Mientras Shiro se integraba con la espada, Lisandra, Yin y Kamnar observaban con rostros serios. No sabían qué había pasado, pero sentían que su aura había cambiado. Se volvió más aguda y amenazante, como si todo en el mundo estuviera por debajo de ella, incluso los dioses.
Con el pasar del tiempo, ella abrió los ojos y miró hacia su mano. Examinando la espada, Shiro dirigió su mirada hacia el trío.
—Parece que pude integrarme con la espada —sonrió.
—¡Dios mío! ¡Estaba preocupada! —Yin exclamó mientras se sentaba. Sus piernas se habían vuelto gelatina después de estar expuestas a su aura amenazante durante un período de tiempo prolongado. En cuanto a Lisandra y Kamnar, no se cayeron ya que sus piernas se habían bloqueado y se vieron obligados a permanecer de pie.
—Sí, conocí al dueño anterior y tuve una pequeña charla. Parece que estaba bastante satisfecho conmigo ya que no me mató —Shiro rió entre dientes.
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