Sin embargo, por mucho que trató de toser, no logró extraer la sangre que estaba alojada en sus pulmones. Naturalmente, la capacidad funcional de sus pulmones disminuyó consistentemente, junto con los flujos graduales de sangre de sus heridas corporales.
¡Da! ¡Da! ¡Da!
Una vez más, los disparos fatales resonaron desde lejos. Varias balas impactaron contra las rocas de la empinada pendiente que había delante, raspando los fuegos artificiales de las chispas. Sin embargo, una bala logró perforar el cuerpo del defensor una vez más, mientras la sangre fresca salpicaba contra las rocas de al lado.
A medida que ascendía por esa pendiente escarpada, el hondero ya estaba cubierto de moretones y cortes. Así, esa bala se convirtió en la gota que colmó el vaso. Instantáneamente, la energía parecía haberse filtrado de la cabeza a los pies.
¡Kuk Klak Kuk Klak!
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