Rosina observaba cómo la carne se desgarraba. La sangre salpicaba por todas partes e incluso llegó a sus mejillas, pero no le importaba. La brutalidad hacía temblar de deleite sus entrañas.
—¡Guau! —exclamó Rosina, asombrada—. Pensaba que Vinicio ganaría el duelo ya que el lobo gris estaba herido y cansado de la batalla reciente, pero fue todo lo contrario.
El lobo gris mordió a Vinicio en el cuello, haciéndolo gemir de dolor. Vinicio fue empujado al suelo y sus extremidades fueron restringidas por las patas del lobo gris.
Era una cuenta atrás para ver si Vinicio aceptaría la derrota o si podría darle la vuelta a la batalla y escapar del agarre del lobo gris. Todos en la arena animaban apostando por quién sería el ganador.
El lobo gris gruñó y mordió más profundo el cuello de Vinicio, haciéndolo gemir hasta que se rindió con la cola entre las patas.
—Qué espectáculo —dijo Rosina, curiosa por conocer la forma humana del lobo gris.
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