Estar afuera de tu escuela a las 10 de la noche comiendo tacos en un auto era en definitiva la cita mas rara que había tenido, cuando sugerí el lugar para degustar nuestros sagrados alimentos no sonaba raro, después de todo, ¿quién va a la escuela a las 10 de la noche un Domingo?
La luz era escasa como en todas las calles de mi pueblo, no había personas transitando, solo éramos Darío y yo, claro, también estaba el romántico olor a tacos.
—No se como el padre de Kathe puede pasar desapercibida la muerte de su hija, alguien la asesinó, ¿como puede estar tan relajado cuando el culpable esta libre? —exclamé escupiendo la ira que mermaba dentro de mi, ¿como era posible que una persona pudiera perdonar el asesinato de su hija? A menos de que fueses un psicópata, eso eso no era posible.
Una risa de parte de Darío me hizo enojar, ¿acaso no tomaba en serio la muerte de una de mis mejores amigas?
—Estas pensándolo demasiado, dejalo ir por esta noche, no te desgastes en eso ahora —Darío se había relajado mas de lo que había estado hace un par de minutos atrás, su sonrisa había vuelto y parecía que no había sucedido nada a lo largo de la noche.
—No entiendo como es tan fácil para ti olvidar todo lo que ha sucedido hoy, tal vez es porque Kathe no era tu amiga, pero hubo un asesinato y el padre de la víctima acaba de decir que no buscará justicia para su hija —mi voz había comenzado a temblar de la rabia y mi mirada acusadora estaba sobre Darío.
—Preciosa —las manos con olor a tacos de Darío tomaron mi rostro—, si cargara conmigo todos los casos que han pasado por mis ojos, probablemente ya estuviese siendo medicado en una clínica de salud mental, se que no es sencillo, pero tienes que dejar de pensar en eso solo por un momento.
La penumbra que nos rodeaba solo hacía mas atractivo y deseable a Darío, sus ojos cafés tenían la intensidad que me había llamado la atención desde que lo conocí. Podía escuchar su respiración, estaba muy cerca de mi y eso solo hacía latir a mi corazón con desenfreno.
—Creo que tu me estas ayudando con eso ahora mismo —mis manos se posaron sobre las de Darío, eran cálidas. Dedos largos y finos acariciando mis mejillas.
No mentía, en lo único que podía pensar ahora era en como un fino mechón de cabello acariciaba el pómulo de mármol de Darío. Su mandíbula estaba tensa y yo parecía ser el centro de su mundo.
Sin pensarlo, cerré la poca distancia entre los labios de Darío y los mios. Primero fue lento, casi como si estuviera consolando mi alma afligida por los recientes sucesos. Y después todo se volvió caótico. Mis manos se despegaron de las suyas y pasaron a su nuca. Me acerqué más a él, o mas bien me abalancé sobre él. De repente las manos de Darío estaban en mi cintura y me animaban a estar mas cerca de él.
—Alguien podría vernos —dijo Darío cuando nuestros labios se separaron por aire.
—Esta calle esta mas desolada que el desierto del Sahara —vocalicé entre jadeos.
Volví a pegar mi boca a la de Darío ignorando su preocupación por que nos vieran. Mi calentura no tuvo limites, en un movimiento de gimnasta me senté en las piernas de Darío, quien no dejó de besarme. Pegué mi pecho al suyo y mis brazos estuvieron alrededor de su cuello. Darío no se quedó atrás y una de sus manos comenzó a descender lentamente hasta mi cadera y después mi trasero. Estábamos en un juego de poder, su cuerpo se inclinaba sobre el mio como tratando de estar incluso mas cerca, y luego yo lo empujaba hacia el respaldo de su asiento presionándome aun mas contra su cuerpo.
¡KAPOW!
El sonido en seco nos hizo detener nuestra escena de lujuria en el auto. Aun en el regazo de Darío, me incliné un poco mas hacia él para intentar ver si aquel ruido venía de detrás nuestro. Por su parte, Darío había alejado sus manos de mi trasero y se había estirado hasta el asiento del copiloto.
—¿Que fue eso? —pregunté en un susurro aun buscando con la mirada entre la bruma de la oscuridad.
—Sonó como si alguien hubiese cerrado la puerta de un coche con todas sus fuerzas —respondió Darío prácticamente en mi oído—. No te muevas hacia atrás, podrías presionar el claxon del auto.
Sin ninguna otra opción, permanecía pegada a Darío.
—Creo que ya se de donde vino el ruido —confesó mi apuesto novio señalando con su cabeza a algún lugar justo detrás de mi. Miré sobre mi hombro y lo único que pude percibir de entre la oscuridad era una sombra. Se acercó a la parte trasera de un auto, en un movimiento, lo que debía ser la cajuela del auto, se abrió.
La sombra debía de ser de un hombre, a menos que aquella fuese una mujer grande y con músculos prominentes. Aquel ser desconocido sacó un par de bolsas de la cajuela, y después de cerrarla se dirigió a la reja de daba acceso a la escuela, abrió la reja y se perdió dentro de la oscuridad de la escuela.
—Eso es algo muy raro —dije aun en el regazo de Darío.
—Tal vez es algún profesor, intendente, o incluso el mismo director dejando los uniformes de las porristas en el gimnasio —alegó Darío mientras sonreía como niño pequeño e inocente. Definitivamente quería que esta extraña cita no terminara con mis paranoias haciendo acto de presencia.
—Eso sería lo mas lógico —estuve de acuerdo siguiéndole el juego para aligerar el ambiente pesado que se había formado al ver a esa persona ingresar a la escuela—, solo hay algo que no concuerda, no tenemos porristas, ni tampoco gimnasio.
Dejé de mirar a Darío con sonrisa cómplice y me moví haciendo ademán de regresar a mi asiento, pero me quedé helada justo donde estaba. En la mano derecha de mi novio había un arma, la frágil luz que asomaba de la guantera abierta iluminaba perfectamente la pistola.
—Dime que es falsa, que lo único que dispara son burbujas y no balas —inmóvil aun esperara a que me diera la razón Darío y me dijera que estaba en lo correcto.
—Es real, tengo un permiso para portar armas, y además tiene el seguro puesto —como si el seguro pudiera disminuir mi miedo a aquel objeto letal portátil.
—No la quiero ver, solo aparta la de mi vista —sabía que Darío debía de usar un arma en su trabajo si era necesario, lo había imaginado mas de una vez, pero nunca creí que lo vería empuñando un arma tan cerca de mi.
Darío metió la pistola dentro de la guantera y la cerró. Vacilante regresé a mi lugar, y en ese preciso momento recordé al tipo del auto que ahora estaba en la escuela.
—Deberías encender las luces y acercarte para ver si podemos obtener las placas, tal vez con tus contactos podríamos darnos cuenta de quien es —sonaba muy paranoico de mi parte, pero incluso antes de la muerte de Kathe era extraño ver a una persona entrar a la escuela un domingo por la noche con bolsas en las manos, debía de ocultar algo para no querer hacer lo que hacia ahora mañana por la mañana.
Darío me vio con dudas en sus ojos, yo solo suspiré y musité:
—Podría ser un ladrón, si desaparece algo, mañana por la mañana ya sabremos quien fue.
—Mi chica es inteligente —alardeó Darío mientras encendía su auto y yo me sonrojaba. Bendita la oscuridad que ocultaba mi cara de tomate.
Nos acercamos lentamente al auto, y cuando las placas fueron visibles las anoté rápidamente en mi teléfono. Darío nos saco de la oscura calle y nos dirigimos a mi casa. Constantes miradas al retrovisor mostraban el nerviosismo de mi novio, pero eso se terminó unas cuadras después cuando comprobó que nadie nos seguía.
Estando afuera de mi casa nos quedamos callados, justo como lo habíamos estado de camino hasta allí. Los sonidos lejanos de autos era lo único que nos rodeaba, ninguno de los dos se movía ni mostraba señales de querer hacerlo.
—Envíame las placas que anotaste —fueron las palabras que nos sacaron del trance, palabras de Darío.
En ese instante se las envíe como si fuese un robot obedeciendo ordenes. El teléfono de Darío sonó confirmando que mi mensaje había llegado.
—Creo que debería entrar —susurré tomando la manija de la puerta para abrirla. Una mano cálida de Darío tomó la mía.
—Siempre puedes llamarme si no puedes dormir —me hizo saber en un tono que me daba una paz interior inexplicable—, no importa si son las 3 de la madrugada y estoy durmiendo, siempre estaré ahí para hablar contigo hasta que te duermas. Incluso si no quieres dormir ahí estaré, podría ser mas divertido, no tan cómodo como me gustaría, pero divertido a final de cuentas.
Agradecía a la oscuridad de nuevo por no mostrar mis sonrojadas mejillas. ¿Desde cuando era tan tímida y me quedaba callada? Usualmente respondía con un comentario sarcástico si el chico no me gustaba, o con una broma si por el contrario me atraía.
—Nos vemos después —murmuré mientras me acercaba para darle un pequeño beso a Darío, después huí lo mas rápido posible de aquel auto. La Alexis valiente y atrevida se había quedado encandilada con el ser tan sobrenatural que era mi nuevo novio.
Mi madre no hizo muchas preguntas cuando llegué, mas bien dentro de todo lo que me dijo solo venían amenazan de encerrarme en mi cuarto hasta los 30, y despojarme de todo tipo de aparato electrónico si volvía a salir sin permiso de la misma manera en la que lo había hecho hoy. Después de las amenazas y el sermón que mi madre me impartió, fui directo a mi habitación para encontrar un poco de paz después de todo el tipo de emociones que había experimentado en un solo día, cosa que no pude tener gracias a mi hermana.
Ana estaba sentada en el borde de mi cama con las luces apagadas, casi me mata de un susto al ver su silueta cuando entré en la habitación.
—¡Santo cristo parado! —grité haciendo que mi hermana pegara un brinco de la cama— ¡¿Que haces sentada ahí con las luces apagadas, Ana?! —balbuceé en una mezcla de gritos y susurros tratando de respirar para que mi corazón volviera a latir normalmente.
Prendí la luz y cerré la puerta de mi habitación para darnos mas privacidad.
—¿A caso te crees la Llorona haciendo casting para quedarte con el papel principal de demonio de mi habitación? —mi hermana tenía los ojos hinchados y un bolígrafo en la mano, ante mi comentario su risa fue una extraña que se asemejaba a un sonido de sorber mocos y llanto que estaba a punto de llegar a su fin.
—Eres una pendeja —dijo Ana pasándose la mano por las mejillas para retirar todo rastro de lágrimas.
Me acerqué lentamente a ella temiendo que volviera a llorar, y cuando estuve a menos de un metro de ella, me di cuenta de que no estaba sosteniendo un bolígrafo, sino una prueba de embarazo. Era obvio el resultado de aquella prueba, esos mocos no eran de felicidad porque el resultado era negativo.
—No, ¿es positiva? —le pregunté apuntando a la prueba de embarazo solo para confirmar mis sospechas, quien sabe, quizás mi hermana lloraba de tristeza por no estar embarazada. Ana era un incomprensible bicho raro.
Mi hermana asintió lentamente, se levantó de mi cama, y unos instantes después estaba abrazándome. Ana seguía llorando, llorando en voz baja, murmuraba cosas que no comprendía mientras yo no sabía que hacer exactamente.
—Ana, calmate, no entiendo nada de lo que dices —la alejé de mi tomándola de los hombros y contuve mi instinto de zangolotearla para que se callara. Cuando por fin dejó de hacer sonidos raros la guié hasta mi cama para que se volviera a sentar.
—No se que voy a hacer —dijo mirándose las manos que sostenían la prueba.
—Deberías de empezar por decírselo al padre —sugerí tomando el rol de persona adulta en esta habitación.
Ana negó con la cabeza, cosa que no me sirvió para entender si no se lo iba a decir al padre, o si no lo sabía aun pero pensaba decírselo. Reitero, Ana es un bicho raro.
—Él ni siquiera sabe donde estoy y no creo que le importe lo que tenga que decirle o lo que haga.
Definitivamente había un drama detrás de todo esto, Ana no era el tipo de chica que tenía varios novios y siempre terminaba mal con ellos, mas bien nunca había sabido que tuviese novio.
—Aun así, creo que deberías tratar de comunicarte con él y decírselo.
Mi hermana volvió a negar con la cabeza y se quedó callada. Efectivamente, las cosas entre el padre del bebé y mi hermana eran muy complicadas.
—Esta bien, pero al menos tienes que decirle a mis papás —dije en un suspiro dándome por vencida con el tema del padre de mi sobrino no nato— ¿Tienes una idea de cuanto estas? —apunté a su vientre tratando de hacerme una idea de cuanto tiempo tenía para decirle a mis padres antes de que se empezara a notar.
Al parecer el negar con la cabeza y quedarse muda era el nuevo pasatiempo de mi querida hermana.
—¿Es en serio, Ana? —le cuestioné incrédula tapándome la cara con una mano tratando de pensar en como ayudar a mi estúpida e irresponsable hermana— ¿Ni siquiera tienes una ligera idea? —intenté obtener respuestas de nuevo.
—Como mucho un mes —dijo mirándome a los ojos, Bambi se quedaba estúpido con la mirada de inocencia que tenía Ana.
Me levanté de la cama y comencé a caminar de un lado a otro, debía ayudar a Ana a pasar por esto, se la debía, me había comprado un teléfono.
—Ok, entonces tienes que irte de casa en menos de 3 meses, o contárselo a mis padres —mi hermana se la pasaba viajando como parte de su trabajo, así que no sería raro que desapareciera de repente poniendo la excusa de una vida laboral ajetreada—, claro, si decides no contarle a mis padres podemos decirles que haz adoptado un niño, o incluso puedes hacerte un novio, casarte rápidamente y listo, socialmente eres aceptable, además también existe la otra opción, no tenerlo.
Largas lágrimas comenzaron a emanar de los ojos de mi hermana, ¿y ahora que le había dolido?, yo solo estaba dándole soluciones a su problema, estaba tratando de ayudar. Ahora me daba cuenta de que mi punto fuerte no era hablar con las embarazadas.
—No, no llores, te verás mas fea de lo que ya estas —traté de causar una reacción que evitara su llanto, prefería que me golpeara o insultara.
—¿En que momento mi hermana pequeña a comenzado a darme consejos? Debería ser al contrario, yo debería darte concejos a ti —mas lágrimas vinieron después de aquellas palabras. Si mis padres no nos habían escuchado antes, definitivamente ya lo habían hecho con el sonoro llanto de Ana.
—Shh... mis papás nos van a escuchar —intenté callarla, por suerte funcionó, ahora solo escurrían lágrimas silenciosas.
—¿Cuando terminan tus vacaciones? —dije tratando de hacerme una idea de cuanto tiempo tendría mi hermana para decirle a mis padres antes de tener que irse de nuevo.
—En una semana y dos días —contestó siendo muy exacta.
En ese momento mi teléfono sonó, tenía un mensaje.
—Entonces tienes tiempo para pensar que harás, puedes irte sin decir nada, o contarle a mis padres antes de irte —le di alternativas tomando una vez mas el papel de adulto responsable de la conversación.
Otra vez el sonido que me notificaba que tenía un mensaje se hizo presente, alguien de verdad quería hablar conmigo.
—Esta bien, creo que debería irme, alguien necesita decirte algo —dijo mi hermana levantándose de mi cama, y secándose los mocos con el dorso de su mano. Cuando escuché la puerta de mi habitación cerrarse detrás de mi avisándome que mi hermana se había marchado saqué mi teléfono de mi bolsillo.
Había tres mensajes , uno de Marceline, y dos de Darío. Los hermanos Caruso se habían puesto de acuerdo, o sus genes les permitían comunicarse telepáticamente.
"Darío me contó lo que hiciste y lo que los dos escucharon, llámame"
Y yo que creía que Darío nunca le diría a su hermana lo que había sucedido esta noche.
"Tuve que contarle a Marcela, no dejaba de hacer preguntas y es mejor que sepa por qué deberían alejarse de este caso"
"Ya sabes que hacer si no puedes dormir (emoji de guiño)"
Después de dejarle un mensaje a Darío diciéndole que llamaría a Marceline, procedí a hacer dicha llamada.
Le conté todo lo que Darío y yo habíamos escuchado, desde los sentimientos de Fabiola hacia Kathe, los supuestos mensajes que recibió la mencionada amante de un desconocido y las supuestas amenazas hacia el padre de Kathe para que no siguiera investigando su muerte. Marceline estaba muda, no hacía mas que decir "aja", "no lo puedo creer" y un par de suspiros que supongo eran para asimilar lo que le estaba contando.
—Ok —fue la primera variante que mi amiga soltaba de todas las palabras que había murmurado mientras yo hablaba en el teléfono, creo que incluso cuando había acabado de hablar seguía procesado lo que le había contado a detalle en menos de 15 minutos, claro, omitiendo lo de su hermano y yo besándonos como si no hubiese un mañana.
—Creo que hay alguien al que no conocemos y tuvo mucho que ver con Kathe, es alguien rico, hombre por lo que comento Fabiola y con el suficiente poder político como para encubrir un asesinato —si pudiera apostar, apostaría a que Marceline estaba ahora mismo dando vueltas por su habitación, porque estaba segura de que no hablaría de esto en otro lugar, mientras pensaba en todo tipo de posibilidades.
—Darío dijo que debíamos alejarnos, es peligroso si hay alguien encubriéndolo en una posición política de alto rango —sabía muy en el fondo que mis palabras eran vacías, para nada dejaría de buscar al asesino de mi amiga, si no podía llevarlo a la justicia, al menos quería saber quien era.
—No dejaras de buscarlo, ¿verdad? —me hizo frente mi sabia amiga, me conocía por completo.
—No, al menos quiero saber como luce un monstruo —un silencio inundo la línea. No dijimos mas que un par de palabras sobre mantener aun mas en secreto todo lo que sabíamos sobre el asesinato de Kathe. Nos despedimos con un "te veo mañana" y me acosté a dormir, o al menos a tratar de dormir.
Mis pensamientos no dejaban de ir y venir, las palabras del padre de Kathe y Fabiola resonaban en mi subconsciente, pensé varias veces en llamar a Darío, las ganas no faltaban, pero luego una idea brillante vino a mi cabeza.
Tomé mi teléfono, el reloj marcaba las 2 de la madrugada, sabía que era demasiado tarde, pero nada perdía con intentarlo.
El teléfono sonó varias veces al otro lado de la línea, y al fin contestó.
—¿Alexis? —la voz ronca de Román me aseguraba que lo había despertado— ¡¿Pasó algo, esta bien Marcela!? ¡¿Estas bien tu!?— claro, yo podría estar desangrándome y al borde de la muerte pero siempre preguntaría primero por Marceline. El amor.
—Tranquilo, no pasa nada, solo llamaba para que me hicieras un favor —lo tranquilicé en voz baja para evitar despertar a alguien en mi casa.
—¿Me llamas para eso a las ...? —hizo una pausa para lo que supongo fue mirar la hora—, ¡¿las 2 de la madrugada?! ¡¿es en serio Alexis, no pudiste esperar hasta mañana?!
—No, si no te llamaba ahora no podría dormir —no podría dormir incluso con la sexy voz de Darío arrullando mi sueño.
—Esta bien, ¿que es lo que necesitas?, habla rápido que tengo sueño —sonaba enojado, pero al menos me ayudaría.
—Necesito que hackees un teléfono celular —fui al grano, sin rodeos.
—Estas loca, buenas noches.
—¡No, espera!, de verdad necesito que lo hagas, es muy importante —al no haber ruido alguno me despegué el teléfono de la oreja para verificar que no me había colgado.
—Esta bien, dame el número —ni siquiera sabía el número de Fabiola Alcázar, ¿como haría para obtenerlo?
—Creo que ese será un problema, no tengo el número.
—No jodas Alexis, ¿en serio me llamas para hackear un celular y no tienes ni siquiera el número de teléfono? —me merecía su regaño. De todo en lo que había pensado, eso no se me había pasado por la cabeza.
—Lo siento, estaba tan concentrada en saber que había en el teléfono de Fabiola que no pensé en que no tenía su número de teléfono.
—¿Quieres hackear el teléfono de Fabiola, la amante del padre de Kathe y de Kathe?
—Si, creo que debería conseguir el numero primero, después te llamo —dije a punto de colgar, pero en ese instante Román volvió a hablar.
—Espera, yo lo tengo, me lo grabé de memoria después de ver los mensajes que tenía con Kathe, incluso me grabé el número de su padre —podría decir que me impresionaba que Román hubiese hecho eso, pero no para nada lo estaba, el chico era un genio.
—Eres un genio, ¿no te lo habían dicho antes? —lo alagué con un tono de felicidad en mi voz que era muy distinguible.
Si Román lograba sacar algo de información de ese teléfono, probablemente podríamos encajar otra pieza en el rompecabezas y saber mas sobre el asesino, ahora mi meta no era tener evidencias de quien había matado a mi amiga, solo me quedaba averiguar quien era, en eso se había convertido el lugar donde vivía, crímenes impunes y víctimas con sueños rotos bajo tierra.