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Capítulo X La Abominación de Inerel

El sol comenzaba a ocultarse al oeste, pronto terminaría la lección de aquel día, Nakkiel esperaba que el chico se rindiera después de un par de días de entrenamiento, aunque el gonan se contenía al pelear con el joven humano le exigía hasta llevarlo al límite, cada entrenamiento Dassiel terminaba herido, con rasmillones, la nariz rota, alguna herida en la frente, y vomitando en algún rincón del castillo, a pesar de ello el joven humano se presentaba cada tarde en el patio de entrenamiento, las primeras dos semanas era una molestia para Nakkiel ver al chico esperándolo en la arena, tenía la esperanza de que un día al bajar al patio el no estaría pero ya había pasado más de un mes de la primera vez que le prometió entrenarlo, ahora Nakkiel intentaba disimular su sonrisa al ver al humano esperándolo con la puesta del sol.

La primera estrella apareció en el cielo y Dassiel se abalanzo sobre su maestro, el gonan se hizo a un costado interponiendo su cola en el camino del chico quien cayó de bruces al suelo.

—Terminamos por hoy. — decía el gonan mirando al cielo. —Los ancestros están llegando. —

Dassiel se puso de pie y se sacudió, levanto la vista al cielo mirando como aparecían las estrellas en el firmamento.

—Ve a descansar, yo tengo algunos asuntos que tratar. —

—¿Crees que mis abuelos estén ahí? — pregunto el joven sin dejar de mirar el cielo junto a su maestro.

Nakkiel sintió un nudo en el estómago al escuchar esa pregunta. — Tal vez. Si fueron dignos, se unirán al origen con todos sus ancestros. —

El chico solo se limitó a suspirar y entro al castillo, el gonan vio hacia el cielo y luego de unos momentos reflexionando sus palabras se adentró al castillo.

El jarl se dirigió hacia su estudio para poder descansar, estaba seguro de que Dassiel iría a husmear a la herrería así que Marlak se ocuparía de el si se metía en problemas, pero no pasó mucho tiempo hasta que tocaron a su puerta.

—Hermano. — Entro Alara a la habitación, llamar a la puerta era solo una cordialidad, y no esperaría a que su hermano le indicara que podía entrar.

—Cuando una puerta está cerrada, significa que...— decía Nakkiel sentado en su escritorio.

—Guárdate eso para tus brutos. — lo interrumpió bruscamente, dejando una carta sellada con el emblema de Elbran.

—Te molestas si te pido que respetes mi privacidad, pero traes mis mensajes como una criada cualquiera. — se burló Nakkiel mientras examinaba la carta.

—No me provoques, hemos recibido un mensaje de Hillbran, el Konung quiere reunirse para hablar sobre medidas diplomáticas. —

Los ojos de Nakkiel reflejaban sospecha y reproche, no confiaba en Galdrin ni en sus intenciones, y a pesar de que sería un alivio evitar una guerra no esperaba que la razón del mensaje fuera ceder a sus sugerencias de paz.

—Quisiera pensar que logre convencer al Konung de evitar una guerra, pero tú y yo sabemos que Galdrin no me tiene en alta estima. —

—Es por eso que seré yo quien vaya a tratar con él. — le contesto Alara.

—¿Y debo creer que es solo por eso? —

—Tus intrigas ya empiezan a ser una molestia, además lo que yo haga con mi vida personal no te incumbe. —

—Por supuesto que no. — sonrió Nakkiel. —Créeme que lo último que necesito en mi mente es la imagen de Galdrin y tú en una cama mientras están...—

—Ya cállate. — lo interrumpió Alara. — Mejor atiende el mensaje que envió la Jarl Velany. —

Nakkiel rompió el sello del sobre y extendió la carta para leerla.

—¿Y bien?, ¿es algo importante?, ¿Mas invitaciones de Velany para que la visites en su castillo? —

—Ahora entiendo porque viniste a entregarla, rata chismosa. — Nakkiel doblo la carta y la dejo a un lado. —Al parecer hay problemas en la frontera. —

—¿Los humanos nos atacan? —

—No, según esto algunas criaturas han estado merodeando los alrededores. —

—Las fuerzas de Elbran deberían poder ocuparse de huargos y goblins salvajes. —

—Por como describe la situación, son wendigos provenientes del sur, de un pueblo cercano al otro lado del rio de cristal. —

—No me parece un asunto que merezca nuestra atención. —

—De todas formas, si la Jarl Velany solicito nuestra ayuda iré a ver la situación, no me llevara más de dos días. —

—Entonces esperare a que regreses para viajar a Hillbran. —

—No, partirás mañana. — le ordeno Nakkiel. — Intriga por qué Galdrin cambio de parecer, quiero que zanjemos ese asunto cuanto antes.—

—Como quieras. — contesto Alara molesta y se dirigió a la puerta. — Buenas noches hermano. —

—Que descanses. — contesto Nakkiel con más cordialidad que cariño.

El sol aun no salía por las espinas del dragón cuando Nakkiel fue a buscar a Dassiel a su habitación para llevarlo con él a Elbran, aunque el chico quería quedarse a dormir la sola mención de que Jarrak quedaría a cargo de Fangbran fue suficiente para hacer que el joven humano se levantara.

Dukath y Marlak esperaban en las afueras de la fortaleza, en su espalda, el joven gonan cargaba una enorme ballesta que media casi lo mismo que él elaborada con huesos de dragón, tanto él como Marlak habían estado trabajando en la herrería para crear aquella arma y querían probar su eficacia contra los wendigos, en cuanto los cuatro se reunieron, emprendieron el vuelo hacia el oeste. Volaron toda la mañana hacia Elbran cruzando el lago de las nubes y el bosque de las estrellas, hasta llegar a las afueras de una ciudad amurallada que custodiaba el paso de los gemelos, un par de puentes de piedra que cruzaban el rio de cristal, la entrada principal a las tierras de Darag. Nakkiel señalo la plataforma de aterrizaje ubicada al centro de la ciudad, justo frente a la entrada de la fortaleza, aunque tenía la intención de volver a Fangbran lo más rápido posible sentía el deber de presentarse ante la Jarl Velany para que le diera detalles sobre su misión.

—Este lugar solía ser más concurrido. — dijo Dukath al aterrizar.

—Estamos al borde de una guerra, ¿qué esperabas? Las puertas de la ciudad están cerradas. —Le contesto Nakkiel.

—¿Qué tiene que ver eso? — pregunto Dassiel bajándose de la espalda de Marlak.

—Elbran es la entrada principal a Darag, todos los comerciantes que vienen del extranjero pasan por aquí. — le contesto el más grande de los gonan.

—Luego de lo sucedido en Atkel, todos los reinos se han encerrado detrás de sus murallas. — dijo Nakkiel. —Vamos, no hagamos esperar a la jarl. —

El joven humano miraba alrededor contemplando la ciudad, Elbran era la segunda ciudad más rica de Darag, los impuestos a los comerciantes se usaban en refinar en las estructuras de piedra y los adoquines de la ciudad que habían sido labrados con mucho cuidado, la ciudad estaba cubierta por árboles y jardines, los guardias de la ciudad estaban equipados con cotas de malla, escudos y armas de la más fina artesanía adornados con patrones de escamas y llamas. La ciudad se veía muy vacía, lo que anteriormente había sido un lugar muy concurrido por diferentes visitantes llevando sus mercancías ahora solo parecía un pueblo abandonado con un puñado de pobladores recorriendo las calles los cuales eran todos de raza gonan.

Al llegar a la entrada de la fortaleza los guardias mostraron sus respetos hacia el jarl Nakkiel con una reverencia, pero miraron extrañados al joven humano.

—Es la mascota del jarl. — se apresuró a decir Dukath. —Baila muy bien al ritmo de la flauta. —

—Yo no...— protesto Dassiel, pero el gonan le dio un puntapié antes de que terminara su frase. —

—La Jarl Velany los espera en el comedor, está ansiosa por su llegada. — dijo uno de los guardias e hizo una señal para que los visitantes pasaran.

—Eso me dolió. — protesto el chico en cuanto se alejaron de los guardias. —

—Perdón. — dijo Dukath. —pero no está bien visto que un humano vaya por ahí con nosotros sin correa o su marca de esclavitud. —

—¿Marca de esclavitud? — pregunto el chico.

—Si, te marcan con un fierro caliente en la mano o en la frente para que sepan que eres un esclavo. — le explicaba Dukath.

—Estas asustando al niño, tarado. — dijo Marlak golpeando a Dukath con el reverso de la mano en la nuca.

—Fuera de Fangbran debes actuar como si fueras un esclavo, o podrías meternos en problemas, sobre todo en estos tiempos en que los extranjeros no son bien vistos. — agrego Nakkiel.

El Jarl y sus acompañantes estaban cerca de la sala principal cuando las puertas se abrieron de par en par, se presentó ante ellos una gonan acompañada de sus guardias, la jarl Velany, tenía una piel de color morado, ojos celestes y una larga cabellera roja que caía desde su nuca hasta su hombro derecho entre un par de cuernos blancos, llevaba una armadura de cuero marrón con hombreras y un faldón de piel en la cintura, se acercó a sus huéspedes y se inclinó para darles la bienvenida.

—Es un honor recibir la visita del Jarl Nakkiel y sus famosos cicatriz negra. —

—Siempre es agradable visitar Elbran, Jarl Velany. — dijo Nakkiel haciendo una reverencia que imitaron sus acompañantes.

—Pasen y pónganse cómodos, coman y beban lo que quieran, sus habitaciones están listas para alojarlos. — los invito a seguirla la Jarl Velany.

—No quisiera faltarle el respeto mi Jarl. — contesto cordialmente Nakkiel. —Pero no nos quedaremos en el castillo, tenía la intención de tratar su problema con las bestias lo más rápido posible. —

—Esperaba que se quedaran al menos unos días. — dijo la gonan con un gesto de decepción en su rostro. —Si cambian de opinión, me asegurare de que sus necesidades sean atendidas. —

—Intentare convencer a nuestro Jarl de aceptar su hospitalidad si terminamos nuestra cacería en corto tiempo. — dijo Marlak con una sonrisa, lo que Nakkiel respondió clavandole una silenciosa mirada de reproche. —

La Jarl Velany indico a sus huéspedes que se sentaran en la mesa principal del salón, la cual estaba repleta de platos con comida y bebida, tanto Marlak como Dukath no mostraron timidez al momento de servirse todo lo que lograron alcanzar mientras pasaban comida bajo la mesa para Dassiel mientras su jarl esperaba pensativo apoyando su mentón con sus manos entrelazadas.

La jarl Velany regreso minutos después con un mapa y documentos registrando los ataques en los alrededores para colocarlos en la mesa frente a sus invitados.

—Según tu carta, has tenido ataques de los wendigos. — dijo Nakkiel examinando los documentos mientras Marlak extendía el mapa en la mesa.

—No quiero ser descortés Jarl Velany— levanto la vista del mapa Marlak. —Pero un grupo de wendigos no deberían ser problema para sus guerreros. —

—Los wendigos no fueron el problema.— respondió Velany.—Su comportamiento era extraño, no soy experta en bestias y criaturas mágicas, por eso los llame a ustedes, pero mi intuición me dice que escapaban de algo.— dijo Velany señalando en el mapa una aldea que se ubicaba al otro lado de los puentes de Elbran.— en este islote creado por los cauces de los tres ríos esta la aldea de Inerel, las mercancías de Atkel pasaban por ahí antes de llegar a Elbran, pero desde hace unas semanas no hemos recibido ninguna noticia de ahí.—

—¿Solo unas semanas?, lo de Atkel ya fue hace meses, no creo que esté relacionado. — decía Dukath con la boca llena de carne.

—Lo que más me preocupa, son los informes de mis guardias, dicen haber avistado humanos rondando en la oscuridad de la noche acechando las murallas de la ciudad desde el bosque. — Velany acerco a Nakkiel los reportes de sus guardias.

—Tengo una idea de a que nos enfrentamos, si es el caso ha hecho bien en cerrar las puertas de la ciudad, pero debemos tratar esto antes de que se ponga peor. —

—¿De qué se trata? — pregunto Velany.

—Una reclusa parasita, pero nunca había escuchado de una que pudiera llegar a dominar todo un pueblo, si es el caso será mejor irnos pronto. — Nakkiel se levantó de su puesto y dio una palmada en la espalda a Dukath y a Marlak para que partieran con él.

—Deberían pasar la noche aquí, podría ser peligroso. — intento detenerlo Velany.

—No se preocupe por nosotros Jarl, estaremos bien. — le respondió Nakkiel.

—Cuidaremos de él Jarl Velany. — dijo Dukath a la vez que le indicaba a Dassiel que se apresurara.

El sol aun iluminaba el cielo cuando los gonan cruzaron los puentes gemelos y se adentraron en el bosque a pie, debían ser lo más sigilosos posible, así que Marlak llevaba a Dassiel sobre sus hombros.

—¿Por qué vamos a pie? — pregunto el muchacho.

—Las reclusas parasitas son criaturas peligrosas, pueden hipnotizar a sus presas, si ella nos encuentra antes que nosotros a ella habrá sido un viaje muy corto. — le susurro Marlak al joven humano.

Al atardecer los gonan se habían adentrado muy profundo en el bosque, estaban cerca del pueblo que la Jarl Velany había mencionado, pero no encontraron rastros de humanos ni otras criaturas salvajes más allá de los animales que esperarían encontrar como ciervos aves y pequeños mamíferos hasta que un fuerte zumbido los alerto.

Dukath desenvaino la enorme ballesta de su espalda para cargarle un virote, Nakkiel le hizo una seña a todos para que guardaran silencio.

—¿Qué es eso? — susurro Dassiel.

El joven gonan cerró los ojos, se puso de pie rápidamente y disparo en dirección al zumbido, la saeta golpeo a su objetivo con fuerza y lo ensarto un árbol con la criatura aun pataleando y retorciéndose, era una especie de insecto del tamaño del antebrazo de Nakkiel con dos pares de alas, unas enormes mandíbulas, varios pares de patas que se retorcían desesperadamente y al final del abdomen una lanceta retráctil que entraba y salía de su cuerpo.

—¿Esa es la araña? — pregunto Dassiel mientras todos se acercaban a la criatura.

—No. — dijo Nakkiel. — Es solo un hada. —

—¿Eso es un hada? — pregunto confuso el chico. —Pero si esa cosa es horrible. —

—Y si esa cosa te pica duele como si te apuñalaran con un puñal al rojo vivo. — comento Dukath, luego saco un cuchillo y apuñalo varias veces a la criatura para asegurar su muerte.

El joven humano miraba la criatura con desagrado, hasta que sintió la mano de Nakkiel sobre su hombro, los tres gonan intercambiaron miradas y se pusieron en guardia, un inquietante chillido se escuchó cerca, como la de una persona sufriendo un inmenso dolor, luego otro similar volvió a escucharse siendo contestado inmediatamente por otro, cada vez más cerca hasta que las criaturas estuvieron encima de ellos.

—Wendigos humanos. — grito Nakkiel y se puso frente a Dassiel.

Varias criaturas de tamaño medio emergieron entre los árboles, tenían forma y rostros humanos deformados, pero la característica que dejo paralizado a Dassiel, fue una enorme abertura desde el pecho hasta la entrepierna de las criaturas llenas de colmillos que emanaba un hedor nauseabundo.

La mayoría de las criaturas corrieron ignorando a los gonan, hasta que notaron la presencia de Dassiel, y se movieron para rodear a los gonan intentando alcanzar al joven humano.

Uno de los wendigos se abalanzo contra el chico siendo interceptado por el mandoble de Nakkiel aplastando su cuello en el piso decapitándolo al instante, Marlak choco sus puños activando unas runas de fuego para envolver sus manos en llamas, volviendo cenizas a cada wendigo que lograba alcanzar con sus puños, a la vez que los virotes que Dukath lanzaba con su ballesta desmembraban a las criaturas al impactarlas. Los wendigos los superaban en número notablemente, logrando distraer a los gonan lo suficiente para que uno se acercara a Dassiel para intentar devorarlo, pero al encontrarse frente al chico, la criatura chillo y retrocedió, los demás wendigos se detuvieron y voltearon hacia el interior del bosque, la luz del día se había esfumado y entre chillidos corrieron en dirección contraria.

—¿Los asustamos? — pregunto Dukath.

—No...— contesto Nakkiel mirando hacia el interior del bosque.

El suelo tembló bajo sus pies, los pájaros levantaron el vuelo sobre las copas de los árboles y todas las pequeñas criaturas escapaban del interior del bosque, entre la oscuridad se divisaron cientos de ojos amarillentos que se acercaban amenazantes a los gonan.

—¿Qué es eso? — Marlak se puso en guardia viendo como aquellos seres se acercaban.

—Es la gente del pueblo. — contesto Nakkiel. —

Las criaturas se acercaron lo suficiente para poder verlas, eran simples humanos, tanto hombres como mujeres y niños, todos con los ojos amarillos que miraban a la nada, llenos de pústulas sangrantes, se movían coordinadamente como una sola entidad, en manada corrieron hacia los gonan, Dukath lanzo un virote decapitando a uno de los aldeanos, y antes de caer al piso de su pecho salió un pequeño bulto del porte de un puño con largas patas que se arrastró de vuelta al interior de bosque, Nakkiel y sus hombres mataron a tantos aldeanos como pudieron, pero por su número la pelea era en vano, un grupo de aldeanos tomo a Dassiel y se lo llevo al interior del bosque.

—¡No! — grito Nakkiel cortando a un aldeano verticalmente y matando a la araña en su interior. — Dukath, Marlak, sepárense y busquen a Dassiel, nos reuniremos en Elbran al amanecer. —

Los tres gonan alzaron el vuelo y desaparecieron sobre las copas de los árboles, mientras el muchacho gritaba por auxilio y era arrastrado al interior del bosque.

El joven humano abrió los ojos, no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, sentía un penetrante olor a carne descompuesta, la profunda oscuridad era indicio de que ya había anochecido, en cuanto sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, intento ponerse de pie, pero sus manos estaban atrapadas, pegadas con alguna especie de tela, intento forcejear en vano, miro arriba y noto que estaba en alguna especie de edificio con el techo demasiado alto para ser una cabaña y la poca luz lunar que se filtraba mostraba que el lugar estaba cubierto por telarañas huesos y cadáveres.

—Este está vivo. — escucho oír una dulce voz.

Dos niños pequeños se acercaron a Dassiel lentamente, una niña de cabellos dorados enredados con un vestido verde rasgado, y un joven de cabellos castaños un poco más alto que la niña, no parecían tener más de seis u ocho años.

—¿Que sucede? — pregunto Dassiel desesperado. — ¿Quiénes son ustedes?, desátenme ayúdenme a salir. —

—Debemos avisar a nuestra madre. — dijo el niño.

—El viene de la ciudad amurallada, sus recuerdos serán útiles para conseguir más huéspedes. —

Los ojos amarillos de los niños se iluminaron y miraron los de Dassiel fijamente por unos instantes.

—Nuestro poder no es suficiente para someterlo. — dijo la niña.

—Ella deberá encargarse de este. — continuo el chico, y ambos se hicieron a un lado.

Desde el techo se escuchó un fuerte siseo, un rostro blanco apareció entre las sombras, y bajo lentamente hasta donde estaba el joven humano, la luz de la luna mostro la silueta de una mujer que llevaba un vestido negro como su cabello, el chico habría quedado hipnotizado por la belleza de su rostro de no ser por las horripilantes patas arácnidas que salían de su espalda.

—Mis hijos me han traído otro huésped. — dijo la mujer acariciando el cabello de Dassiel. —Si lo que dicen es cierto, podremos invadir la ciudad de los puentes y utilizar a esos gonan como portadores. —

Dassiel estaba aterrado, continuaba forcejeando para zafarse de las telarañas, la mujer lo miraba fijamente con sus ojos amarillos y lo tomaba del mentón para que lo mirara fijamente, sus ojos se iluminaron y durante unos instantes miro fijamente l humano, pero su gentil rostro cambio a un semblante de ira, alejándose de Dassiel tan rápido como pudo, lo que el chico respondió gruñendo como lo solían hacer los gonan.

—Mátenlo, desháganse de él y envíen sus partes lo más lejos posible. — grito la mujer de cabellos negros.

Los niños se acercaron amenazantes mientras a través de las murallas se escuchaba como decenas de patas trepaban por las murallas, el silbar de una saeta atravesó la madera del edificio hasta atravesar el pecho de la niña, ensartándola contra la muralla revelando en su espalda unas pequeñas patas arácnidas que se retorcían con desesperación.

Un segundo virote atravesó el techo, matando al otro niño con su poder aplastante, la madre de las arañas estiro sus patas y furiosa atravesó el muro de madera, la luz de la luna revelo a Dassiel que estaba en medio de un pueblo humano, en el centro había una fuente de agua desde donde Dukath lanzaba los virotes de su colosal ballesta a los aldeanos parasitados, la madre araña corrió furiosa hacia el gonan para embestirlo pero este alzo el vuelo hacia el techo del edificio donde estaba Dassiel, dejando que la madre araña se azotara con la fuente, el joven gonan aprovecho la distracción para acercarse al chico y liberarlo.

—¿Estas bien? — pregunto el Gonan mientras cortaba la telaraña con su cuchillo.

—Si... sí, creo que sí. —respondió Dassiel aun asustado.

—Corre y ve a un lugar seguro. — le ordeno Dukath.

—Yo también puedo pelear. — protesto Dassiel ya libre de las telarañas.

—No discutas y escóndete. — Insistió el gonan dándole un golpe en la cabeza.

El edificio fue rodeado por los parasitados quienes taparon el agujero por el que entro Dukath con sus cuerpos, el joven gonan aparto al humano a un lado, extendió sus manos y sus brazaletes se iluminaron con la runa del fuego expulsando de sus manos una fuerte ráfaga que quito de su camino a todos los parasitados que había frente a él que corrían erráticos envueltos por las llamas. La madre Araña atravesó el muro de fuego y golpeo a Dukath con sus patas, arrojándolo al exterior, la criatura salto hacia el gonan apuntando sus patas al corazón intentando apuñalarlo pero el gonan logro hacerse a un lado, la araña se levantó y se puso sobre Dukath, evitando que pudiera alzar el vuelo con su colosal tamaño, atrapando al gonan como si estuviera en una jaula, intento ensartar a Dukath con sus patas delanteras, pero el gonan lograba evitar sus golpes arrastrándose por el suelo, pero la araña lo mantenía demasiado ocupado para cargar su ballesta. Las hijas de la araña con cuerpos humanos se acercaron para ayudar a su madre atrapando entre todos al gonan.

—Nos has ahorrado el trabajo de ir por uno de ustedes, tus alas nos serán de gran ayuda. — dijo la madre araña, levantando en alto sus patas delanteras para dar el golpe de gracia al gonan, pero antes de que lograra alcanzar a su presa, Dassiel salto desde el techo del edificio principal con una estaca, atravesando la espalda y el pecho de la madre araña quien cayó al piso desangrándose, sus hijos aterrados por la muerte de su madre soltaron al gonan y corrieron al interior del bosque.

Dukath se puso de pie y se acercó al cuerpo de la madre araña.

—Ya está muerta. — dijo jadeando Dassiel.

—Aun no. — le contesto Dukath cargando su ballesta.

El cuerpo de la pálida mujer yacía inerte en el piso, dentro de su espalda algo se retorcía e intentaba salir al exterior, Dukath apunto con su ballesta y le disparo un virote, cargo otro y disparo de nuevo para asegurarse de que la criatura estaba muerta, saco una de sus cuchillas y abrió la espalda de la mujer, sacando un bulto blanquecino y grotesco que se desangraba del cual salían las largas patas arácnidas, Dukath frunció el ceño y pisoteo aquella criatura con todas sus fuerzas, luego se volteo a mirar a Dassiel.

—Eso fue asqueroso. — dijo el chico.

Dukath sonrió y le dio una palmaditas en la espalda. —Me salvaste el pellejo. —

—Te dije que también puedo pelear. —

—Gracias, pero no dejes que Marlak lo sepa, no me dejara olvidarlo jamás. —

—¿Qué haremos con las que escaparon? —

—Los soldados de Elbran tendrán que peinar la zona, sin una matriarca que las guie solo son bestias salvajes. — Dukath le indico a Dassiel que subiera a su espalda. —Ahora vámonos, el Jarl Nakkiel debe estar preocupado.