``` La historia de un hombre que trae la muerte y una chica que la niega. ---- En la montaña embrujada del reino, dicen que vivía una bruja. Ella nació princesa. Pero incluso antes de su nacimiento, el sacerdote la declaró maldita y exigió su muerte. Envenenaron a la madre para matar al bebé antes de que diese a luz, pero el bebé nació de la madre muerta —una niña maldita. Una y otra vez, intentaron matar al bebé pero ella milagrosamente sobrevivió cada intento. Dándose por vencidos, la abandonaron en la montaña embrujada para que muriera pero ella aún sobrevivió en esa tierra estéril —una bruja. —¿Por qué no muere? Años más tarde, la gente finalmente se hartó de la bruja y decidió quemar la montaña. Pero el Diablo llegó en su rescate y la llevó consigo de aquel lugar en llamas, porque morir no era su destino ni siquiera entonces. Draven Amaris. El Dragón Negro, que gobernaba sobre los seres sobrenaturales, el Diablo con quien nadie deseaba cruzarse en su camino. Odiaba a los humanos pero esta determinada chica humana lo atraía hacia ella cada vez que estaba en peligro. —¿Es realmente humana? Él se llevó a la humana con él y nombró a esta misteriosamente tenaz chica “Ember”, un pedazo de carbón ardiente en un fuego moribundo. Un alma manchada de venganza y la oscuridad del infierno, se levantaría de las cenizas y cumpliría su revancha. ------ Este es el segundo libro de la serie de Los Diablos y Las Brujas. El primer libro es - La hija de la bruja y el hijo del diablo. Ambos libros están conectados entre sí, pero puedes leerlos de manera independiente. ```
—Morph, Aureus, venid aquí y comamos —dijo Ember mirando a los dos.
Morpheus no pudo resistirse más y tomó una gran hoja cercana para envolver el pescado. —Niña tonta. Vámonos primero. Esto mantendrá la carne caliente. Recuerda, no somos bienvenidos en este lugar —comentó.
Una vez que apagaron el fuego con agua, estaban listos para irse. Erlos sostenía los pescados envueltos en hojas mientras se acercaban a sus caballos.
—Id con cuidado —dijo Morpheus mientras ayudaba a Ember a subir a su caballo y le arreglaba el vestido.
—Así lo haré —aseguró ella y su caballo se adelantó.
El grupo se apresuró hacia el puente. Una vez que cruzaron el río y pisaron la ribera del río junto a la pradera, los cuatro suspiraron aliviados colectivamente. Después, Erlos los guió hacia un lugar seco con suficiente sombra para que pudieran empezar a comer los pescados asados.
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