Tania comenzaba a ponerse nerviosa cuando Viento empezó a descender hacia el valle tomando un camino serpenteante por la ladera. Trató de recordar cada hechizo que había aprendido de los libros que había leído las últimas semanas. Los había aprendido tan bien que era como si ya los supiera y le vinieran naturalmente. Sin embargo, al entrar en el bosque, no pudo deshacerse de la inquietud. Podía olfatear el olor cobrizo de los hechizos oscuros, de esos que podrían resucitar a los muertos o quizás traer demonios de otro mundo.
—No estés tan inquieta, Tania —dijo Eltanin mientras entraban en las sombrías avenidas del bosque cubierto de nieve.
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