Feng Tianyi lanzaba miradas asesinas a Gu Yuyao pero esta se negaba a bajar la vista y le devolvía la mirada con la misma intensidad.
—No pongas a prueba mi paciencia, Gu Yuyao. No me importa si He Lianchen está aquí. ¡Te voy a dar una buena paliza! —el diablo intentó intimidarla, aunque era inútil.
Gu Yuyao resopló y puso los ojos en blanco.
—Eso demuestra tu falta de madurez, Qin Jiran. ¿El bebé necesita una mantita o qué? —replicó ella.
Tang Moyu solo pudo suspirar. Estaba bastante segura de que Qin Jiran y Gu Yuyao eran algunos años mayores que ella, pero ¿por qué estos dos seguían actuando como niños cada vez que se encontraban?
—¿No pueden comportarse civilizadamente el uno con el otro? —les preguntó.
Gu Yuyao miró al diablo al lado de la emperatriz y negó con la cabeza.
—No entiendes, Moyu. Ver a Qin Jiran para mí es como ver a alguien que necesita un abrazo alrededor de su cuello con una cuerda apretada. ¿Entiendes lo que digo?
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