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—¡AAHHHHHHHHHH! —Un grito se escapó de su boca mientras un orgasmo de proporciones épicas la golpeaba como un tsunami. Su visión se volvió ciega, y sus nervios zumbaban con éxtasis.
—Pensé que había dejado claro —dijo el primer Kiba, que estaba debajo de ella, cabalgando su coño— que no se supone que llegues al clímax sin mi permiso.
—Parece que ella no toma tus órdenes en serio —se burló el segundo Kiba arando su culo.
Katherine estaba en un mundo de placer, pero podía oírlos. Quería decirles que la habían malentendido. Ella no se atrevería a desafiar las órdenes de Kiba... pero su cuerpo la traicionó. No, tampoco era culpa de su cuerpo, sino de las pollas dentro de ella. Quería decir tanto, pero no salían palabras de su boca. Todo lo que salió fue su lengua, y colgaba, goteando saliva que caía sobre el hombro de Kiba debajo de ella.
—¡Hasta está lanzando su saliva sobre mí! —Kiba debajo de ella estaba furioso—. ¡Debe pensar que no soy su maestro sino su sirviente!
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