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02

— ¡Lo siento, profesor, se me hizo tarde!

Un joven con ojos azules, pelo rojo y con pecas entraba corriendo por la puerta, por la apariencia parecería que venía de correr una maratón; su respiración estaba acelerada y no dejaba de sudar manchando su ropa. Hablando de su ropa, el joven tenía puesta una túnica completamente blanca. La túnica cubría todo el cuerpo del muchacho, salvo por unos zapatos negros que resaltaban por lo sucios que estaban.

—No hay problema, muchacho…— contestó el profesor con una sonrisa irónica—ya que hoy vos llegaste tarde, mañana llegaré tarde yo y así estaremos a mano…

El profesor era bastante alto y flaco, con cabello negro y ojos negros, en sus ojos tenía un par de anteojos circulares con marco de oro muy finos. El maestro tenía el aura de un erudito y la sonrisa de un buen amigo. Lo más destacable del hombre sería su ropa, la cual era una túnica que cubría completamente su cuerpo. Pero su túnica era de color negro, contrastando con la túnica blanca del joven.

—¿Acaso planeas quedarte parado ahí toda la clase? — preguntó el profesor al ver que el joven no se sentaba.

El joven con algo de vergüenza entró en el salón. El salón era cuadrado y no era muy grande: solo entrarían 15 personas a lo mucho. Las paredes y el piso de la habitación parecían ser de madera. Como iluminación se usaban unas lámparas de aceite que iluminaban todos los rincones de la habitación. En el medio de la sala había un gran escritorio donde el profesor esperaba sentado y a su alrededor formando un cuadrado había 8 escritorios más chicos, pero por algún motivo todos los escritorios se encontraban vacíos.

—¿Hay alguno con dueño? — preguntó el joven aturdido por la soledad de la sala.

—No veo a nadie, muchacho, pero si notas a alguien: ¡Dime! Así salgo corriendo— Contestó el maestro con ironía.

Al notar la broma, el joven se sentó en el escritorio que parecía menos maltratado por los rayones de estudiantes aburridos.

—Bueno, tu primera tarea, joven, es presentarse a los demás…— Dijo el profesor, sacando un cuaderno negro para anotar los presentes.

—¿No deberíamos esperar a los demás estudiantes? — preguntó el joven mirando a la habitación solitaria.

—Solo hay otros dos estudiantes en el curso para niños especiales…—Dijo el profesor con algo de enojo— Un chico que está enfermo y una chica que suele faltar más de la cuenta.

—¿Podría presentarse primero, profesor? — preguntó el joven con rubor en su cara— Nunca lo hice yo y no sé qué hacer.

Como lo haría un estudiante, el profesor se levantó de la silla y dijo con lentitud:

—Mi nombre es Aquiles, tengo 43 años y soy profesor del piso medio 4 de 5, hexágono 8 de 18. Se podría decir que amo descubrir misterios entre las estanterías y no tengo dudas de que odio los libros sin sentido. Cuando sea grande, quiero seguir siendo profesor. Mis padres fueron comerciantes.

El profesor terminó y miró al joven expectante. El joven, entendiendo la mirada del profesor, se paró y dijo con voz infantil:

—Mi nombre es Adam, tengo 10 años y soy estudiante del piso medio 4 de 5, hexágono 8 de 18. Se podría decir que amo buscar cosas entre los libros y no tengo dudas de que odio a las personas que dicen cosas sin sentido. Cuando sea grande, quiero ser un explorador de pisos. Mi padre es un explorador de pisos.

—Muy bien, excelente presentación, Adam —Dijo Aquiles con una sonrisa — ¿Sabes a qué has venido a esta escuela?