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La secuencia será amoral

Vago por zonas ruinosas, la lluvia camufla el olor a excremento de animales, tengo el cuidado de no pisarlos, la atmósfera del sitio actual es penosa, siento un sentimiento de soledad, los golpeteos del agua contra el suelo son demasiados ruidosos, y mi ropa mojada causaría que pesque un resfriado decidí refugiarme en aquella casa desolada. El interior, un frío, no hay encendedor ni ropas abrigadoras, suelo de madera, y la negrura del agua estancada, dificultó mi merodeo, las paredes manchadas de algo viscoso, un color negro con una tinta parecida a la sangre, subí sobre un sofá, apreté el reposabrazos y formo líquido marrón oloroso. No pude seguir ahí. Ahora estoy bajo un árbol, la lluvia forma caminos de agua, mis zapatos lodosos, me incomodaban, los limpié con el periódico que compre la semana pasada. Tiemblo, toso, el frío intenso, la lluvia que no para y esa horrible mirada de la silueta... Corrí, el barro fue mi peor enemigo, la lluvia era su arquero, la tierra el espectro y los bosques mi refugio a veces. Ahora descanso en una granja, me envuelvo con la paja, estoy solo, y el sonido de la lluvia sigue resonando. De nuevo, esa mirada, me observa desde la sombra de la pala, un brazo pálido emerge de su sombra, y otro, los ojos ámbares siguen mirándome. ** * * * * ** * ** ** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Palabras del autor: “Esta historia... Sigo dudando si la actualizaré”

Aldeano_solitario · Horreur
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Algo que no creo posible

Un solo lugar, el centro donde estoy ahora, la muchedumbre lo opaca, y foman una cola exesiva.

Tantos olores, y uno da en mi la saciedad que busco.

La carta..., las descripciónes en ella.., es...

Ojos ambares, y las extrañas iris movedizas, parecen muy enfermizas.

¡No!, la posibilidad ni siquiera existía, no habría ni un tal vez, las personas no pueden vivir quinientos años...

Ella murmura a un señor, su sonrisa se plasma, y los dientes desnudos..., muy, lechosos. Sus cachetes redondos, produce en el entorno un aire inocente.

Escabullo, me muevo a una casa destruida donde solo queda el marco de la inexistente ventana.

Y lo que oigo..., siquiera es...

—Cuando dejara de espiarnos.

Escondo mi cabeza, los pasos suenan lentamente y el pisar de los zapatos contra el césped se escucha como mi sentencia muerte.