Arnold se encontraba en el templo de los sabios místicos, un lugar lleno de misterio y sabiduría ancestral. Todos estaban expectantes frente a la puerta de la bóveda donde se guardaban las rocas de iluminación divina, objetos de gran poder y significado. Adelmo, valiente y decidido, entró en la bóveda y tomó un cofre dorado que estaba cuidadosamente sellado. Al salir, entregó el cofre a Arnold, el mago quien lo recibió con asombro.
La puerta de la bóveda se cerró con un estruendo, dejando a todos en un silencio expectante. Arnold contemplaba el cofre dorado con respeto y curiosidad, mientras Verner se acercaba para abrirlo. Al levantar la tapa, las rocas de iluminación divina brillaban con intensidad, cada una emitiendo un resplandor de un color diferente. Arnold sintió una calidez reconfortante al acercarse a las rocas, tomando una en sus manos con cuidado y admiración. Observó la piedra durante unos instantes, maravillado por la energía que emanaba de ella, consciente de que estaba ante un objeto de gran poder y significado en su camino como mago.Arnold tomó una de las rocas en sus manos, observándola detenidamente, maravillado por su forma su textura suave y pulida, y la energía divina que parecía fluir de ella.
—Es sorprendente, jamás había experimentado una sensación de calidez tan intensa proveniente de una roca como esta—comentó Arnold el mago mientras observaba la roca iluminada divinamente en sus manos.
—Es una piedra única, no habrá otras iguales ya que son las últimas del templo del Norte de la antigua tribu astraliana—explicó Adelfried.
—A pesar de su resistencia, la roca tiene una textura suave—observó Arnold el mago.
—Todavía no sé cómo podré incrustarla en un talismán—añadió con preocupación.
—Simplemente debes pulirla para darle una forma redonda, Arnold—aconsejó Gerard mientras observaba la roca iluminada divinamente.
—Pulir la roca no echará a perder su poder divino—expresó Arnold confuso
—No te preocupes, Arnold, la roca de iluminación divina no perderá su poder al ser pulida. De hecho, la roca tiene una conexión especial con aquel que la porta y puede percibir sus intenciones. Si tus intenciones son buenas, la roca te otorgará su poder. Sin embargo, si cae en manos equivocadas, se negará a darte su poder y desaparecerá por completo —explicó Adelfried.
—Es realmente sorprendente, como si la roca tuviera vida propia y pudiera tomar decisiones por sí misma —comentó Arnold, el mago.
—Efectivamente, Arnold, esta roca es de naturaleza mística y posee un poder especial —afirmó Gerard.
—Muy bien, entonces me retiraré a mi hogar y comenzaré a confeccionar un talismán. Debo finalizarlo antes de que Berthold fallezca y emprenda su viaje hacia las estrellas —declaró Arnold, el mago.
—De acuerdo, pero ten en cuenta que el talismán debe ser lo suficientemente resistente para proteger la roca. Aunque sea indestructible, debe permanecer protegida —advirtió Verner.
—Lo sé, haré todo lo que esté a mi alcance para crear los talismanes y que sean resistentes —aseguró Arnold.
Arnold, el mago, conjuró un símbolo de transporte en el suelo, acercándose a él con determinación antes de detenerse en su centro. En un instante, fue trasladado desde el templo hasta su hogar, un lugar donde la magia y la creatividad se entrelazaban, y donde se preparaba para dar inicio a la creación de su primer talismán.
El mago Arnold se había dirigido hacía en el sótano de su casa, donde tenía su sala de magia y creaba objetos mágicos. Arnold empezó hacer movimiento de sus manos, comenzó a trazar los diseños y a reunir los materiales necesarios, sumergiéndose en un proceso que requería habilidad mágica. Durante toda la noche estuvo trabajando en la creación del primer talismán. Este talismán tenía una forma redonda y en su borde se encontraba el símbolo del nudo celta, que representaba la protección del talismán. En el centro del talismán había una roca mágica cristalizada de color grisáceo, y alrededor de ella se encontraban escritas unas pequeñas palabras que decían "los elegidos y los talismanes serán uno solo". Era imprescindible que el talismán estuviera terminado antes de la medianoche, momento en que los Dioses abandonarían el plano astral. Una vez finalizado, Arnold guardó el talismán en un pequeño cofre de metal. Al mirar su reloj, se percató de que solo faltaban 10 minutos para la partida de los Dioses, por lo que decidió crear un símbolo de transporte en el suelo y se transportó al reino. Al llegar al reino, Arnold se encontró con el rey Alger, la reina Galiana, Aura el oráculo, Lear el mensajero y los Dioses Adelbert, Aurora y Berthold.
Al ver el símbolo de transportación apareciendo en el suelo, Lear exclamó: "¡Es Arnold el mago!".
Arnold el mago hizo su entrada desde el símbolo de transportación y, posteriormente, se cierra por completo.
—Saludos a todos—saludó Arnold todos los presentes.
—He logrado crear el primer talismán, el cual permitirá transferir los poderes de Berthold. Su capacidad para crear armas y armaduras resistentes será de gran utilidad en la guerra para aquel que lo lleve consigo—añadió.
—Deseo ver ese talismán—manifesto Berthold su interes por contemplar el talisman que Arnold el mago habia creado para el y se acercó para poder observarlo.
Tras abrir el cofre, Arnold, el mago, extrae el talismán que había creado. Berthold, al notarlo, lo toma del cofre y lo examina minuciosamente. Los demás se acercan también para contemplarlo.
—En el centro hay una roca incrustada —comentó Berthold.
—Se trata de una roca mágica, el talismán que la protegerá una vez que transfieras tus poderes a él. Emitirá un destello de luz grisácea, ya que posees el poder de crear armas —explicó Arnold mientras observaba a Berthold.
—¿Como se supone que transfiera mis poderes a este talismán?—se preguntó Berthold confundido mientras observaba a Arnold.
—Una vez que tengas el talismán en tus manos, simplemente cierra los ojos y pronuncia lo siguiente: "Mis poderes serán transferidos a este talismán con el propósito de que el siguiente elegido pueda hacer uso de ellos. Este talismán y el elegido serán uno solo", —respondió Arnold
—De acuerdo, lo diré—expresó Berthold.
Berthold cerró los ojos siguiendo las instrucciones del mago Arnold y comenzó a pronunciar las palabras mágicas para transferir sus poderes al talismán.
—Mis poderes serán transferidos a este talismán con el propósito de que el siguiente elegido pueda hacer uso de ellos. Este talismán y el elegido serán uno solo —añadió al recitar las palabras mágicas.
Cuando el Dios Berthold comenzó a recitar las palabras mágicas que Arnold el mago le había enseñado para transferir sus poderes a los talismanes, algo extraordinario sucedió. El cuerpo del Dios comenzó a emitir un resplandor brillante, dejando a todos los presentes asombrados al presenciar cómo sus poderes eran transferidos al talismán. Era un espectáculo impresionante y mágico.
Sin embargo, al terminar de transferir sus poderes, Berthold experimentó una gran fatiga y se arrodilló en el suelo con un semblante pálido. En ese momento, se dio cuenta de que ya no era un Dios, sino un simple mortal como cualquier astraliano. Con un gesto de debilidad, soltó el talismán que había sido testigo de la transferencia de sus poderes. Aunque el resplandor desapareció, la piedra mágica comenzó a brillar intensamente, demostrando que ahora poseía los poderes que antes pertenecían a Berthold. Era evidente que la magia seguía presente en el talismán, listo para ser utilizado por su nuevo portador.
El rey Alger se mostró preocupado al ver a Berthold pálido y fatigado, por lo que se apresuró a correr hacia él para ayudarlo a levantarse del suelo.
—Qué sensación tan horrible jamás me había sentido tan mal en mi vida.—expresó Berthold su profundo malestar al levantarse del suelo con la asistencia del rey Alger.
—Gracias Alger—añadiendo su agradecimiento hacia Alger.
—Ahora me encuentro en la misma condición que cualquier ciudadano astraliano, pero considero que vale la pena hacer sacrificios para proteger al Príncipe Ancel —agregó
—Solo nos queda despedirnos del pueblo astraliano—comentó Adelbert
Utilizando su habilidad mágica, el mago Arnold logró hacer que el talismán levitara en el aire, separándolo del suelo. Después de realizar este acto impresionante, Arnold colocó nuevamente el talismán dentro del cofre. Sin embargo, a pesar de su destreza, Arnold no podía tocar el talismán, ya que solo aquel que fuera elegido tenía el privilegio de hacerlo con sus propias manos.
—La media noche se acerca los astralianos se han reunido en la plaza para despedir con honor a los Dioses—Aura, el oráculo, anunció con tristeza que la medianoche se acercaba al crear la imagen del pueblo astraliano en la plaza con tristeza.
—Bien vamonos no quiero desvanecerme sin ver a mi pueblo—manifestó Aurora
Aurora utilizo por última vez su poder de la teletransportación y llevó a los presentes a la plaza central, donde se congregaba el pueblo entero esperando la llegada de los Dioses. Cada astraliano llevaba consigo las flores más hermosas que pudieron encontrar, como muestra de respeto y honor hacia los Dioses que estaban por despedirse. La noticia del funeral se había extendido rápidamente por toda la nación, lo que hizo que incluso los soldados del reino y la fuerza armada se unieran a la ceremonia.
La plaza estaba llena de un ambiente solemne y respetuoso. Las flores adornaban cada rincón, creando un espectáculo visualmente impresionante. Los habitantes de Astral se habían vestido con sus mejores galas, mostrando su devoción y gratitud hacia los Dioses que habían protegido y guiado a su pueblo durante generaciones.
Todos los habitantes de Astral que estaban presentes quedaron atónitos al presenciar cómo los Dioses veían cómo sus cuerpos se desvanecían. Los Dioses caminaron entre la multitud y se detuvieron frente a sus estatuas, mientras la gente los rodeaba por completo. El Consejo y las fuerzas armadas enviaron soldados en sus naves para presenciar el funeral de los Dioses.
El fénix, en su vuelo imponente, llegó justo en el momento preciso en el que anhelaba despedirse de su amado Adelbert y de los Dioses. Su resplandor, formado por llamas de colores vibrantes y brillantes, iluminó la plaza con una intensidad deslumbrante. El ave sagrada se detuvo en su trayecto, como si quisiera capturar cada detalle de ese instante único.
—Esta noche nos despedimos con el máximo honor de nuestro valioso mundo Astral—expresó Adelbert.
—Hemos cumplido nuestro deber como protectores de este mundo, pero recuerden que aún existen esperanzas. Astral puede ser protegido por su rey Alger, quien posee mis poderes y puede salvarlos de los peligros que se acercan. Además, las fuerzas armadas astralianas también pueden protegerlos—añadió.
—Agradecemos a todos por confiar en nosotros y estamos muy agradecidos de tener a un pueblo tan maravilloso como ustedes, expresó Aurora mientras una lágrima caía de sus ojos.
—No soy uno de los dioses que expresan gratitud, pero en esta ocasión diré gracias por todo. Nunca olvidaremos este mundo, y seguiremos rodeándolo en espíritu—afirmó Berthold y luego sonrió.
Después del discurso de los Dioses, estos desaparecieron frente a la multitud astraliana y se dirigieron hacia las estrellas como un destello de luz. Los cuidadanos lloraban inconsolablemente y luego hicieron una reverencia, colocando su brazo izquierdo detrás de la espalda y con el derecho pusieron sus manos en puño en el pecho, levantando su hombro hacia arriba. El fénix también hizo una reverencia, bajando su cabeza emplumada y derramando una lágrima.
Con un gesto elegante, Arnold el mago hizo que las flores se elevaran en el aire, formando un arcoíris de colores y fragancias que envolvía a todos los presentes. El funeral de los Dioses se llevó a cabo con gran solemnidad y reverencia. Los habitantes de Astral se unieron en oración y reflexión, recordando los sacrificios y bendiciones que los Dioses habían otorgado a su pueblo. Fue un momento de unión y gratitud, donde todos se sintieron parte de algo más grande que ellos mismos.
—Gracias por todo papá—expresó Alger, con lágrimas en los ojos el agradecimiento hacia su padre mientras dirigía su mirada hacia las estrellas.
Tras la conclusión de la ceremonia, todos los asistentes experimentaron una sensación de serenidad y optimismo. Los astralianos se dispersaron gradualmente, llevando consigo el recuerdo de aquel funeral tan único y la convicción de que los Dioses siempre estarían presentes en sus vidas.