lo veras, todos ustedes. Encontraré uno para mí. Y cuando eso ocurra, los matare a todos.

—¡Si, eso es! Lo esperaré con ansías… me encantara conocerlo.

 ◇◆◇◆◇