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Para hacer hablar al hombre, Damien le torció los dedos hasta oír un chasquido que solo él y el hombre dueño del hueso escucharon y se dieron cuenta con el dolor.
—¡Ahh, duele! —gritó el tío de Penny.
—¿Vas a decir voluntariamente si estuviste involucrado en la venta de tu sobrina al establecimiento de esclavos o necesitas motivación para ello? —preguntó Damien.
Previamente, la gente que había estado mirando a Damien y a su tío como la atracción desvió su mirada hacia Penélope, que estaba de pie cerca de la puerta. Con la chica que había estado ausente durante muchos días, no hacía falta un cálculo, pero la pregunta era qué tan cierto era.
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