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La Leyenda del Scire

Vlas Windsor vive en tranquilidad en su reino natal, Remia... Con una alta posición en la sociedad, fama, dinero, influencia y reconocimiento, se considera feliz, mayormente recordando que siempre se encuentra acompañado de sus mejores amigas: Zenda y Kora Allen. Quizás su vida parecía demasiado perfecta para ser real, pero en realidad había únicamente una cosa que lo atormentaba desde aquella fría noche que tuvo lugar diez años atrás... Esas pérdidas que lo marcaron para siempre. Rhys Windsor reside en Fons, acompañado de su hermosa esposa, Lara Harch, y de la hija adoptiva de ambos, la joven Leah Foster, además de otras personas que conoció en su recorrido por el mundo en el transcurso de unos largos diez años; a quienes terminó por tomarle mucho cariño. Con la idea de protegerlos y darles felicidad tiene sólo un propósito en su cabeza... Acabar con su padre de una vez por todas. Pero aunque parezca algo simple para él y todas sus hazañas logradas, se torna complicado cuando los fantasmas del pasado reaparecen y debe cumplir esa promesa que parecía haberse roto hacía demasiado tiempo, volver a por su hermano y su madre a su hogar, Remia, temiendo que el dolor por aquella fría noche que tuvo lugar diez años atrás todavía siguiera latente. Luego de esa repentina caída de asteroides en Remia todo cambia para los hermanos Windsor. Rhys regresa a Remia dispuesto a acabar con la tragedia en su familia para siempre, y la vida de Vlas da un giro inesperado dejando a su destino esperando por él... Con esa decisión que lo torturará por lo que dure su vida. Quizás el talento y la estirpe Di Rem-Windsor fueron su mayor perdición, pero poder superar los obstáculos que hicieron presencia en sus vidas a causa de sus inevitables destinos es el impulso que los hace seguir adelante... Lo único que desean es no ceder ante aquello que siempre despreciaron, y que al final, les terminó quitando todo...

FlageAc · Action
Pas assez d’évaluations
73 Chs

Capítulo 24: El amor, y sus consecuencias  

Fons, Pines, Residencia Harch - 3 de Abril - Año 526

 

—Deberías hablar con Rhys cuando todo esto termine, creo que él tiene algunas cosas que decirte, algunas cosas que quizás quieres escuchar. —Lara siguió con su intento de convencer a Leah.

 —No tiene sentido hacerlo, no quiero seguir escuchando sus disculpas, siento que me trata como a una niña procurando que no me doy cuenta la verdadera razón detrás del motivo por el cual me lo ocultó tanto tiempo —respondió Leah.

Ya se le había pasado su enojo inicial, estaba siendo más receptiva, pero de todas maneras todavía tenía un poco de molestia encima, de ahí su pertinaz negación.

 —Él no te trata como a una niña, cariño, él sólo quiere que entiendas que no lo hizo adrede, realmente lo hizo para protegerte, ya te lo dije, yo también pensé lo mismo que él cuando me enteré, y no te molestaste conmigo aunque hayamos tenido las mismas razones y el mismo accionar.

 Leah se encontraba sentada en el sillón, cabizbajo, acariciando con sus dedos el anillo que usaba en el dedo anular de su mano izquierda. Había sido un regalo de Rhys en su cumpleaños número quince, le gustaba que este tuviera una mariposa con algunos pequeños diamantes incrustados. Si mal no recordaba él lo había diseñado específicamente para ella, luego de que descubriera que le gustaban mucho las mariposas. A ella siempre le encantó ese detalle de su parte, no sólo por el regalo, sino por el hecho de haber recordado una nimiedad, como lo era su gusto por las mariposas.

 Pensándolo bien, luego del impacto inicial apenas recibir la noticia de que él le había ocultado la verdad sobre la muerte de sus padres sintió muchas ganas de odiarlo, de no volver a hablarle en su vida. Pero sólo fue eso, la conmoción luego de tal declaración. Más tarde se tranquilizó, escuchó las palabras de Lara, y comprendió un poco el motivo de Rhys. Pero ojalá fuera fácil sólo dejarlo pasar, sin más, olvidando la rabia que sentía al pensar en que si lo hubiera sabido desde el principio no habría sufrido tanto, no habría lastimado a Lara con sus palabras, no todo habría sido cuesta arriba en su camino de sanación, no habría vivido años tratando de encontrar una respuesta.

No se habría enojado en vano. Estuvo mucho tiempo enojada, ¿Con qué?

Con el motivo que él le ocultó.

 —Quizás... Quizás podría hacerlo —dijo ella, bajando su voz, sin dejar de mirar su anillo.

Sería egoísta no escuchar lo que él tuviera para decir. Al menos para cerrar el tema, luego podría sacar su propia conclusión.

 —Mi amor — Lara la llamó, agachándose frente a ella. Alzó el rostro de su hija con su pulgas, para que ella la mirara a los ojos—. Él no tiene la culpa de lo que pasó, tú tampoco, ni yo, ni tus padres, ni los míos... La tragedia nos azotó inesperadamente, el culpable ya tuvo su castigo, y nuestros padres ya pueden descansar en paz, ahora sólo nos queda recordarlos para siempre con una sonrisa... Es lo mínimo que podemos hacer luego de todo lo que ellos nos dieron, ¿No crees? —preguntó ella, con sus cálidas manos apretando las de Leah.

No sólo sus manos eran cálidas. La sonrisa de Lara le daba seguridad en todo momento. Siete años después del principio de su relación y ella nunca dejó de darle esa sensación. Y tenía razón, porque gracias a lo que ella hizo fue que pudo seguir adelante, y ella actuó de tal manera siguiendo la voluntad de sus padres, y de los suyos... No había otra persona más indicada que Lara para decirle que siguieran adelante, dejando atrás el sufrimiento. Volviendo a cero, con ilusión, con esperanza... Con amor y un poco de nostalgia.

Ella debía seguir ese camino si quería realmente conseguir eso que anhelaba, no seguir atada a la idea de que la muerte de sus padres fue la razón del comienzo de sus miedos, de sus inseguridades, de sus errores... Porque ellos no lo eligieron así, y ella tampoco, no podía volcar años de una estúpida emoción aislada a sólo su pérdida, porque sería tonto reducir todo a un suceso, a algo que no duró más de un instante.

Ella fue la que se arraigó al sufrimiento que eso causó, sin más, no podía olvidar lo que sintió, obviamente, eran sus padres, y los había perdido. Pero reducir todo lo que le sucedió a sólo eso, ¿No era complacencia? Sólo echarle la culpa a tal situación. Y a nada más.

No quería reducirse a tan poco. No quería vivir toda su vida con ese pensamiento en su mente. No avanzaría jamás. No aprendería a vivir por sí sola juzgando sus propias decisiones, sólo sería un ida y vuelta de arrepentimientos, dependiendo de una memoria errada, de un sentimiento que no quería sentir, de la amargura de no poder recordarlos con felicidad, sólo con esa sensación de vacío.

 Era una estupidez. Era una estupidez limitar la memoria de sus padres a la tristeza, sabiendo que doce años de su vida estaban junto a ellos, y que, como Lara le había dicho... Podía hacerlo con una sonrisa en su rostro... Porque fue lo que ellos le dejaron.

Y porque esa era la vida que ella quería vivir luego de que pudo darle tal valor.

 —Han pasado muchos años Lara, la memoria de mis padres sigue vigente, también el dolor de su pérdida, pero creo que es momento de comenzar a superar tal acontecimiento... No quiero vivir estancada en eso toda mi vida, no es bueno para mí ni para las personas que me rodean, no quiero que los demás sufran viéndome sufrir, es egoísta —declaró Leah, extendiendo sus manos hasta llegar a los hombros de Lara. Ahí se inclinó un poco, y le dio un abrazo—. Gracias por estar siempre, mamá... Gracias por nunca dejarme sola, y aguantar todas mis estupideces, por consentirme, por tratarme como una reina, y por hacerme sentir que cada día que estás a mi lado es un motivo para vivir... Gracias, no puedo decir más —murmuró, cubriéndose el rostro al hundirlo en los brazos de Lara.

Ella rio con dulzura y recostó sus manos en el cabello de su hija, acariciándolo con suavidad. 

 —Tonta... Sabes que no tienes que agradecerme por nada de lo que hice por ti, lo hice porque te amo, y porque siempre velaré por tu bien, pase lo que pase —aseguró.

 A lo mejor fue el miedo de que Leah nunca la viera como una figura materna. O de no poder hacerse cargo de su crianza. De no tener esas cualidades que le dieran tal estatus. Fue un miedo algo normalizado en ese momento en el cual la conoció, cuando sólo la azotaba la culpa y el arrepentimiento. Un miedo proveniente de no poder salvar a nadie. De que Rhys se fuera de su lado. De que sus padres perdieran sus vidas. Un miedo que la hizo sentirse la culpable de la tragedia en la vida de muchas personas.

No estuvo a la altura de muchas situaciones que causaron una carga autoimpuesta en su mente, un mal del cual no podía escapar. La presión de encargarse de tanto, no pudiendo siquiera arreglar su propia vida, de sentirse culpable, de sentirse vacía, de menospreciar su existencia, de no sentir que tuviera la gracia divina de estar viva en consecuencia a todo el daño que causó.

Sólo debía pagar sus pecados, aunque jamás fuera suficiente todo lo que hiciera, nunca arreglaría nada de lo que dañó... Y entre esa caída y esa oscuridad, sólo le quedó enfrentar a la muerte. Cara a cara. Esperando en silencio un sentimiento que la librara de tal peso, con la silueta difusa de aquel dolor que parecía no desaparecer jamás. Sólo necesitando recibir respuesta a ese alejado y silencioso: «Perdón».

 Rhys y Leah... Ellos sostuvieron su espíritu para que este no sucumbiera ante la nada de la eternidad. Para que ella pudiera verlos a la cara y decirles la verdad. Ellos entendieron el significado de su pena, de sus demonios internos, y de cada sensación de vacío que acaecía en su alma. Ellos entendieron las represalias de sus actos, las consecuencias de su ira, aquellas que dejaron paso a un camino de heridas sin sanar, que no parecían querer sentirse aliviadas, o que no podían sentirse aliviadas. Así como su corazón tampoco quería sentirse amado, ni podía sentirse amado. No hasta que esa condena se acabara. Hasta que le soltara la mano a esos errores pasados cargados de miseria.

Ante ese sentimiento de ruina, sólo la misericordia de ella sería su salvación. Si la persona que más sufrió por sus actos la entendía y la perdonaba... Podía aceptar ser amada por ella, podía aceptar ser iluminada por su luz, podía aceptar que su mano la sacara del pozo de oscuridad en el que se encontraba. Podía aceptar mirarla a los ojos y ver su futuro. Ver su felicidad. Un motivo más allá que ese egoísmo que la llevó a la ruina. Que le pudrió el alma.

 No acompañaba el sueño de Rhys por ella misma. No era ausente de defectos y de deudas, de pecados y de maldiciones. No era ausente de nada de lo que la arrinconó al fuego del infierno en el pasado. Pero mientras Leah sonriera y le diera validación a sus acciones, podía sentir que valía la pena seguir viviendo para remediar tales actos. Para satisfacer cierto deseo de amor encontrado en la chica que supo ver más allá de su superficie. Para darle un mundo en el que todo lo que ella hizo mal, dejara de existir.

Sí, era una redención propia, pero dirigida a quien le había dado motivos para volver a sentirse amada y necesitada... Era una redención propia que Leah le había otorgado... Luchar nunca iba a ser en vano si era por ella. Si era por su amor. Por su felicidad.

 «Por todo lo que hice, por todo lo que haré, por todo lo que pude darte, por todo lo que te quité... Por ti, y por tu felicidad, por tu perdón... Por tu salvación».

 Era simple, vivir sólo por y para ella misma nunca iba a tener sentido si volvía a llevarla a lo más sombrío de su propia alma. Dejó de querer ser individualista cuando conoció la soledad... Y eso era mucho peor que la culpa. Llegó a tener ambas, y sólo una podía eliminar de sí misma, ya que no volvería a cometer los mismo errores, por lo que no podía desechar su culpa y sus enseñanzas. Y como siempre lo supo. Prefería escapar de la soledad antes de dejarse absorber por el vacío de esta.

 Siempre habría un arcoíris detrás de la tormenta. Siempre habría forma de volver a sanar luego de tal daño emocional. Siempre existiría el mañana. Y ella sólo quería un mañana con ellos a su lado, ese era su único sentido.

Esa era su única redención. Su única libertad. 

 

Mientras tanto...

 

 Republica de Zardie, Meta, Casa de Gobierno - 3 de Abril - Año 526

 

Un camino de contras, nunca hubo un pro. No quiso aceptar su equivocación, porque sólo veía esa cara de la moneda. No permitió percibir el panorama entero y sólo quiso ir en contra de todo lo que no coincidiera con su ideología. Pero nadie tenía la razón en su totalidad, la disparidad del mundo era obvia, para él, para sus rivales, para sus enemigos, para sus aliados incluso. No todo tenía arreglo. Y aquel que no conocía su historia estaba destinado a repetirla.

Morir en guerra no era su sueño, pero era lo único que buscaba sin razón, ahogado en un pozo sin fondo que no le daba más que insatisfacción. ¿Qué le daría vivir para algo de lo que no tenía futuro? Cuando llegara ese momento el vacío sería inmenso, ¿Y su vida? Desdichada e indigna. Como la de aquellas personas que no quiso dejar atrás. No seguía su camino por voluntad propia, quizás una voluntad que creía propia, pero propiedad del odio y de la ira.

Propiedad de la desgracia. Propiedad de la desesperanza.

 —Yoh.

A lo lejos oyó su nombre, luego del sonido de una puerta abrirse con fuerza. Realmente estaba lejos, no podía verlo... No quería verlo. La vergüenza, la aflicción, el fracaso... ¿Eso le había abrumado su alma?

—Michelle —dijo.

Si esa voz que lo llamó tuviera nombre sólo podía ser ese... No quería seguir estando equivocado. No podía hacerlo.

Paso tras paso. Cada vez se acercaban más, no estaban tan lejos después de todo, o quizás era él el que no podía distinguirlo, perdido entre la distancia y la proximidad. Sólo debía descubrir de qué estaba lejos, y de qué estaba cerca.

—Mírate... ¿Qué hiciste, Yoh? ¿No te lo dije? Te dije que sería un error... ¿Por qué no te das cuenta de que estás por el mal camino, Yoh? Maldita sea.

Sabía que ella estaba enojada con él. Se fue sin avisarle, a una misión suicida, de la cual ella se negaba... Quizás de eso se estaba alejando... Aunque todavía seguía sin darse cuenta.

—No pasó nada... Sólo fue... Sólo fue un ajuste de cuentas —murmuró él, con ese ligero tono de broma que ella siempre odiaba.

—Deja de tomarte todo a la ligera, imbécil... ¿Acaso no te importa nada? ¿Qué hubiera hecho sin ti? Dímelo, Yoh.

Ella ya estaba a su lado, estaba más cerca que nunca, tomando su mano, y aunque estuviera enojada, su preocupación era genuina.

—Sí, me importas tú, por eso fui... Lo hice por ti, si lo lograba no ibas a necesitarme de nuevo... ¿Era lo que querías, cierto?

—No entiendes nada, Yoh... ¿Por qué arriesgarse tanto por algo que no tiene solución? Yo no necesito tu salvación, ni lo que perdimos en la guerra, ni que los que me dañaron paguen por eso... Sólo quiero que tú te des cuenta del error que cometes llegando tan lejos... Sólo no quiero quedarme sin ti.

Él escuchó algunos sollozos a medida que ella decía eso.

—Ey... Sé a lo que te refieres, quédate tranquila. —Intentó calmarla—. Pero sacrifiqué gran parte de mi vida para eso... Debes entenderme, Michelle, debes entender que no sólo depende de mí, o de ti... Depende de la nación, del futuro, del legado de mi padre y de mi maestro... Depende de tanto.

—Tanto que no comprendes... Tanto que ya se perdió... Tanto que no volverá — ella lo interrumpió—. En serio, Yoh... ¿Qué finalidad tiene esto? ¿Morir sin nadie a tu lado? Repleto de arrepentimientos y sin haber podido disfrutar tu vida jamás... Sólo hay una oportunidad de que puedas vivirla, y el tiempo corre, Yoh, dejando atrás muchas cosas que deberían quedarse atrás... Dime, Yoh, ¿Acaso eres el único que sufrió las consecuencias de la guerra? —preguntó ella.

La respuesta de aquella pregunta que él le hizo a Lee volvió a su cabeza.

—Creo que todavía debo comprender muy bien a lo que me refiero con «salvación»... Ya que hay algunos que no la tienen —declaró, apretando la mano de Michelle. Recordó a su padre, recordó a su maestro... Se recordó a sí mismo.

—Por favor, Yoh... Deja el pasado atrás, todo lo que nos lastimó, todo lo que perdimos... Sufrimos demasiado como para pretender seguir haciéndolo en lo que nos queda de vida... Y menos ahora, que tenemos tanto por delante... Si realmente quieres solucionar algo, comienza por Zardie, comienza por ti... Comienza por lo que te pertenece... Lo que realmente te pertenece, Yoh, no lo que pretendes «recuperar».

—Te amo Michelle. —Él abrió sus ojos y apreció la mirada de su novia, repleta de humanidad.

Ella realmente sabía de lo que hablaba... Y con firmes bases en su pensamiento... No se iba a equivocar con tal afirmación... Tal vez debería comenzar a hacerle caso... Debería comenzar a vivir por lo que él quería vivir.

—Entonces demuéstralo, Yoh... No permitas que vuelva a tener esa sensación que tengo cada que te lanzas al vacío sin pensarlo dos veces... No me hagas infeliz... Demuestra que puedes cambiar, y que todo lo que representas puede ser una verdadera salvación... ¿Qué piensas, Yoh?

«¿Qué piensas Yoh?», se repitió en su mente. Eso se iba a volver costumbre desde ese momento... Siempre debía recordar lo que él pensaba... Lo que él quería.

—Pienso tantas cosas... Pero en este momento, pienso que no te quiero volver a hacer sufrir —dijo, esbozando apenas una sonrisa a la mitad, el resto de heridas de su cuerpo impedía que pudiera hacerlo en su totalidad. Pero Michelle lo entendió, porque se inclinó un poco en su postura y acariciando con suavidad su rostro llegó hasta sus labios, y le dio un beso.

—Es el comienzo Yoh, sé que no será fácil... Pero podemos intentarlo.

—Sólo no te vayas de mi lado, quiero demostrarte que puedo hacerlo... Querida.

—No lo haré... Te prometo que no lo haré.

Y junto con esa promesa también llegó ese abrazo... Ese abrazo podía ser el lugar al cual pertenecía... Aquel que le daba la respuesta a su pregunta.

Tal vez... Aquel abrazo era la salvación.

 

Más tarde...

 

Fons, Pines, Residencia Harch - 3 de Abril - Año 526

 

 —¿Cómo se encuentra? —preguntó Lara, viendo entrar a Kit a la sala.

Él llevaba la chaqueta de Dean en su mano, la dejó en una silla antes de tomar asiento en uno de los sillones de la sala. Frente al que estaban sentadas Lara y Leah.

 —No ha despertado todavía, pero es sólo cansancio, está recuperando su energía... Cassie se quedó con él —respondió Kit, recostándose en el almohadón que tenía en su espalda. Alzó sus manos y ligeramente rascó su cabeza—. Por cierto, ¿Mya y Vlas no volvieron? —preguntó.

 —No, Rhys fue a asegurarse de que estuvieran a salvo, pero sabiendo que le pidió a alguien como Jean que se encargara de vigilarlos probablemente ellos estén bien —respondió Lara.

 —Mejor así —asintió Kit, y luego se quedó en silencio, recostado en su lugar, apreciando la ventana que daba hacia afuera.

 El ambiente de incertidumbre seguía ahí, hasta que todos estuvieran juntos no se iría. Leah sostenía la mano de su madre, algo nerviosa, pensar en Vlas la tenía insegura, sabía que estaba a salvo, pero no iba a dejar de estar preocupada hasta que lo viera con sus propios ojos.

 —Listo... Llegamos.

Todos alzaron sus miradas al escuchar la animada voz de Mya.

 En el rostro de Leah rápidamente se formó una sonrisa cuando logró divisarlo caminando hacia el centro de la sala. No dudó mucho, sólo se puso de pie en un instante y corrió hasta lanzarse a él. 

 —¡Vlas! —Él la atrapó en el aire y se unieron en un fuerte abrazo. El impulso hizo que ambos cayeran al suelo entre risas—. Estás bien —dijo ella, apreciando la sonrisa en el rostro de Vlas.

Él no respondió, sólo tomó el rostro de ella apoyando las manos en sus mejillas, acercándolo hacia el suyo. Logró darle un beso al final.

 —Claro que estoy bien, bonita... ¿Acaso no confiabas en mi poder? —preguntó él, con gracia.

Ella acercó su cabeza hasta su pecho, y se mantuvo ahí unos segundos.

 —Estaba preocupada, tonto... No sabes lo aliviada que estoy —susurró ella, sintiendo la mano de Vlas apoyarse en su cintura.

 Él seguía con su mirada sobre Leah, pero cuando por instinto miró a Lara notó una sonrisa en su rostro. Ella formó un corazón con sus manos cuando advirtió que él la estaba mirando. Vlas no pudo evitar reír ante su reacción. Leah seguía en su lugar, y todos los estaban mirando, acostados en el suelo en el medio de la sala. Era una situación hilarante, pero le dio un poco de vergüenza luego de caer en cuenta.

 —Ey, bonita... ¿Sabes? Me duele mucho el cuerpo, ¿Podemos sentarnos en el sillón? —preguntó, acercándose a su oído.

 Leah alzó su mirada al escucharlo, en ese instante notó exactamente lo mismo que Vlas había notado antes. Ligeramente se sintió un poco avergonzada también.

 —Sí, perdón por eso —musitó, poniéndose de pie rápidamente. Ella extendió su mano frente a él, predispuesta a ayudarlo a ponerse de pie.

Vlas le sonrió y tomó su mano con confianza, para que luego de un tirón de su parte pueda ponerse de pie junto a ella.

 —¿Estás bien, Vlas? —Kit se acercó desde atrás—. Debe haber sido un combate duro, ¿No es así?

 —Ni que lo digas —suspiró Vlas, volviéndose a Mya—. Mya le dio una paliza... Debieron verlo, fue una demostración de poder que nunca vi antes... Quizás sólo con Rhys, pero debieron verlo —insistió Vlas, con emoción.

Todos voltearon a Mya, ella ya había esbozado una sonrisa orgullosa. Como siempre hacía. 

 —Ey, no fue tan así, aunque si le di un poco de su propia medicina... Pero, ¿Saben lo que esperaba? Que alguien también viniera corriendo hacia mí y me lanzara al suelo en un abrazo —bromeó ella, lanzándole una mirada a Leah. Desató las risas de todos con su comentario.

 —Cierto, tú te pones celosa. —Leah comenzó a caminar hacia ella entre risas, antes de que pudiera siquiera subir esos tres escalones que separaban la sala de la entrada ya había extendido sus brazos para alcanzar a Mya—. Que suerte que estás bien, tonta —agradeció, cuando logró darle un abrazo.

 —¿Ves, Vlas? Leah es mía —declaró Mya, sosteniendo a su amiga con su brazo. Oyó las risas de la chica y también sintió la necesidad de hacerlo. Aunque entre tantas risas y bromas se percató de un elemento faltante, porque todo eso sólo le hizo recordar a Dean—. Espera... ¿Dónde está Dean? ¿No estaba contigo, Kit? ¿Por qué no está aquí? —preguntó, señalando a todos con su dedo. Las risas cesaron, el silencio dio una respuesta que no quería recibir, por eso, intentando encontrarle sentido a ese extraño cambio de ambiente, dirigió su mirada a Kit, cuando este se dio cuenta que ella lo miraba, bajó su rostro... Le estaba intentando ocultar algo—. ¿Qué pasa Kit? —Se acercó a él, con exigencia. Kit seguía sin alzar su rostro.

 —Mya... Pasó algo, pero Dean está bien, quédate tranquila —informó Kit.

Pero eso no era suficiente para tranquilizar a Mya. Y el hecho de que él no la mirara a los ojos para decirle eso fue lo que la tenía algo confundida todavía.

 —Dime que no lo hizo —dijo ella, tragando saliva. Una ruin sensación estremecedora recorrió su cuerpo cuando ese pensamiento pasó por su mente—. Kit... Dime que no lo hizo —insistió.

 —No, Mya... No lo hizo, peleó mucho y llegó a su límite, sabes que él no es bueno dándole un uso eficiente a su energía, abusó mucho de sus poderes y se terminó por desmayar. —Kit al fin alzó su mirada.

Mya notó que no mentía.

 —¿Dónde está? —inquirió.

 —Ven —la llamó Lara, tomándola de la mano—. Sígueme —agregó, llevándola con ella.

Ambas desaparecieron en el pasillo de las habitaciones. Hasta que su figura dejó de verse luego de cruzar la puerta ella no dejó de asediar a Kit con su mirada.

 —Me va a matar —aseguró él, negando con su cabeza apenas dejó de ver a Mya.

 —¿Qué pasó con Dean? —preguntó Vlas, con curiosidad.

Él había estado presenciando todo el intercambio entre ellos con cierto interés. Notó la preocupación en los ojos de Mya, en su tono de voz, en sus preguntas entrecortadas. También había notado el miedo de Kit ante la firme y exigente personalidad de Mya. Aunque más que miedo, era respeto, o miramiento.

—Es una larga historia —dijo Kit, tomando asiento.

Vlas miró a Leah buscando respuesta, ella asintió al notar su mirada... Así que ella también lo sabía.

—Creo que tenemos tiempo. —Vlas lo acompañó en el sillón, sentándose a su lado.

Kit lo miró y soltó una amistosa risa.

—Bien... Te la contaré.

 

Mientras tanto...

 

Fons, Ash - 3 de Abril - Año 526

 

 No parecía ser la ciudad más famosa del mundo. La capital de la prosperidad, el orgullo más grande de cada uno de los ciudadanos fonsesés. Ash era la ciudad más grande del reino más grande del mundo. Un hito en la historia de la humanidad, el significado de hegemonía, de avance y de fuerza... El significado de la grandeza que representaba Fons... Pero en ese momento no era más que ruinas, tierra, escombros. Los modernos rascacielos que llegaban casi al cielo se encontraban adornando una desesperanzadora vista, bajo ellos no había nada, las calles vacías, el aire lleno de polvo. Sólo el ruido de sirenas, murmullos, llantos, penas. El desolador ambiente de la guerra. Las consecuencias de las luchas que involucraban más allá que sólo el ego de los combatientes... Y como Rhys lo supuso, lo único que todavía se mantenía en pie era el palacio.

La estructura seguía impoluta, sin daños, siempre pensó que era indestructible, tanto como impenetrable o monumental. Pero si era algo que el mismísimo Delta había construido, podía entenderse la razón de tal estabilidad.

 Rhys caminó entre pedazos de edificios gigantes que alcanzaban el tamaño de casas de dos pisos quizás, muchos de estos eran parte de lo que unas horas antes era el edificio más alto de Fons: La Torre Light. Era un edificio de no más de quince años, fue construido sólo como un homenaje por los quinientos años de la nación. Aunque en esa época solamente se entendió como un movimiento político del antiguo rey para alegrar a las masas y alejar la vista de lo que estaba sucediendo a las afueras de la nación entre los pueblos de la periferia, con los grupos revolucionarios alzándose ante el Ejército de Fons. El comienzo de la Guerra de Fons. Diez años atrás.

 —Pequeñas consecuencias que se arreglaran en no más de un par de meses... Fons sigue siendo Fons... La nación invicta.

 Rhys había llegado a la entrada del palacio. Una puerta de acero fonsés de casi cinco metros de alto y tres de ancho, decorada con el emblema de la casa Ex Fons: Dos espadas plateadas cruzadas detrás de una corona dorada. Esta se podía divisar detrás de varios pilares de piedra blanca, que sostenían los techos del mismo material que se alzaban a lo alto, convirtiéndose en torres altas y balcones que señalaban las habitaciones especiales. Hasta llegar a lo más alto, donde la cúpula del salón de eventos hacía presencia.

 El camino a la entrada era una extensa explanada de unos cien metros de largo, y la mitad de ancho. En esta había estado ubicado el escenario justo frente a la puerta, delante de los pilares, y los asientos de los invitados repartidos por todo el extenso suelo de losa de piedra gris. En ese momento ya no quedaba nada de lo que hubo esa tarde en ese lugar.

 —¿Qué haces aquí? —preguntó Rhys, frenando antes de subir esos escalones que lo dejarían a centímetros de la puerta. Él estaba sentado ahí.

 —Te estaba esperando, Niño Maravilla... De nuevo salvando el día, debes estar orgulloso —declaró Rygal, con ese cinismo característico de él.

 —No hice nada, sólo me encargué de lo que debía encargarme... De volver a su lugar todo lo que desordenas, Rygal... Una y otra vez.

 —Puede ser, no voy a negar que me gusta jugar con las personas, es un experimento muy interesante que da algunas certezas sobre la condición humana, pero no te quiero agobiar con eso, déjame con mis pensamientos... Por cierto, no mentiste hoy, acabaste con Michael y su hijo, al parecer no sentencias algo en vano.

 —¿Te vienes a sorprender ahora? Luego de todo lo que ha pasado en diez años, de la guerra, de nuestras peleas, de la mafia y de lo sucedido en Remia... Creí que era algo que ya tenías muy en claro, y por eso no actuabas, no hasta que encuentres una forma de quitarme de tu camino.

 —Es mejor prevenir que lamentar, Rhys Windsor, por eso envié a Yoh como conejillo de indias, sabía que iba a fallar, aunque tenía un plan B al que pretendía darle uso... Pero eres un genio, no debí subestimarte de nuevo, por eso acabaste con Gino Relty, ¿Cierto?

 —Desde la guerra sabía que él era la puerta que daba entrada a tus acciones en la élite de Fons, no me convenía dejarlo vivo, y creo que haberlo matado frente a todos los demás miembros del Consejo fue suficiente como para demostrar que no soy tan ausente como ellos creen, y hagan lo que hagan puede llevar a que Gino no sea el único... Ya nadie puede darte entrada a Fons, Rygal... Deberías aceptar tu derrota.

 —Hmm... Eso crees tú, el miedo no siempre funciona como método de control, aunque es el más seguro, no te voy a mentir... Pero no puedes ocultar una cara por siempre, no existe ningún plan perfecto, ni siquiera el tuyo, Rhys Windsor, por más genio que seas... Nunca tendrás a todo el mundo de tu lado —expuso Rygal, poniéndose de pie. Comenzó a caminar bajando las escaleras del palacio, hasta pasar al lado de Rhys—. Después de todo, tú eres el enemigo del mundo... La razón por la que todos están alerta, siempre... Eres la pieza que no encaja en ningún rompecabezas, y nadie quiere que destruyas los suyos... Pronto nos volveremos a ver, Rhys Windsor. —Y como un soplido, desapareció.

 —Claro que sí, Rygal Di Rem —asintió Rhys, esbozando una sonrisa satisfactoria.

La actitud de Rygal dejaba en evidencia lo enojado que estaba luego de haberle arruinado la fiesta. Rhys sabía que le había ganado la pulseada. Pero también sabía que lo último que su padre dijo era verdad, y debía estar listo para lo que se viniera... Pero mientras tanto, luego de que todo se hubiera acabado, sólo le quedaba una cosa por hacer.

 «Siete meses», pensó, alzando su mirada hacia el cielo, casi apagándose. El día estaba por terminar.

 —Hoy ha sido un día agotador —dijo. Su corazón quería una sola cosa—. Extraño a Lara. 

 

Por otro lado...

 

Fons, Ash, Palacio Real - 3 de Abril - Año 526

 

 Ashley miró el rostro de su hermano, repleto de cables a su alrededor, con el respirador activado, y sus ojos cerrados. Los doctores habían hecho lo posible para mantenerlo estable, no era una condición que lo tuviera dependiendo totalmente de que ellos estuvieran a su alrededor en todo momento, por eso le permitieron que ella se quedara a su lado todo el tiempo que quisiera... Había estado ahí horas, desde que llegó al palacio con él luego de que Rhys los teletransportara.

Los médicos no tardaron nada en aparecerse apenas ella gritó por ayuda, junto con ellos, algunos guardias, mayordomos, y su padre. La tranquilizaron mientras los médicos se lo llevaban a la sala de observación, ahí recibió primeros auxilios y algunos exámenes más, ella estuvo esperando en un asiento al lado de la puerta hasta que una enfermera le permitió entrar. Y desde ese momento no se fue de su lado.

—Qué intrépido fuiste, tonto —murmuró, entre sonrisas—. Dejaste a tu hermana mayor como una cobarde a tu lado.

Habían sido siete años desde que conoció a Lee. Él era un adolescente cuando su padre la presentó ante él como su hija. Fue complicado llevarse con él al comienzo, ambos habían sido hijos únicos de sus propias madres, por lo que se criaron con la idea de que jamás tendrían un hermano, y con ese pensamiento, varios sentimientos algo egoístas y posesivos los invadieron a ambos.

A Lee le cayó mal la idea de tener una hermana, encima mayor que él. Y a ella le cayó mal la personalidad malcriada de Lee. Discutían la mayor parte del tiempo, su padre no podía hacer mucho para unirlos, además de que tampoco la conocía mucho a ella, por lo tanto, era un trabajo doble.

Cuando la guerra comenzó, Lee fue al combate, y ella se quedó como su reemplazo, asistiendo a su padre en cuestiones diplomáticas, pero no era lo que ella quería, así que lo convenció de que le permitiera forma parte de la Guardia Real. Ella había asistido a la Academia de Policía luego de dos años en la universidad, y tenía la capacidad suficiente para enfrentar los retos que ser guardia real le otorgaba.

En el correr de la guerra se encargó de proteger el palacio. Fue nombrada Líder de Escuadrón, y tenía bajo su mando sólo hombres, todos mayores que ella... No quería sentirse subestimada como si sucedió en Remia, el miedo a no estar a la altura, o de que sus capacidades no fueran las suficientes fue difícil de enfrentar, pero ante su propio camino, decidió luchar contra sus miedos, y cumplió su trabajo a la perfección. Y antes del final de la guerra ya se había convertido en Subcomandante.

 Lee volvió unos meses antes del asedio al palacio. Aquel que dio inicio a la recta final de la guerra, cuando Rhys Windsor se enfrentó a Rygal Di Rem. En el asedio al palacio la Guardia Real se alzó en armas, acompañados por el Ejercito de Fons. Ella tuvo que liderar la tercera facción, aquella en la que se encontraba Lee.

Fue una batalla dura. Jean Blake y Terry Silla se encargaron de liderar la carga, y ellos no tuvieron piedad, y hasta que el Ejercito de Remia y Rygal Di Rem aparecieron para balancear la situación ellos fueron arrollados.

En esa pelea, Lee perdió a la chica que amaba, Diane Schalke, una joven que había conocido en la Escuela Militar, y de la cual estaba sumamente enamorado. Tal pérdida lo destruyó, física y mentalmente, y hasta que la guerra terminó, él no volvió a luchar.

Fue en ese momento cuando ella actuó como la hermana mayor que Lee necesitaba. Su madre había fallecido cuando él era apenas un niño, y su padre estaba concentrado en sostener al reino en plena guerra, por lo que él se encontraba solo... Ella era la única que debía estar a su lado.

El tiempo en el que ella estuvo cuidándolo pasó rápido. En ese transcurso de varios meses le tomó aprecio a su hermano, y comenzó a quererlo como lo que era, porque aunque fuera un joven malcriado y algo egoísta, seguía siendo su sangre, y estaba sufriendo... Ella sólo quería ayudarlo. Lee también se ayudó a sí mismo, y pudo salir adelante con su entereza. Al él recuperarse poco a poco se volvió más unido a ella. Comenzó a hacerle caso, bromear con ella, a veces hasta entrenaban juntos, y luego del final de la guerra se volvieron inseparables, casi como el uno para el otro, y Lee vio en ella lo que pudo ver en su madre, y en el amor de su vida.

Él decidió su destino por el sentimiento de hermandad que los unía. Por eso luego de saber que sería el próximo rey le ofreció el puesto que ella ostentaba en ese momento... Su mano derecha. Y ella, de la misma manera, para protegerlo de sí mismo, lo aceptó, aunque eso significara entrar en un mar de tiburones. Después de todo, su vida entera había sido un reto, y ella tenía el valor suficiente para enfrentar tal ambiente a su alrededor.

—Despierta pronto, príncipe engreído... Tu hermana te está esperando —musitó ella, recostando su cabeza sobre el pecho de Lee.

Oyó su respiración y sonrió, pero se llevó una gran sorpresa cuando sintió una mano posarse sobre su cabello, acariciándolo con suavidad.

 —¿Eso es bueno o malo?

Eso que había escuchado, ¿No era él? ¿O sí?

Dio vuelta su cabeza sobre él, y en ese instante su sonrisa se amplió mucho más, cuando logró apreciar otra también... En el rostro de su hermano.

—Lee —dijo, apenas largando las palabras, con un llanto haciendo presencia en su garganta. Estaba a punto de soltarlo—. Volviste... Hermano.

 

Al mismo tiempo...

 

Fons, Pines, Residencia Harch - 3 de Abril - Año 526

 

—Está aquí —señaló Lara, parando frente a la puerta de una habitación, en medio del pasillo. Miró a Mya al momento, ella tenía cierta incertidumbre en su rostro—. ¿Pasa algo?

 —¿Está bien? —preguntó la chica, con gran preocupación.

 —Claro que está bien —respondió Lara, dándole una tranquilizadora sonrisa, intentando sosegar la inquietud de la chica.

 —Lo digo porque... Él no... —No quiso seguir, hablar de eso era algo que había estado evitando desde ese día en el cual él le contó... Todavía era chocante.

 —Él no lo hizo, Mya... Lo hizo Rhys.

 Ella escuchó la voz de Lara demasiado tranquila como para que fuera mentira, y también como para que le estuviera diciendo tal cosa. Aunque era de esperarse viniendo de Rhys, de todas maneras, todavía no encontraba respuestas al por qué Dean se encontraba en esa habitación.

 —¿Qué? —preguntó, y en su rostro se dibujó un atisbo de incredulidad.

 —Sí, Rhys se encargó... ¿Creíste que él iba a dejar que Dean se convirtiera en un asesino así como así? Sabiendo todo lo que eso significa para él... Subestimas mucho los sentimientos de Rhys por ustedes, Mya.

 —A veces es muy difícil percibirlos —alegó Mya.

 —Lo sé, más que nadie. —Lara bajó su mirada, dejando salir su risa—. Por cierto, ¿Por qué te preocupas tanto por él? —Inclinó un poco su cabeza hasta la puerta.

Mya se percató que hablaba de Dean.

 —¿Tú no te enteraste lo que pasó en Remia? —preguntó Mya, confundida.

 —Mas o menos, sé que te besó, y sé que tú le dijiste que querías un tiempo... Pero nada más, no sé el trasfondo ni la razón de por qué pasó eso.

 —Luego de lo del asteroide lo cuidé, ya que él se había desmayado por el sobreesfuerzo que había hecho, cuando despertó tuvimos una charla, yo le recriminé que no me contaran sus cosas, él y Kit, me molestaba que me dejaran de lado, pero él me dijo que no era porque me subestimara, o porque fuera una chica, o por mi frialdad en cuanto a mostrar mis sentimientos... Sólo me dijo que me quería mucho, y que no quería que yo saliera lastimada por lo que él pretendía hacer.

 —Ya veo... Ahí te contó lo de su venganza.

 —Sí... Peleamos porque yo le dije que era una locura, él me reprochó que yo pensaba hacer exactamente lo mismo con mi vida.

 —Y tiene razón.

 —Sí, claro que tiene razón, pero por eso se lo dije... «Sé lo que significa vivir con esa idea en la cabeza, sé lo que significa deshumanizarte cada día más en pos de un objetivo sin sentido... Sé lo que significa hacer las cosas mal pero de todas maneras hacerlas, porque quizás es lo único que puede darle un poco de sentido a tu vida... Sé eso, sé el martirio que eso es, y no quiero eso para ti, no quiero eso para nadie» —ella citó sus palabras.

Lara la miró con entendimiento, el discurso de Mya le había erizado la piel, porque ella misma lo había vivido en carne propia, habiendo conocido ese sentimiento también, y cada una de las palabras que escuchó la representaban a ella, y a ese pasado tortuoso que quería olvidar.

—Ahora te entiendo a ti, chica —reveló Lara.

Mya sonrió.

—Es difícil Lara, luego de eso sólo lloré, porque me sentía tan impotente que fue lo único que pude hacer, y porque me sentía cuidada a su lado, sentí que podía mostrarle mi lado vulnerable, ya que él me había mostrado el suyo... Él me besó, y fue extraordinario, nunca me habían besado antes, nunca me había sentido de tal manera —dijo ella, recordando tal sensación—. Pero tú conoces a Dean, conoces su fama... Sabes cómo es con las chicas, y por eso cuando me dijo que le gustaba me invadió el miedo, las inseguridades, me sentí muy agobiada, como si no valiera nada —agregó ella, bajando su mirada, con su voz temblando.

Revivir cada sentimiento que un solo recuerdo podía causarle le dolía mucho, peor aun cuando ese sentimiento era lo único que quería sentir.

 —¿Por qué tienes miedo, linda? ¿Por qué sentir miedo cuando alguien deja en claro sus sentimientos por ti? —cuestionó Lara.

 —Ya salí lastimada muchas veces por confiar en esos sentimientos, Lara... Y no es que no confíe en Dean, sólo que... Es inconsciente, no puedo dejar atrás ese miedo... Y no quiero que él me deje sola, por otra chica, que se aburra de mí y que todo se venga debajo de nuevo... No quiero —respondió ella.

Lara notó que tal y como se lo había contado segundos antes, al parecer con ella también se sentía cuidada, porque le estaba dejando ver su lado vulnerable como no había pasado en los cinco años que la conocía, incluso sabiendo que fue con la única que al principio al menos se abrió un poco, contándole su historia y un pequeño vistazo de esos miedos que la invadían... Pero por más que fuera la más cercana a ella, Mya seguía dudando mucho en cuanto a dejar en manos de los demás su confianza, y aunque fuera Lara, Kit, Dean, Rhys o Leah... Ella seguía teniendo miedo.

—Eso no pasará, cariño... Dean es un gran chico, y si realmente te quiere genuinamente, jamás haría nada para lastimarte como tú crees... Él sabe lo que se siente eso, y como tú no querías que él sufriera lo que tú sufres, él tampoco quiere que tú sufras lo que él sufrió.

—Eso fue lo que él me dijo... Me dejó en claro que no se iría de mi lado, pasara lo que pasara, si lo rechazaba, o no, si aceptaba su propuesta, o si no funcionaba... Me dijo que iba a seguir siendo muy importante en su vida, y que mientras estuviera a su lado, no importaba lo que fuéramos.

—¿Ves? Es sólo arriesgarse, linda... Obviamente no todo es color de rosas, eso lo sabes, todos los sabemos, pero la vida no sólo quita, también otorga, tienes como ejemplo a Dean, a tu hermana, a mí, a Rhys, y a los chicos... Todos te queremos, y anhelamos que seas feliz, y estoy segura que él más que nadie, una relación no sólo es de una parte, ambos están lastimados, ambos pueden curarse el uno al otro, ambos pueden aportar un poco de cada uno, llenar sus corazones rotos... No te voy a obligar a nada, chica... Pero piénsalo, ¿Si? —preguntó Lara.

Mya alzó su mirada de nuevo. Encontró la sonrisa de Lara frente a ella, e hizo lo mismo. Ella tenía razón... Aunque sería un proceso difícil, y todavía le quedaba mucho por recorrer, tampoco podía complacerse con eso, porque Eva aún esperaba por ella, y hasta que no volviera a verla, todo lo que tuviera en su vida, podría llegar a ser efímero... Sólo tenía que aceptarlo, aceptar el daño que eso causaría... Incluso con ellos a su lado, a pesar de todo lo que sentía... Sólo quería salvar a Eva, y si para eso debía no confiar en nadie... Quizás era lo único que podía hacer... Aunque le doliera en el alma.

—Claro... Lo intentaré —aseguró Mya.

—Espero que lo consigas, linda —procuró Lara, dándose la vuelta—. Dentro está Cassie, lo está cuidando desde que llegó... Te dejo, ¿Sí?

—Gracias, Lara.

—De nada, Mya... Cuídate. —Lara siguió su camino por el pasillo, y la dejó sola en la puerta de la habitación.

Ella apoyó su mano en el perilla. «¿Por qué tiemblo?», pensó, notando esa vibración de su mano. «Debe ser consecuencia del uso de mi energía», se convenció. Y giró la perilla, abriendo la puerta.

 

Mientras tanto...

 

—¿Estás bien? —Leah se apareció detrás de él.

Rhys rápidamente se dio la vuelta, inconscientemente sintió la necesidad de sonreír ante la presencia de la chica.

 —Claro, ¿Y tú? —preguntó él.

Ella caminó hasta pararse a su lado, apoyándose en la baranda de la cima del edificio de apartamentos.

Ambos se quedaron mirando hacia el frente, apreciando el paisaje de la tarde cayendo sobre la playa, en un cómodo silencio que acompañó la melancolía del ambiente.

—También... Estoy más tranquila ahora que sé que todos estamos a salvo... Vlas y Lara... Y tú también —declaró ella.

Había pensado muy bien si subir luego de percatarse que él estaba arriba. Lo que Lara le había dicho ayudó un poco. Ella sabía que Rhys tenía mucho para decirle, porque él siempre ocultaba razones detrás de otras razones, y «protegerla» era sólo la punta del iceberg de esos sentimientos que él tenía hacia ella. Esos sentimientos que quería conocer, que quería apreciar de Rhys. Como con el anhelo de darle motivo a su enojo y a su reacción, ya que si le molestó lo que él hizo significaba que lo apreciaba, y también sintió amargura... Porque no quería perderlo, ¿Por qué? No lo sabía. Pero ahí estaba... Para descubrirlo.

—Ya veo... Por cierto, ¿Cómo sabías que estaba aquí? —preguntó él, curioso.

—Noté tu energía, estaba con Vlas y Kit en la sala, y ellos estaban muy concentrados hablando entre sí, supuse que estabas solo porque Lara estaba con Mya... Y no me equivoqué —respondió ella.

—Para nada... ¿Vlas está bien?

—Sí, está con Kit, él le está contando todo sobre lo de Dean, Mya, y eso... Lo está poniendo al día digamos —ella comentó, riendo.

—Típico de él... De igual manera, me parece extraño que vinieras, ¿Sucede algo? —preguntó Rhys.

Aunque él sabía que obviamente sucedía algo, no podía ignorar el elefante en la habitación. Sólo que... Eso le daría más razones para comenzar a charlarlo, porque no sabía cómo comenzar tampoco. Nunca antes había tenido una conversación de ese estilo con Leah, e iba a ser complicado llevarla, con todo eso que ella le hacía sentir. Con lo que pensaba de la chica... Con su anhelo... Con lo que quería que ella le hiciera sentir.

—No, sólo quería estar contigo un rato... Luego de todo lo que pasó hoy siento que nos merecemos una charla, ¿No crees? —preguntó ella.

Fue un poco graciosa en su pregunta. Eso hizo reír a Rhys.

—Si, pienso lo mismo... Pero es que no sé por dónde comenzar —él confesó.

—Yo tampoco —ella replicó.

«Vaya, estamos en el mismo lugar ahora», pensó Rhys, luego de que ambos se miraran con una sonrisa.

—Empieza tú, eres el adulto aquí después de todo —dijo ella.

—Es complicado, Leah... ¿Sabes? Soy muy adaptable, en todo sentido, si fueras otra persona no estaría en esta situación, pero es que con ustedes todo es distinto, nunca podré manipular la situación a mi favor... Nunca funcionará, aunque lo intente, porque mis sentimientos me pueden —Rhys comenzó.

—Lara me contó que tuviste un episodio de ansiedad luego de la discusión que tuvimos... No sabía que tenías tal condición, no te voy a negar que tuve sentimientos encontrados al enterarme de eso... Lara me dijo que te sucedía cuando te sobrepasaban las emociones, que sucedía siempre que te encontrabas nervioso, o cuando tenías miedo de que eso que querías se te fuera de las manos... Cuando tenías miedo de perder lo que amabas... Como yo, por ejemplo.

—Tiene razón... No creo que sea lo único, pero sí, sucede en consecuencia a eso la gran mayoría de veces, pasó con ella, con Vlas, con mamá, o con Demian... Pasó con todas las personas que llegué a amar en mi vida... Y ahora me pasó contigo, y no es que intente hacerme la víctima con eso, Leah, sólo es algo involuntario, yo sé que estuve mal, que no debí mentirles... Pero sólo quería que dejaran de sufrir por ese pasado que ya no volvería, sólo quería verlas felices... ¿Qué sentido tenía seguir mirando atrás?

—Es necesario Rhys, sabes que lo es... Y no es que estemos atados a nuestro pasado, sólo que no debemos olvidarlo, con todo lo que eso significó, con todo lo que eso nos enseñó, cada paso de nuestra vida, pasos en falso, o saltos, caídas y subidas, llantos o risas, no importa... Todo pasa por algo, ¿No es así? Si no me hubiera enterado de la verdad detrás de la muerte de mis padres no sé si habría podido comprender lo que ellos dejaron para mí, lo que ellos hicieron por mí, para mi vida... No sé si habría podido superar ese sentimiento de tristeza que sólo me hacía extrañarlos cada vez más, sin avanzar, realmente atada al pasado, realmente sufriendo por este... ¿Me entiendes, Rhys? A veces es necesario saber la verdad, por más dolorosa que esta sea, porque la mentira sólo crea sentimientos equivocados, que luego lastiman aún más... Al saber nunca fueron reales.

—Lara tampoco tiene la culpa, ¿Cierto?

—¿Qué puedo reprocharle a Lara? Esa mujer, después de todo lo que hizo por mí, de todo lo que sufrió por mí, atada a su pasado y a sus pecados sólo para redimirse... Nadie tiene el valor de ser capaz de no soltar ese dolor sólo por amor... Nadie tiene esa voluntad... Por eso ella es tan especial, porque no se va a rendir por nada, sea por mí, sea por ti, o sea por el bebé que nacerá... Luchar hasta el final, por lo único que tiene, es lo único que ella anhela... ¿Cómo podría hacerlo?

—Sólo nos queda eso, ¿Cierto? Cargar con ese peso, caminar cuesta arriba buscando la luz, a pesar de todo, porque ya nada tiene sentido, y al menos podemos pelear por el que creemos que es el nuestro... Por lo único que poseemos.

 Al oír eso, ella recordó esa charla que tuvieron meses atrás, en Remia. Sobre el miedo a la muerte, sobre aferrarse a la vida. Sobre ese deseo que él poseía, sobre el motivo que lo hacía seguir adelante, que le daba razones para vivir.

 «¿Qué es lo que me hace amar a una persona?», ella pensó, muchas veces. Así fue como decidió amar a Lara, luego de perdonarla, de sosegar la culpa que ella poseía por la muerte de sus padres. Decidió amarla porque Lara decidió su motivo de vida en base a ella, a su presencia en esta, a lo que ella más anhelara, a su futuro... A su felicidad. Decidió amar a Lara porque encontró en ella algo que nunca encontró en otra persona, porque ese amor que ella le profesaba no podía quedarse estancado solamente de un lado, porque su madre aceptó sacrificar una parte de su vida por ella, para otorgarle algo que ni ella misma iba a poder conseguir... Decidió amar a Lara porque Lara la amaba de igual manera, y el amor no era amor si sólo era de un lado, él debía recibir respuesta... Debía alimentarse, debía crecer... El amor no era eterno, sin embargo, dentro de esa eternidad, existía el deseo de recibirlo, o de otorgarlo, por lo tanto, dentro de esa eternidad, se podía decidir a quién amar, cómo amar... Se podía decidir el motivo.

¿Qué era lo que la hacía amar una persona? Fácil... El deseo de amar. El deseo de devolver el sacrificio que alguien más hacía por ella, por amor... El deseo de que su sentido no fuera sólo su sentido, sino que fuera el de esa persona también... La unión... Eso sí era eterno... Eso sí daba esperanza, daba felicidad... El amor era un sentido de vida... El amor era lo que iba a hacer que ella no tuviera arrepentimientos al final... Amar... Y que la amaran... Sin esperar nada a cambio... Sólo amar.

«¿Amas a Rhys?», se preguntó, y esa frase vino a su mente: «Intento prolongar mi destino lo más que puedo... Y el de todas las personas que amo... Quiero que vivan... Es mi único motivo para vivir también».

«Si él te ama... ¿Qué te queda por hacer a ti?».

—¿Sabes, Rhys? Tengo un sentido en mi vida, un sentido más allá de mí misma... Un sentido que los tiene a todos ustedes como protagonistas, que me permite darles un espacio en mi corazón... El sentido también le da sentido a mis sentimientos, y a ese amor que me hace querer sentirlo por siempre, con ustedes siempre a mi lado —dijo ella—. Eres parte de mi sentido, Rhys... Y comprendo tu motivo, acepto que hayas querido protegerme, acepto que me ames tanto como para pensar sólo en mi propio bien, acepto tus disculpas... Acepto ser parte de tu sentido... Te perdono, Rhys.

Ella se acercó a Rhys, hasta que él pudo sentir un peso en su hombro. Un intenso color dorado brilló a su lado, reflejando el sol, y la suavidad de la palma de Leah ya acompañaba la tibieza de la suya.

«Sólo me queda amarlo... Amarlo por lo que es».

—Te amo, papá.

«Papá», Rhys se repitió en su mente... Era eso... Ella lo había elegido... Ese amor... Tenía sentido.

Ese amor... Le había dado una gran felicidad.

Claro que ellos eran el sentido de su vida. Si él sólo seguía adelante para escuchar esas palabras, para sentir ese calor. Seguía adelante sólo para que cada día de su vida ellos no lo dejaran atrás. Porque si ellos le daban lo que él tanto buscaba, se merecían que hiciera hasta lo imposible por ellos... Más allá del amor, del odio, o de la melancolía. La nostalgia del pasado, la incertidumbre del futuro... O la comodidad del presente... Más allá de todo eso. De su poder, o de su debilidad, de sus miedos, o de sus sueños... Más allá de su alma, de Rhys Windsor y de su destino... Ellos iban a estar más allá de todo... Para siempre... Y no podía seguir desperdiciando cada momento de su vida apuntando al futuro cuando lo que lo definía siempre estuvo ahí.

Tal vez, por eso... En ese momento... Más que nunca... Quiso ser feliz.

—Yo también, Leah... Te amo, hija.