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Una repentina sacudida en su consciencia interior hizo que Neveah abriera los ojos de golpe, sentándose en su cama, Neveah dejó escapar un bostezo silencioso.
—Ni siquiera es el amanecer todavía, despertarme a esta hora es simplemente cruel —Neveah pensó para su lobo, sabiendo de dónde había venido la repentina sacudida.
—Ha pasado más de una semana desde que llegamos aquí, necesito estirarme —el lobo de Neveah le respondió con un tono incisivo.
—¿Estirarte? ¿Quieres decir salir a correr? ¿Aquí en la fortaleza del dragón? —Neveah susurró en voz alta, ganándose un bufido de su lobo.
—Sí Veah, eso es exactamente lo que quiero decir. Prometiste nunca volver a suprimirme, esto es supresión —el lobo de Neveah le recordó acusadoramente.
—Yo... —Neveah comenzó, pero se detuvo, sin tener palabras para defenderse, mordió su labio con culpa, las palabras de su lobo le dolían el corazón, especialmente porque Neveah sabía cuán ciertas eran.
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