La habilidad de Qu Ze no podía durar mucho más, pero las ratas continuaron inundando la habitación en interminables ríos. Aunque su habilidad era fuerte, no era capaz de defenderse contra la afluencia incontrolable de los pequeños zombis. La tensión provocó que saliera más sangre por sus heridas.
Mientras las ratas entraban, todo el ser de Qu Ze estaba empapado de sangre. Sólo cuando su energía se agotó por completo, volvió a caer al suelo con una sonrisa forzada. Nunca se había imaginado que moriría en tal lugar y de tal manera. Pero se las había arreglado para enviar a su alteza lejos y activar el mecanismo de autodestrucción. Las criaturas infectadas no podrían escapar, y además, ya había vivido una vida lo suficiente larga.
Respiró hondo, preparándose para la inexorable muerte que se consideraba una broma entre los vampiros. Quizás estaba bastante cansado, porque su visión comenzó a oscurecerse como si un enorme portal lo hubiera tragado.
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