Penny miró al hombre que lucía intimidante. Su presencia en algún lugar la hacía sentirse cohibida, sus ojos rojos la miraban fijamente, pero ella no se retiró. No era porque Penny intentaba mantener su posición rebelándose contra el estado de su ropa en ese momento. Era porque había algo en él que la hacía sentirse precavida.
—Ratoncita —Damien rompió su mirada con el apodo que le había puesto al hablarle—, el padre de Alexander y mi padre son primos, lo que nos hace segundos primos —Penny podía ver la misma profundidad en los ojos del Señor Alexander, el color muy similar al de Damien.
El hombre llamado Alexander desvió su mirada de Penny para preguntarle a Damien:
—¿Compraste una esclava?
—¿Es tan sorprendente? —La cabeza de Damien se inclinó hacia un lado.
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