—Despierta.
Una voz suave y un insistente toque en su cintura obligaron a Alix a abrir los ojos y rendirse ante el profundo sueño que estaba disfrutando.
—Hmmm —murmuró mientras parpadeaba en un estado semi confuso y se volteaba.
Caishen estaba ahí, y la miraba fijamente. Había sido él quien la estaba tocando.
—Estás en casa —dijo ella con voz somnolienta mientras lentamente se incorporaba para sentarse recta—. Bienvenido a casa.
Él extendió su mano derecha y tocó su mejilla.
—Pareces tu gato cuando te estás despertando.
—¡Puf! —una risita ligera escapó de su boca. Fue seguida por un bostezo cansado.
Se miró alrededor y se preguntó por cuánto tiempo había estado durmiendo. Sentía que había sido más de los treinta minutos que había planeado. De nuevo bostezó y se frotó los ojos pesados.
—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo? —le preguntó a él.
—Dos horas —señaló al reloj dorado marrón redondo en la pared—. Exactamente, ¿cuánto te divertiste con elder Tai?
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