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Toda la familia comía con una felicidad extraña. Mientras Jiada seguía hablando con Tania y Eltanin, Biham continuaba lanzando miradas a Kinshra. Se preguntaba cuál sería su reacción cuando volvieran a Pegasii. Él iba a hacer que se instalara en su antiguo dormitorio. No iría a ese dormitorio a menos que lo invitaran. Tal vez iría solo para tomar té o desayunar. Si tenía suerte, conseguiría robarle un beso. O quizás solo una pequeña caricia. Su cara se calentó al pensar en eso y sus pantalones se volvieron extrañamente ajustados. Demonios. Estaba sentado con su suegro y su hija a un lado y Kinshra al otro. Su corazón palpitaba con cientos de escenarios diferentes que podrían ocurrir en Pegasii. De repente
—¿Cuánto tiempo vamos a quedarnos allí? —preguntó Jiada, echando un balde de agua fría sobre los planes de Biham. Ensartó un trozo de salmón frito con su tenedor y lo masticó lánguidamente, sin ser consciente de las miradas fulminantes de Biham.
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