El hombre desconocido la miró y soltó una risotada abruptamente.
—Eres debi
Antes de que pudiera terminar la frase, Rosa le agarró del cuello y desapareció inmediatamente.
Apareció fuera de la casa y en llamas, quemando su ropa.
En el momento en que hizo esto, él comenzó a arder bajo la luz del sol, que lo golpeaba sin piedad.
Él gritó a todo pulmón, haciendo que sus camaradas salieran de la casa apresuradamente.
Se detuvieron en el instante en que sus miradas cayeron sobre el hombre cuyo cuerpo se había quemado hasta quedar en la nada, con solo algunas partes restantes.
—¡Tú! ¿Qué has hecho?! —Desviaron la mirada hacia Rosa, y Rosa, en respuesta, inclinó su cabeza hacia un lado.
—¿También queréis acabar como él? —preguntó.
Blinkaban vigorosamente y se miraban los unos a los otros.
Aunque querían irse, igual serían asesinados por Donald si no regresaban con el libro de cuentas, entonces ¿de qué servía?
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