O PARTE IV: La mujer del campo

Corría por la tierra, saltaba arbustos, conversaba con los árboles.

Disfrutaba cada momento de libertad que podía, después de estar encerrada por tanto tiempo, estos momentos de simpleza eran maravillosos. Pero me había olvidado de donde estaba, estamos en campo y aquí no era seguro había muchas bestias que gustosas comerían mi carne si me vieran.

Padre Inti miraba mi caminar e iluminaba mi camino.

Con paso lento pero ágil, caminé hasta las cercanías de un canal de rio.

El agua era tan clara y podía ver algunos peces que raudos escapaban de mi mirada.

En el agua mi aterradora figura oscurecía las aguas.

¿Será lo suficiente profundo para bañarme?

Se contaba que cada acción que realizabas en las aguas, era vista por Mama Cocha.

<<Oh, madre de las aguas.

Ayúdame en esta situación.

Mi cuerpo feo es.

Y mi cabello sucio esta.

No tengo feminidad.

Tan salvaje como vestía.

Ayuda a recuperar mi lugar.

Como mujer.

Con tus aguas quiero estar.

Y renacer en virtud.

Moldea mi cuerpo.

Y lava mi suciedad.

Oh, madre de las aguas.

Abrázame con tu cuerpo>>

Me quité mi ropa, y entre en el rio.

Limpié mi cuerpo y me sumergí por completo.

Mi figura lavé.

Y como nueva mujer salí.

Mama Cocha me había concedido su favor, mis moretones habían desaparecido, y todo mi cuerpo estaba limpio.

Tan limpio como jamás había estado.

Pero mi ropa no quedaría con mi nuevo yo, por lo que tenía que pedir al Dios Viracocha.

<<Dios creador, Oh, Gran señor.

Suplico por tus votos.

Tierna es mi piel.

Y ahora limpia estoy.

Pero vestimenta ya no hay.

Concédeme vestiduras.

Déjame esconder mi feminidad.

Para poder andar.

Para no enfermar.

Vísteme, Gran eterno>>

Sequé mis pies con mi ropa, y busqué por los árboles.

De hojas y plantas, hice una falda y cubrí mi pecho, y con algo de creatividad utilicé mi vieja ropa para hacerme una capa.

Ahora esta soy yo. La nueva Ymac Mergana, la dama del campo.