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La habitación estaba zumbando con actividad, y aunque era imposible precisar quién había hablado, los agudos ojos de Keira Olsen rápidamente detectaron a alguien en la multitud que no estaba diciendo una palabra.
Su mirada se oscureció al señalar a Lewis, que la había seguido.
Lewis se movió inmediatamente para rodear al sospechoso mientras Keira avanzaba por el frente. En cuestión de momentos, tenían al instigador —el reportero que había provocado el problema— acorralado y apresado.
Los ojos del hombre se llenaron de pánico cuando fue atrapado, pero rápidamente gritó:
—¡Señorita Olsen está aquí!
Ese solo grito giró la atención de todos los reporteros hacia Keira, sus ojos fijándose en ella como misiles buscadores de calor.
La multitud avanzó hacia adelante gritando preguntas.
—Señorita Olsen, ¿por qué defiende a un traidor? —preguntó un periodista.
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