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La Leyenda del Scire

Vlas Windsor vive en tranquilidad en su reino natal, Remia... Con una alta posición en la sociedad, fama, dinero, influencia y reconocimiento, se considera feliz, mayormente recordando que siempre se encuentra acompañado de sus mejores amigas: Zenda y Kora Allen. Quizás su vida parecía demasiado perfecta para ser real, pero en realidad había únicamente una cosa que lo atormentaba desde aquella fría noche que tuvo lugar diez años atrás... Esas pérdidas que lo marcaron para siempre. Rhys Windsor reside en Fons, acompañado de su hermosa esposa, Lara Harch, y de la hija adoptiva de ambos, la joven Leah Foster, además de otras personas que conoció en su recorrido por el mundo en el transcurso de unos largos diez años; a quienes terminó por tomarle mucho cariño. Con la idea de protegerlos y darles felicidad tiene sólo un propósito en su cabeza... Acabar con su padre de una vez por todas. Pero aunque parezca algo simple para él y todas sus hazañas logradas, se torna complicado cuando los fantasmas del pasado reaparecen y debe cumplir esa promesa que parecía haberse roto hacía demasiado tiempo, volver a por su hermano y su madre a su hogar, Remia, temiendo que el dolor por aquella fría noche que tuvo lugar diez años atrás todavía siguiera latente. Luego de esa repentina caída de asteroides en Remia todo cambia para los hermanos Windsor. Rhys regresa a Remia dispuesto a acabar con la tragedia en su familia para siempre, y la vida de Vlas da un giro inesperado dejando a su destino esperando por él... Con esa decisión que lo torturará por lo que dure su vida. Quizás el talento y la estirpe Di Rem-Windsor fueron su mayor perdición, pero poder superar los obstáculos que hicieron presencia en sus vidas a causa de sus inevitables destinos es el impulso que los hace seguir adelante... Lo único que desean es no ceder ante aquello que siempre despreciaron, y que al final, les terminó quitando todo...

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Capítulo 29: Esas sensaciones que regala el amor verdadero  

Fons, Ash, Residencia Harch - 24 de Abril - Año 526

 

Tensión. Tal vez... Una extraña sensación de incertidumbre. Casi como incomodidad. Vlas miró a Leah varias veces, ella igual. Ninguno supo cómo comenzar. E incluso con las señales de Lara, se perdieron ante la intensa mirada de Rhys... Sólo faltaba él. Tenían que hacerle saber sobre su relación. Aunque él ya lo supiera, y hubiese dicho que no le importaba demasiado, pero... Rhys era tan impredecible... ¿Quién sabía con qué podía salir?

 —¿Y bien? —preguntó Rhys, luego de aclararse la garganta.

 —Si los miras como si quisieras intimidarlos va a ser casi imposible que salga que esas palabras salgan de sus bocas —indicó Lara, con una sensación risueña en su tono de voz.

 —Yo no intimido a nadie... ¿Quieren que esboce una sonrisa? Tranquilos, ya lo hago —dijo, haciéndolo, irónicamente.

 —Vamos, Rhys... No seas así, tómate las cosas en serio —pidió Vlas.

 —¿Ven? Uno habló, sabía que iba a funcionar —replicó Rhys, aun con más sarcasmo.

 —¿Te molesta algo, papá? —Leah preguntó esta vez.

 —Para nada, pero tengo algunas dudas... Aunque, comencemos por el inicio... ¿Son novios? —preguntó, cruzando sus brazos.

 —Algo así —Vlas respondió, mirando a Leah de reojo. Ella asintió ligeramente—. Bueno, lo somos... Pero, queríamos que ambos estuvieran de acuerdo en primer lugar, luego podríamos decidir cómo llamarnos.

 —Vlas, yo te lo dije, ¿Cierto? —Rhys preguntó, recordando esa charla que habían tenido días atrás en el palacio.

 —Sí, pero... Sólo me lo dijiste a mí... Somos dos, Rhys... Quiero que Leah también lo sepa —explicó el chico.

 —Sólo diles lo que piensas, Rhys... No des vueltas, si tú ya tienes una opinión formada hace mucho tiempo —dijo Lara, alentando a su esposo.

 —¿Saben? Sí, tengo una opinión formada hace mucho tiempo... Desde que se conocieron de hecho, ¿Cierto, Vlas? —le preguntó a su hermano, girando un poco su cabeza—. ¿Qué te dije esa vez?

 —Rhys... —dijo Vlas, apenas recordó las palabras de su hermano—. Ya decidí lo que quiero para mí. —Se puso de pie, osado—. Y es Leah —aseguró, con su firme mirada clavada en el rostro de su hermano, sonriente. Esa charla con su madre vino a él, esos sentimientos, su seguridad y su anhelo... El sueño que quería vivir. Tanto. Tanto que pasó hasta llegar a ella. Tanto que quiso ocultar. Esos sentimientos que le hicieron daño. Tanto que sufrió en el pasado. Y desde que ella se apareció en su vida. Sólo quería eso... Ya no quedaba nada a discusión. «Es ahora o nunca», pensó... Y se decidió—. Yo la amo... Y quiero ser feliz junto a ella.

 Suspiros... Silencio. Eso siguió luego de su declaración. Vlas desvió un poco su mirada de Rhys. Tal osadía fue sólo un instante, rápidamente se sintió tan tímido como tantas veces. Justo logró ver a Lara... Ella estaba pasmada, boquiabierta. Pero no borraba esa sonrisa de su rostro.

 —Vaya. —Rhys rompió el silencio—. Eso era lo único que necesitaba escuchar. —Luego de ponerse de pie, caminó hasta su hermano—. Cuídala... Si la haces sufrir... Jamás te lo perdonaré —sentenció. Y siguiendo su camino, abandonó la habitación.

 «Lo dijo», pensó Vlas. Se quedó parado en su lugar. Oyó los pasos de Lara luego de escuchar la puerta de salida. Rhys ya se había ido.

 —Fue muy lindo lo que dijiste, espero cumplas tu promesa, Vlas... Cuida de Leah, por favor —dijo ella, para luego hacer lo mismo que su esposo.

 Vlas se dio la vuelta luego de percatarse que sólo quedaba Leah en la habitación. Vio su rostro, cálido, hermoso, mirándolo con ternura, con un poco de rubor bajo sus mejillas. Y una fogosa brillantez en sus ojos. «La amo... No estoy equivocado», pensó.

 —Eso... Eso fue... Hermoso... Vlas. —Ella se enredó en sus palabras. La emoción apenas permitió expresar un poco de su alegría, pero ni mil palabras iban a ser suficientes para describir lo que todo lo dicho por Vlas la hizo sentir—. ¿Qué fue eso? No... No puedo expresarlo... Perdón. —Las lágrimas comenzaron a surgir.

 Vlas la abrazó. Ella apretó con fuerza el cuerpo del chico. Cuando se decidió en decirle lo que sentía, aquel día de la gala, jamás pensó que esa declaración de su parte llegaría tan rápido. Jamás pensó que eso la haría sentir tan feliz... Ser amada, era hermoso... Hermoso como amar... Hermoso como decidir que el amor era lo que anhelaba para su vida. Era hermoso como la vida misma. La que Vlas dejó en claro que necesitaba de ella... Que exigía por ella. El chico la amaba. Eso era tanto. Pocas personas pudieron amarla. Pocas personas se lo habían dicho... Y de quien más lo esperó... Fue de él... Y había llegado. Con tanta seguridad, con tanta decisión... Nunca había visto tal firmeza en él... Y todo lo que había dicho, era cierto... Él no mintió, no lo iba a hacer jamás.

 «Si tú me amas... Yo te voy a amar».

 —Está bien... Esta bien, bonita... Es cierto, te amo... Perdón por haber sido tan abrupto, perdón por no consultártelo antes... Perdón por parecer un egoísta... Pero ya no podía aguantarlo más... Perdón. —Vlas sabía que le debía disculpas, todas las que existieran.

 —No es necesario... Si tú me amas, ¿Por qué deberías disculparte? Es suficiente, para todo... No se necesita nada más... Gracias, Vlas... Gracias por amarme —dijo ella, esa suavidad en su voz reflejó su emoción, y Vlas supo que no estaba llorando por tristeza, sino que por alegría.

 —Te amo hace tiempo, te estoy pidiendo perdón por no haberme dado cuenta antes, ese sí es necesario —explicó Vlas.

 —¿Hace tiempo? —Leah descubrió su rostro, el de él estaba cerca, sus ojos clamaban respuesta.

 —Sí... Desde ese día... —Vlas estuvo a punto de decirlo. «Zenda, perdón por lo que voy a decir... Pero no puedo seguir mintiéndome a mí mismo», pensó. Ya iba a poder aclarar las cosas con ella. En ese momento, era el momento de Leah—. Desde ese día en el que te conocí —aseguró.

 En ese tiempo amaba a Zenda. Era algo que tenía en claro. Ella murió por él, y su alma estuvo en duelo por mucho tiempo. Y en esta tenía una herida que jamás iba a sanar. Sin embargo, él no podía controlar su corazón, y aunque su razón clamara orden, este no le iba a hacer caso. Ante tal desconcierto, se concentró en Zenda, no quiso pensar en nadie más esos últimos días a su lado, porque sabía que la iba a perder... Y amarla, era lo único que quería hacer, darle ese amor... Hasta el final. Sólo a ella. Sintió que lo merecía, por lo que ella iba a hacer por él.

 Fue confuso con Leah al principio. Su figura le atrajo, eso era algo de lo que se dio cuenta al instante. Cuando sus miradas se cruzaron, y el ambiente no pudo evitar congelar el tiempo entre ellos. Cada vez que Leah estaba ahí, era extraño. Porque él estaba enamorado de Zenda, pero... Sentía que la necesitaba, que ella era una pieza más, que ella... Que ella iba a estar ahí, pasara lo que pasara. Claro que no sabía que la amaba. Estaba encerrado en esa burbuja de indecisiones y dilemas, entre decidir si perder a Zenda, o morir. Tal vez por esa razón no quiso irse por ese lado, por el lado de Leah. Porque si decidía lo contrario a lo que finalmente decidió... Nada hubiera importado, y, egoístamente, la hubiese hecho sufrir.

 Sintió culpa al inicio. Culpa de haberse enamorado de Leah tan rápido, creyendo que le faltaba el respeto a la memoria y al amor de Zenda, sin percatarse de que, enamorarse de otra persona no dictaba que se iba a olvidar de aquella a quien más amó. Justificó muchos de esos sentimientos iniciales con el deseo de Zenda, más no con su propio juicio. Que si amaba a Leah, no importaba demasiado lo que sintió por Zenda, porque eran dos personas distintas, y así... Todos podían amar lo que fuera... Se lo dijo ese día luego de esa pesadilla y el pedido de ayuda de su Scire... No la amaba por que amó a Zenda... La amaba porque ella era Leah... No fue un reemplazo. Jamás lo iba a ser.

En un momento en su vida, ambas se cruzaron... Las amó al mismo tiempo... Y eso, eso era mayor prueba de que ninguna significó lo mismo. Y que amar a Leah no era consecuencia de haber perdido a Zenda, no era consecuencia de su soledad... No era consecuencia de su tristeza... Era consecuencia de ella misma. De ser la hermosa chica que fue con él, de haberse preocupado por su bienestar desde el inicio, de estar a su lado, consolar su pena... De ella haberlo amado... La amaba porque quería merecer ese amor.

«Amé a Zenda, amé a muchas personas... Amo a Leah, amo a muchas personas... Es lo que queda... No dejar de amar... Ya que, ¿Qué quedará para mi vida si no tomo esa decisión», pensó. Ahogarse en la desesperación de sentirse culpable por amar a una persona era una tontería. Zenda siempre formaría parte de esa etapa de su vida que dejó atrás, pasando a formar parte de su recuerdo con esa decisión. Zenda iba a ser el amor de su vida, claro que sí. Sin embargo... La vida era larga, una vida larga que ella quiso para él... Y en esa vida, donde sus decisiones sólo importaban en base a sus deseos, quería que Leah formara parte... Quería que ella caminara a su lado... ¿Por qué? Porque amó a dos personas en su vida... Una ya no estaba, y le dejó el resto del camino luego de ese final... Y otra... Otra sería ese reinicio que necesitaba... Ese motor que le daría significado a sus sueños, a su vida.

Una fue Zenda... Otra era Leah... No sabía si iba a vivir tanto tiempo... Pero tampoco se iba a preocupar por eso... Ya sabría qué hacer en el futuro si tal vez amaba a otra persona... La vida era impredecible... Y él... Ya había tomado una decisión... La cual no iba a cambiar... Y tal como Rhys le había dicho: «El amor no se olvida». Tan certero... Él nos las iba a olvidar jamás.

—Vlas... Yo... Creo que tengo que decirte algo también. —Ella fue ciertamente honesta, su mirada no se separó de la de su novio, porque sabía que lo que iba a decir, tal como él lo hizo... Iba a ser importante, para ambos—. Te amo... Vlas. —Y había algo más—. Desde que te conocí.

Vlas sonrió. Y comenzó a reír, con fuerza. Y con el brillo de sus ojos cada vez más acentuado. Ella era mágica... No la quería perder... No la quería lastimar... Y sí, obviamente la iba a cuidar. Nadie se iba a tener que preocupar por eso, jamás. Leah sería la madre de sus hijos, su esposa... Su compañera de vida... Hasta el final... Y pelearía contra el mundo de ser necesario... Por ella.

—Quédate a mi lado, Leah Foster... Por la eternidad. —Cuando su risa cesó, el abrazo en el que estaban entrelazados, fue suficiente. Y recostó su rostro en el hombro de ella, sintiendo su suave y pequeña mano acariciar su cabello... Eso... Eso era todo lo que quería sentir.

—Lo haré... Vlas Windsor... No te dejaré solo. —Ella sonrió junto con su declaración... Fue honesta, y eso era lo que más feliz la ponía.

«Siempre que me necesites... Estaré ahí».

 

Días después...

 

Fons, Ash, Residencia Harch - 26 de Abril - Año 526

 

 —Veintinueve años... ¡Feliz cumpleaños!

 Rhys apenas había abierto sus ojos esa mañana, cuando algunos intrépidos rayos de sol invadieron la habitación que compartía con Lara.

 Cierto. Lara... Ella era quien se había lanzado encima suyo al grito de: «¡Feliz cumpleaños!». Como hacía todos los años.

 —Lara, por Sun... Eso dolió. —Todavía semidormido, él se dio la vuelta en la cama, intentando acomodarse para que su esposa quitara su peso de encima suyo. En el correr del embarazo ella había crecido, y no era lo mismo que antes... ¿Pero por qué pensaba eso? Él la iba a amar igual—. Primero que nada, buenos días —dijo, cuando al fin pudo sentarse en la cama, con Lara a su lado.

 —Y qué buenos días... ¿Cierto? —ella dijo, emocionada.

 —Ey, estás más emocionada tú que yo —dijo él. Y era entendible, ¿Quién estaría emocionado el día de su cumpleaños? Al menos era el pensamiento que él tenía—. Un año más viejo que el anterior, maldita sea, y yo que creí que iba a ser joven toda la vida —dijo, entre queja y queja.

 —Eres un aguafiestas, Rhys... Más se notará que te estás volviendo viejo si comienzas con esas actitudes histéricas —indicó su esposa.

 —No me digas eso, por favor, me haces sentir mal —bromeó Rhys, llevándose su mano a su corazón, emulando dolor. 

 —Tu regalo. —Lara rápidamente tomó una caja que había dejado encima de la mesa de luz—. Espero te guste —dijo, dejándosela a su esposo en las manos.

 —Veamos. —Rhys comenzó a romper el papel de regalo, hasta llegar al último pedazo, y descubrir el regalo en su totalidad—. Una taza —dijo, insípidamente—. De nuevo.

 —Ey, me esforcé este año, no es culpa mía que no te guste recibir regalos —protestó Lara.

 —Lara, una cosa es que no me guste recibir regalos, otra muy distinta es que me regales tazas todos los años.

 —Pero mira, esta vez es distinto... Tiene una leyenda. —Ella tomó la taza y la giró, hasta que ambos pudieron ver lo que decía.

 —«Para el mejor papá del mundo» —Rhys leyó. ¿Qué era eso que su cuerpo había sentido? Al parecer el regalo le había movido un poco el corazón. Era lindo. Tan... Cursi... Típico de Lara—. Todavía no soy papá —dijo, obviando lo que había sucedido con Leah, sabía que Lara no se refería a eso con ese regalo.

 —Pero lo serás, y no sabes hace cuanto tiempo he esperado para regalarte algo parecido —declaró Lara, emocionada.

 —Qué bonita, gracias entonces... ¿Sabes? Intentaré con toda mi voluntad ser capaz de hacerle honor a esta frase —dijo Rhys, sacudiendo la taza en sus manos.

 —Lo harás, yo confió en ti... Ahora, vamos, te hice el desayuno también. —Lara se puso de pie, y sacudió a Rhys, con felicidad, para luego caminar hacia la puerta, y salir de la habitación.

 Rhys se quedó sentado en la cama. Confundido, consigo mismo, y con ese extraño intercambio con su esposa. Pero no podía evitar agradecer internamente por tenerla en su vida. Es que, ella era eso que él no expresaba, esa efusividad, tal ternura, tal cariño. Sólo lo hacía con ella, y si Lara no fuera parte de su vida, ¿Quién sería capaz de recibirlo? Seguramente nadie, sólo se lo guardaría para él. Eso le daría cierta angustia, un poco de tristeza, se sentiría más solo que de costumbre... Algo que Lara jamás le permitía. Y por eso... Aunque Lara fuera todo eso que él muchas veces renegaba, era ella, y sólo con ella podía aceptarlo... La excepción a la regla de su vida. La única capaz de romper el caparazón de Rhys Windsor en pedazos... Y abrazar su verdadera esencia... Lo más profundo de su alma. 

 Luego de un baño bajó hacia la cocina. ¿Por qué había tanto ruido? Aunque más que ruido... Era eso... Voces... No podía ser cierto.

 —Vaya, están todos —dijo, cuando al estar pasando por la puerta logró ver a Leah, Vlas y Lara en la cocina. Ellos voltearon luego de oír su voz—. Díganlo rápido... Saben que no soy amante de tales muestras de cariño —dijo, sacudiendo su mano, intentando quitarle importancia a la situación.

 —¿Que digamos qué? —preguntó Vlas, dirigiéndole una mirada insólita—. ¿Tú sabes algo, Leah? —le preguntó a la chica a su lado.

 —No, ¿De qué hablas, Rhys? —preguntó ella, con la misma mirada que Vlas tenía.

 —¿Eh? No me digan que no lo recuerdan. —Rhys, sin seguir su camino, quedó pasmado ante las miradas e ingenuidad de los chicos, ¿No se acordaban de su cumpleaños? Dirigió la suya a Lara, ella estaba detrás de la barra de la cocina, cargando con ella un plato con un pastel en una mano, y una taza de café en otra... Esa taza—. Lara... Creí que... —apenas comenzó.

 —¿Creíste qué? —preguntó su esposa.

 —Creí que se los había dicho... Sin ir más lejos, ¿Cómo lo pudieron olvidar? —preguntó, desanimado, ¿Eso lo había logrado que ellos no recordaran esa fecha? Se sentía triste, no lo iba a negar.

 Los tres estallaron en risas apenas oír su atónita pregunta. «¿Qué sucede en este lugar?», pensó, cuando sólo las carcajadas de su familia se escuchaban en la habitación.

 —Ey... ¿Qué pasa? No entiendo nada —preguntó, desconcertado. Todo era tan extraño.

 —Les dije que mentía, obviamente le encanta ser el centro de atención, pero lo niega —declaró Lara, casi con un tono de voz orgulloso—. Les dije a los chicos que hicieran como que no recordaban tu cumpleaños, ya que tú siempre dices que no te gusta que te saluden o recibir regalos en este... Pero como lo sé yo, lo sabes tú, y lo sabemos todos... En realidad, sólo te haces el que no le importa, a final de cuentas... Amas ser amado, Rhys Windsor.

 —¿Ustedes me hicieron una broma en el día de mi cumpleaños? Eso es mala suerte, para aquellos que hacen la broma de hecho, el cumpleañeros recibe esa suerte, es una antigua leyenda Indil —comentó Rhys, comenzando a caminar la parte de la cocina donde ellos estaban.

 —Feliz cumpleaños, papá. —Leah fue la primera en saludarlo—. Mira, te hice esto —añadió, sacando de debajo de su asiento una caja, no tan grande, del tamaño de un libro quizás.

 —¿Qué es? —preguntó Rhys, desatando poco a poco el moño que la cubría—. Oh... ¿Soy yo? —preguntó, al sacar el retrato dentro de la caja en su totalidad.

 «Vaya, esta chica dibuja demasiado bien, parece tan realista», pensó, al apreciar mejor el retrato. Seguramente había usado una foto de él como base, pero incluso parecía que sólo la había copiado con su energía, ella era demasiado talentosa.

 —Vlas me ha ayudado mucho a pulir mi habilidad en retratos, usamos una foto tuya de las que tienes en tu habitación como modelo —indicó la chica, emocionada.

 —¿Mi habitación? —preguntó Rhys, dirigiendo su mirada a Lara. Si alguien les había permitido el paso no era nadie más que ella—. ¿Tienes algo que ver en esto, Lara?

 —Rhys, ella se esforzó en esto... Un «gracias» al menos, ¿No crees? —Lara lo miró, cruzando sus brazos, obviamente con intenciones de golpearlo, ¿Por qué él era tan complicado? A veces sólo quería hacerlo entender, pero él no ayudaba.

 —¿Un «gracias»? —Rhys preguntó, bajando su mirada de nuevo al retrato. «Por Sun, que atractivo soy», pensó, esbozando una sonrisa—. Es probablemente el mejor regalo que me han dado en mucho tiempo, chica... Gracias, admiro tu esfuerzo —declaró, al fin.

 —De nada, papá. —La chica le regaló una brillante sonrisa, su emoción aumentó aún más.

 Que ella le dijera «papá» todavía le era chocante, aunque debía comenzar a acostumbrarse, cada vez quedaba menos para que otra personita se lo dijera todos los días de su vida. A veces pensaba que jamás iba a acostumbrarse, que, tal vez... No iba a estar preparado, pero borraba tales pensamientos ya que eso sólo lo hacía sentirse algo triste de la misma manera, y charlarlo con Lara no era algo que quería, sólo la preocuparía, y ella estaba emocionada a la vez que preocupada con todo lo que estaba sucediendo. Él sabía que iba a tener errores, esa figura y pensamiento que tenía de sí mismo de ser perfecto se había desvanecido mucho tiempo atrás... Aun así, haría lo posible para ser para su hijo la figura paterna que él jamás pudo tener.

 —Yo, no tengo un retrato, tampoco una taza que diga que eres el mejor padre del mundo, pero tengo esto. —Vlas dio algunos pasos hacia adelante, hasta pararse cerca de Rhys, ahí... Le extendió la mano abierta—. Feliz cumpleaños, Rhys, supongo que lo quieres de vuelta —añadió.

 —Pero eso es tuyo —dijo Rhys, sin tomar eso que su hermano llevaba en su mano.

 —Es tuyo, te lo debí haber devuelto cuando volviste a Remia, sin embargo, cuando lo encontraste me lo diste de nuevo... Rhys, tú cumpliste tu promesa, por lo tanto... Esto debe volver a su dueño original —Vlas insistió.

 Rhys siguió con su mirada posada sobre ese botón de plata que su hermano le estaba devolviendo. Cuando lo encontró en Remia sólo se puso feliz de saber que Vlas todavía lo guardaba, pero haber estado concentrado en todo lo demás, no le dio la importancia significativa que tal acción tenía. Él realmente pensó no volver jamás a su hogar luego de habérselo dejado a su hermano, casi once años atrás. Sintió que eso debía ser lo único que dejara atrás, el único recuerdo que él iba a poder guardar, de lo que fue su hermano, de lo que fue su vida. Pero, al final, sí volvió, volvió a su hogar, por su madre, por su hermano... Y cumplió su promesa.

 «Tal vez es momento de terminar con esa etapa», pensó, debatiendo en sí mismo si tomar o no ese botón. Si lo hacía, se iba a sentir aliviado, aun sabiendo los cientos de errores que cometió en el pasado, en esos diez años en los cuales la promesa se mantuvo en vilo. Y si no lo hacía, la promesa iba a seguir vigente, tal opción de tener que irse de nuevo existiría. De irse de nuevo, y tener que volver, una y otra vez... ¿Eso era lo que quería? No, no era lo que quería... Irse de nuevo era inadmisible, por Lara, por Leah, por Vlas, por su madre, y por esa personita que le iba a decir «papá».

 «Toma ese botón, es el primer paso». Era el primer paso, si quería ser un buen padre, si quería ser feliz, si quería cumplir todas las promesas que vinieron luego de la que le hizo a su hermano... Tenía que hacerlo... Cerrar esa etapa, de una vez por todas... Admitir... Que lo único que quería era ser feliz, y dejar de huir de esa sensación... Tal vez hipócrita... Tal vez inmerecida... Pero... Era lo que quería... Y su vida era sólo suya... La vida que había elegido vivir. Con ellas. Con él... Con todos.

 —Gracias, Vlas. —Tomó ese botón—. Cumplí esa promesa, y ahora estás aquí a mi lado, en mi cumpleaños... Con mi familia —dijo, y su mirada recorrió los rostros de todos—. Gracias por acompañarme este día... En realidad, no es que odie los cumpleaños, sólo que... Desde que Demian ya no está a mi lado, estos perdieron un poco de sentido... Todos los años él me despertaba con un desayuno, pasábamos el día juntos y al final lo terminábamos en casa tomando helado y jugando videojuegos... Y este es el año número diez que lo vivo sin él, así como su aniversario de muerte, y su cumpleaños... Es un día importante, donde lo recuerdo demasiado... No odio los cumpleaños, odio la sensación de pérdida que estos me otorgan, de angustia... De haberlo perdido... Lo siento por pensar en eso antes de pensar en todo lo lindo que rodea este día para mí, como que ustedes estén a mi lado, o un año más que tengo de vida... Lo siento, pero a veces... Me pongo un poco sentimental.

«Y a veces, otro poco sincero... Aun sabiendo que les estoy mintiendo», pensó, luego de terminar su discurso.

—Que lindo cuando te pones así —declaró Lara, acercándose a él desde la espalda. Pasó sus brazos por los hombros de su esposo y acercó su rostro al de él, hasta darle un beso en la mejilla—. Eres todo para nosotros, tonto... No debes pedir disculpas, te comprendemos —aseguró.

—Lo hacemos, papá. —Leah se acercó a él, y se unió a Lara en su abrazo.

—¿Sólo chicas? —preguntó Vlas, amagando a unirse al abrazo.

—Ven aquí tonto. —Rhys logró alcanzar su brazo y lo llevó consigo—. Los amo —le dijo, a los tres, fundidos en un abrazo.

—Nosotros también, Rhys... Te amamos —Lara habló por todos.

El silencio invadió la sala, melancólica y enternecedora. Con una invaluable emoción dejada en claro.

La luz del sol apenas cruzaba las cortinas de la cocina que daba hacia el patio trasero. Pero era suficiente para que cayera sobre ellos. Iluminando el abrazo como ese mismo abrazo iluminaba la vida de Rhys... La de todos. Como iluminaba su amor. Y aquel sentimiento que aún quería recuperar.