Naomi Benet, una adolescente cuya apariencia ingenua se contradicen totalmente con su mentalidad excéntrica. No es exactamente el tipo de persona que voltearías a ver cuándo algo malo sucede. Eso es lo que llamó mi atención de una manera exagerada, quería saber qué ocultaba detrás esa impecable máscara de hipocresía.
•|| Dominick Grossman ||•
Abril 22
21:50
Estaciono en el primer lugar que encuentro en los últimos veinte minutos. Las calles están atestadas de autos provenientes de los invitados a esta reunión, aunque por la gran cantidad de autos, "reunión" no sería la palabra que usaría. Con el motor apagado y fuera del auto, me miró por última vez en el reflejo de la ventana polarizada: mi cabello peinado hacia atrás cayendo sobre mis hombros, una camiseta negra sin diseños y un pantalón del mismo color me acompañan este noche de aventura.
La "reunion" es unas dos calles más adelante, en un almacén donde alcancé a escuchar el ahogado sonido de la música colarse a través de las paredes. Camino por la calle solitaria con la única compañía de los sonidos nocturnos y la tenue luz de las farolas que me acompañan a cada paso por la desolada avenida. Mis pisadas hacen un pequeño ruido a cada paso que me acerca al lugar de la reunión, un deteriorado almacén que pasaría desapercibido sin problemas alcanza mi vista a la distancia, a un par de metros en la próxima calle.
El sonido ahogado de la música se hace presente mientras más me acerco, finalmente me adentro en la propiedad haciendo crujir la grava debajo de mis botas, acercándome cada vez más a la oscuridad y el sonido de una canción movida.
Entro al lugar, dentro hay una pequeña fila frente a una mesa plástica, me formé al final sin estar muy seguro de lo que va ésta fila.
—Disculpa. —Toco el hombro del sujeto de adelante quién voltea. —¿Ésta fila es para entrar?
—Sí, aunque no sé si alcanzamos a entrar, suelen poner un límite para no saturar el espacio allá abajo. —Responde.
—¿Abajo?
—Se nota que eres principiante. —Comenta con sorna y una gran sonrisa. —La reunión es en el sótano número dos, a veces las cosas se ponen un poco locas así que no vayas a asustarte.
—Entiendo. —Respondo avanzando junto a la fila, un par de personas están por delante de mí, en su mayoría adolescentes.
Si detallo con atención el lugar, se ve abandonado, vigas de madera y metal en el suelo polvoriento, harapos y vidrios rotos por todo el lugar y un leve olor a suciedad. ¿Realmente es una de las fiestas más populares?, Víctor se volvía loco porque viniera, pero siendo sincero éste lugar parece una pocilga.
Mi turno llega, finalmente.
—Edad. —Exige el imponente hombre de barba negra y cabeza rapada. Un hombre que, sin duda, llamaría la atención con su apariencia rústica y complexión robusta. Sus bíceps deben de ser más anchos que mis muslos, por compararlo conmigo.
—Treinta y tres. —Respondo viendo cómo escribe en un papel el dato que acabo de darle, él rompería ese lápiz sin problemas con tan sólo apretar un poco.
Junto a él se encuentra un chico, joven, por lo que veo, su cabello rojo cubre la mitad de su cara, usa maquillaje negro y ropa holgada cómo si fuese un emo de los que desaparecieron en 2011 o algo así, da la sensación de ser bastante afeminado.
—¿Cuáles quieres? —Pregunta aquel chico afeminado señalando la mesa, sobre ella hay distintos recipientes, cada uno con lo que parece una amplia variedad de preservativos. —Es obligatorio llevarlos si vas a enterar, cariño. —Responde chupando un dulce que sostiene con un flojo agarre.
Tomo cuatro al azar sin darle muchas vueltas al asunto, observo al tipo robusto quién parece estar escribiendo sobre un brazalete rojo.
—La entrada serían 450 en moneda local, 15 dólares en moneda extranjera. —Responde entregándome en brazalete el cual me coloco sin siquiera pensarlo. Es algo caro sólo para entrar a un prostíbulo, sin más que hacer, pago.
—Baja las escaleras hasta el sótano número dos y muéstrale eso —Señala la muñeca en la que he colocados el accesorio. —al guardia de la puerta.
—Okay…
Sigo las instrucciones bajando por la escalera. Lo parece ser el sótano número uno no es mejor que lo que hay arriba, todo sigue abandonado y cubierto por gruesas capaz de polvo. La música se hace más fuerte mientras más bajo, veo luces LED de color azul y morado y, cómo ya me habían indicado, al guardia de seguridad. El típico estereotipo de guardia de seguridad, un hombre corpulento con un camiseta ajustada de color negro, típico.
Él miró el accesorio con detenimiento hasta finalmente decir algo interminables segundos después.
—Edad. —Exige.
—Treinta y tres. —Algo diferente a otros clubes privados a los que he ido, es que no piden tu nombre, se rigen por tu edad. No creo que sea algo realmente práctico, han de haber decenas de personas aquí con la misma edad. Sobre todo, hay otra cosa característica única del lugar, los brazaletes tienen letras y números escritos al azar, el mío tiene: cn33drn.
Finalmente el sujeto abrió la puerta malgastada dejándome pasar.
Al fin, el sótano número dos, el tan nombrado lugar donde lo ilegal no existe, dónde nadie aparenta conocerse.
El olor a sexo es abrumador, no sé por dónde comenzar a describirlo, las jóvenes en lencería blanca bailando en el pequeño escenario, moviendo sus caderas al compás de la música; Las personas bailando animadamente; Algunos otros inhalando lineas de lo que parece ser cocaína en una aparente zona V.I.P.
—¡¿Dónde estabas?! —Chilla Vic por el alto volumen de la musica, pasó su brazo por mis hombros pegándome a él. Ni siquiera ví de dónde salió.
—¡Buscaba dónde estacionar! —Respondo siguiéndolo hasta la barra cerca de la zona V.I.P. —¿A qué hora llegaste? —Pregunto luego de alejarnos un poco de la música; Sin embargo, continúa siendo fuerte.
—Cerca de las ocho. —Responde. —Hey, amigo, dame dos vasos de whisky, por favor. —El bartender asintió, para comenzar a servir hielos en vasos de vidrio.
—¿Tan temprano?
—Sí, los chicos lindos deben ir a la secundaria mañana, no se quedaran hasta tan tarde.
—No creo que puedas seguirle el paso a uno de secundaria, ya estás viejo para eso. —Comento mirando como adolescentes tienen bailes candentes con ropa al igual que adultos y la combinación de ambos. —No sabía que existía un lugar así.
—¿Así cómo? —Cuestiona.
—Dos vasos de whisky. —Irrumpe el bartender dejándolos en la barra en medio de nosotros.
—Gracias, guapo. —Responde Vic dándome uno.
—Ni siquiera sé cómo describirlo, ¿Cómo te enteraste de ésto? —Bebí un trago y dejé el vaso en la mesa para encender un cigarro, hace días que no he podido fumar.
—Me dijo... —Parece buscar a alguien entre la multitud, el lugar no está vacío ni lleno, supongo que dejan entrar a una determinada cantidad de personas para no saturar el espacio, tal como dijo aquel tipo de la fila. —Ella. —Responde señalando a una de las chicas que bailan en lencería, no han de pasar de unos dieciséis.
Puedo ver cómo hombres mayores que yo meten en sus tangas billetes mientras aprovechan para tocarlas en cada centímetro de piel descubierta.
—¿Ya decidiste con quién vas a follar? —Pregunta Víctor, dando el último trago a su bebida, está ebrio, el nunca bebe tan rápido.
—Me gusta aquella —Respondo mirando a una morena que me observa desde un grupo, me sonríe coqueta así que le devuelvo la sonrisa.
—¿Tan vieja?, ¿No quieres una colegiala? —Interroga mirando a otro grupo de chicas que bailan de manera provocativa frente a nosotros.
—No, las niñas no dan la talla.
—Hey, ¿listo para otra ronda, cariño? —Un hombre irrumpió en nuestra conversación, era delgado y con rasgos afeminados en su rostro, se dirigía a Víctor quien dejó el asiento rápidamente.
—Siempre, baby.
Y ahí es donde veo como le meten la lengua hasta la garganta a mi mejor amigo. Tomé lo que quedaba de mi trago para olvidar esa imagen mental mientras ellos se iban a quién sabe dónde perdiéndose entre la multitud.
—Hey —La morena de hace un momento se sentó en mis piernas, su vestido negro deja poco a la imaginación, te tienta a través de la vista. —. ¿Por qué tan solo?
—¿Quieres acompañarme? —Pregunto llevando mi mano a sus muslos desnudos, la presión que ejerce sobre mi entrepierna es placentera, me gustaría que hiciera círculos con su cadera sobre ella.
Dios, que buen culo.
—Claro —Acerca sus labios a mi oreja para morderme el lóbulo suavemente y tirar de el, me tensé un poco por la acción repentina. —¿Y si vamos a un lugar un poco más privado?
Es directa, me gusta.
Mordí mi labio mientras sonreía pícaramente, asentí sin pensarlo dos veces. No tardamos en caminar cerca del escenario, al fondo hay una puerta roja con un papel pegado: "Rojo" señala el papel, ¿por qué llamar a una habitación rojo?
Al abrirla le hizo honor a su nombre. Luces rojas bajas que dejan ver perfectamente las siluetas dentro; el sonido sordo de la música de afuera hace que se escuchen a la perfección los gritos de placer de los amantes de una noche. Éste lugar elimina los tabúes de la sociedad, masturbación, juguetes, orgías... sodomía, masoquismo, todo los pecados de la sociedad encerrados en esta habitación.
Cerré la puerta detrás de mí, el olor a sexo es abrumador a comparación de afuera; ella seguía caminando hasta el fondo, dónde queda uno de los muchos sofás libre. Veo cómo aquí la vergüenza y el pudor pasan a un segundo plano, todos vinimos por lo mismo: Sexo sin compromiso.
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—Nada mal, definitivamente no me esperaba eso —Responde aquella extraña vistiéndose rápidamente. —. Quizá nos veamos en la próxima reunión para continuar con "el plato fuerte". —Comenta acomodando su vestido y haciendo referencia a un par de cosas que dijimos durante el sexo.
—Quizá. —Repito viendo esas caderas contorneadas salir de aquí. Me subí los pantalones y miro en todas direcciones en busca de un bote de basura para deshacerme de los condones que utilizamos, uno se encuentra junto a la puerta, debajo de un letrero con luces que a penas noto ahora.
Caminé hasta allí para deshacerme ellos. Leí el letrero antes de irme, el título me pareció llamativo: «¡Reglas De Rojo! »
1. Sin nombres, ¡Ya no sería sexo anónimo de lo contrario!
2. Usen protección, ¡No quieren enfermedades ni bebés! ¡Hay infinidad de preservativos en la entrada! ¡Gratis!
3. Sin prejuicios o tabúes, ¡En la guerra y el sexo todo se vale!
¡Recuerden, aquí lo ilegal no existe!
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Luego de salir de mi primera fiesta clandestina, comencé a preguntarme si llevar a Naomi allí sería buena idea. Necesitaba sacarla del ambiente controlado que la rodeaba y llevarla a un lugar errático, dónde reina el descontrol, para ver caer su máscara de ingenuidad por una noche.
Quería ver cómo era el
la realmente, quería saber que había bajo la máscara que había forjado, Naomi me daba demasiada curiosidad.
Tanta que no era sano.