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Prólogo

El sonido de mi móvil me despierta anunciando la entrada de una llamada, abro mis ojos paulatinamente y me tomo unos minutos para orientarme donde me encuentro, la habitación es un caos, hay ropa regada por todas partes y botellas de ron, el tono de llamada de mi móvil interrumpe mi inspección del lugar recordándome que hay algún miserable ser de este planeta urgido por localizarme, intento levantarme en busca del teléfono del demonio, pero siento que algo me lo impide, levanto la sábana que me cubre y veo un brazo que me rodea por la cintura y es ahí cuando me doy cuenta que no estoy sola en la cama, hay un hombre a mí lado, sin delicadeza le aparto el brazo que me tiene prisionera y me separo del desconocido tan rápido como si tuviera lepra.

Muy desconocido no debe ser cuando amaneciste en su cama desnuda.

—Perfecto, lo que me faltaba, hoy mi subconsciente amaneció chistoso —murmuro intentando buscar mi ropa.

—Hola bebé. ¿Ya te vas? ¿Por qué no vuelves otro rato a la cama y nos seguimos divirtiendo — habla con voz ronca el chico en la cama?

— A ver —Suspiré girando hacia él mientras me vestía —en primer lugar, no me llames bebé que me dan ganas de vomitar —terminé de ponerme las bragas y el sujetador y busqué con la mirada el vestido — En segundo lugar, no me interesa repetir, así que puedes ir olvidándome y seguir con tu vida. —Terminé de vestirme y fruncí un poco el ceño al no ver mi teléfono—Y en tercer lugar donde Carajos esta mi móvil.

El chico se paraba de la cama para decir algo, pero es interrumpido por la puerta de la habitación mientras se abría permitiendo que entrara una morena con muy mala leche que me miraba como si quisiera estrangularme.

—No puedo creerlo Tobías una semana para la boda y ya te estás acostando con todas las perras de la cuidad. —Lo señala con lágrimas en los ojos, el supuesto Tobías se separa de la cama e intenta acercarse a ella.

—Perdóname Bebe, sabes que te amo solo fue un pequeño desliz, te juro que no vuelve a pasar. —chasqueo la legua y niego con la cabeza al escuchar como la llama.

—Perdonen que interrumpa su dramático momento —me acerco al chico —¿Has visto mi móvil?

La chica dirige su mirada hacia mí como si tuviera una segunda cabeza y comienza a gritar.

—En serio crees que a mí me importa tu maldito móvil, te has acostado con mi novio 1 semana antes de la boda, as destruido nuestra relación y eres tan cínica de preguntar por tu móvil.

Suspiro cansada antes tanto drama de verdad odio todo esto.

— A ver querida creo que te estas equivocando de culpable, yo —me señalo con el dedo — No he destruido ninguna relación, fue él —señaló al chico con el dedo —quien la destruyo, él te traicionó, no yo, a él le tienes que gritar no a mí y en todo caso la culpa de todo esto la tienes tú, por confiar en un hombre y creer en el amor, el amor no existe, es todo un cuento que se inventan los hombres para controlarnos y tenernos a su antojo, deja de soñar con el príncipe azul y la boda de blanco porque no tendrá final feliz.

—No sé cómo puedes tener la conciencia tan tranquila —dice mientras espesas corren por sus mejillas— espero que te enamores como una estúpida, que alguien caliente ese corazón de hielo y luego te destruya para que pagues el daño que causas.

—Lo siento querida — le respondo cuando por fin cuando encuentro mi teléfono y me dirijo a la salida—pero yo no me enamoro mi corazón no se hizo para eso, yo soy Jennifer Rodríguez y no existe el hombre capaz de destruirme.