Zhao Moyao ya sospechaba que Zhao Lifei estaba viviendo con Yang Feng. Solo esperaba que algún día ella misma le dijera la verdad, en lugar de ocultarla por miedo a que él se enojara al enterarse.
Al final, Zhao Moyao sabía que estar al lado de Yang Feng era mucho más seguro que estar en esta casa. Todos los empleados en la casa de Yang Feng eran hábiles en la lucha, ya sea con armas de fuego o cuchillos; de una forma u otra. Sabía que si algo sucedía, su primera prioridad era siempre proteger a Zhao Lifei.
—¿Piensas contarle a Yang Heng sobre el General? —le preguntó Zhao Moyao.
Zhao Lifei mordisqueó su labio inferior. No quería hacerlo. Sabía qué tan bárbaro se volvería Yang Feng si descubría que alguien la perseguía y cómo ese alguien usaría todo tipo de medios solo para arrastrarla de vuelta a su guarida. No quería poner en peligro a Yang Feng. Si realmente había alguien en este mundo que pudiera rivalizar con Yang Feng, sería el General.
—Si no se lo cuentas tú, lo haré yo.
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