—Xixi, sé buena. Cuando termine de entregar los regalos, volveré a jugar contigo —dijo Dong Huang mientras le daba una palmadita en la cabeza a Xiao Xi suavemente.
—Está bien. ¡Gracias, hermana! —dijo Xiao Xi después de recibir dos caramelos y finalmente sonrió.
Poco después de dejar la casa de Liu Hua, Dong Li y Dong Huang pasaron junto a un grupo de aldeanos ociosos. Se sientan bajo el árbol de baniano charlando o jugando al ajedrez. Algunos comen pastel de frijol rojo mientras remiendan ropa.
—Solo los niños sin padres jugarían con niños ilegítimos —se burló uno de ellos al verlos venir de la casa de Liu Hua.
Al escuchar esto, Dong Li solo la miró, pero Dong Huang se enfureció. Para ella, Xiao Xi no es solo su amigo sino también su hermano menor. Como buena hermana, no dejaría que nadie lo intimidara.
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