En el 2076 del calendario mundial. hace 12 años.
En el país conocido por su gran flora y fauna. La república de Feder limita el paso entre 2 grandes masas de tierra que fácilmente podrían ser consideradas continentes. Ocurrió un acontecimiento que cambió el rumbo del continente entero.
La destrucción es prueba fidedigna de lo ocurrido ese día.
En aquel entonces, las fuerzas militares del país se centraban en una unidad especializada en eliminar a las bestias que aterrorizaban a la humanidad desde tiempos inmemorables. Las denominadas "Bestias Infernales" son criaturas que salen del mismísimo infierno a devorar u ofrecer la sangre de sus víctimas a los señores del inframundo.
Solo se han registrado 2 formas efectivas para eliminarlas.
La primera es usando 3 tipos de minerales especiales, usados en la antigüedad por los mayas para sus rituales, el primero es la obsidiana, el segundo el jade y el tercero el cinabrio.
La segunda es usando artes antiguas que prácticamente están olvidadas. A las que se les denominaron Rituales Ancestrales, solo aquellos quienes han despertado a su guardián espiritual, mejor conocido como nahual, pueden aprender estas artes y hacerles frente a estas bestias.
Esta unidad militar pronto ganó fuerzas y popularidad en toda la región, llamándose a sí mismos los Cazadores del Abismo. Su lema, "Del abismo venimos, al abismo regresarán", resonaba con fuerza, infundiendo tanto esperanza como terror. Los Cazadores, cada uno entrenado en el uso de los tres minerales y los Rituales Ancestrales, fusionando la tecnología moderna con los conocimientos arcanos.
De entre los Cazadores del Abismo, había 10 que resaltaban por sus enormes capacidades físicas y estratégicas a pesar de su corta edad, monstruos forjados por y para la guerra contra esos monstruos. Los héroes de incontables vidas y la esperanza del país durante mucho tiempo. Los avalistas.
A medida que crecían en poder, también aumentaban sus enemigos. No solo las Bestias Infernales se volvieron más feroces, sino que también surgieron sectas y cultos dedicados a los Señores del Inframundo. Estos grupos veían en los cazadores del abismo un obstáculo para sus oscuros propósitos, y comenzaron a conspirar para debilitar y destruir la unidad desde adentro.
Fue en este contexto de creciente tensión que ocurrió el fatídico evento de 2076. Específicamente el 31 de noviembre, a las 1800 horas, múltiples hordas de bestias infernales emergieron del subsuelo y encerraron Ciudad Vieja, sin permitir que nadie entre o salga. Varios equipos se formaron para rescatar a todos los civiles posibles y acabar con todas las bestias infernales. Cada equipo contaba con 8 soldados de alto rango, 5 cazadores del abismo y 1 avalista como líder, siendo un total de 6 equipos que entrarían a la ciudad, mientras que otros 5 se quedarían en una pequeña base para atender heridos y proteger al equipo de analistas.
Ese día se registró un poder que no tenía comparación o sentido alguno, según afirmaron los avalistas sobrevivientes, se trataba de un poder capaz de asesinar y desintegrar cualquier cosa viva con simplemente tocarla. La descripción física de ese enemigo coincidía con la de un antiguo Dios de los mayas, uno de los 13 señores del Xibalbá; el Dios de la Muerte, Ah Puch.
La batalla contra la deidad fue tan brutal y sangrienta que quedó grabada no solo en los libros de historia, también en el corazón de la gente y en la tierra misma, pues debido al gran choque de poderes y el uso de armamento militar de gran nivel, la ciudad quedó completamente en ruinas, prácticamente inhabitable para cualquier ser vivo.
De todos los miembros de los 11 equipos especiales formados para esta misión no quedó ninguno. De los 11 avalistas al final sobrevivieron 5, tiempo después 2 de los miembros sobrevivientes desaparecieron, mientras que los otros 3 se quedaron en el ejército a apoyar en todas las tareas que fueran necesarias para preservar la paz.
Los cazadores del abismo se disolvieron al perder gran parte de sus números y del apoyo de la gente, dejando al país en un estado de vulnerabilidad y caos. La destrucción de la ciudad, una vez un símbolo de prosperidad, se convirtió en un recordatorio constante de la fragilidad de la humanidad frente a fuerzas que trascienden la comprensión humana. Las familias de los caídos lloraban la pérdida de sus seres queridos, y los supervivientes cargaban con el peso de la culpa y el dolor, sus espíritus marcados por la derrota y la impotencia.
La República de Feder, que antes se erguía como una barrera infranqueable entre dos continentes, ahora estaba sumida en la incertidumbre. Las fronteras, antes protegidas por los Cazadores del Abismo, quedaron expuestas, y los rumores sobre la inminente aparición de nuevas Bestias Infernales comenzaron a extenderse como la pólvora y sus números aumentaron en un 200%. La población, presa del miedo, empezó a cuestionar la capacidad del gobierno para protegerles, y la confianza en las instituciones comenzó a desmoronarse.
Mientras tanto, los cultos y sectas que habían conspirado para debilitar a los Cazadores del Abismo aprovecharon el caos para extender su influencia. En las sombras, tramaban nuevos planes, invocando a otras deidades oscuras y experimentando con rituales prohibidos para ganar poder y establecer su dominio sobre las tierras desprotegidas. Los líderes de estas sectas veían en la caída de los Cazadores del Abismo una oportunidad única para instaurar un nuevo orden, uno en el que los Señores del Inframundo serían adorados y temidos por todos.
Tanto así que se inició una guerra civil en el país, la gente de las grandes ciudades culpaba enormemente a los que tenían sangre nativa y ascendencia maya, empezando así un proceso de discriminación masiva a tal grado de llegar a maltratos físicos a plena luz del día.
El conflicto escaló rápidamente, avivando las llamas de la discordia en toda la República de Feder. Las tensiones raciales y culturales, antes latentes, ahora se manifestaban abiertamente en las calles. Los descendientes de los mayas, otrora respetados por su conexión ancestral con las artes que alguna vez protegieron al país, se convirtieron en chivos expiatorios de una población desesperada y aterrorizada.
En los mercados, las escuelas y los lugares de trabajo, los nativos eran señalados, acosados y expulsados. Aquellos con rasgos y apellidos que delataban su herencia ancestral fueron perseguidos sin descanso. Las agresiones físicas y verbales se hicieron cada vez más comunes, y la violencia alcanzó su apogeo cuando turbas enfurecidas comenzaron a saquear sus hogares y negocios. Los templos y santuarios mayas, lugares sagrados de conocimiento y espiritualidad, fueron profanados y destruidos, sus piedras sagradas esparcidas y sus símbolos quemados.
El gobierno, ya debilitado por la pérdida de los Cazadores del Abismo y la desconfianza generalizada, intentó contener la situación mediante la imposición de toques de queda y el despliegue de fuerzas militares en las calles. Sin embargo, estos esfuerzos resultaron insuficientes. En lugar de restaurar el orden, la intervención militar exacerbó el odio y la violencia, convirtiendo a las ciudades en campos de batalla entre civiles, soldados y sectarios que aprovechaban la confusión para promover sus oscuros designios.
Sin embargo, los nativos no iban a tolerar que su pueblo fuera abusado y pisoteado otra vez, así que se armaron con lo que pudieron y comenzaron a luchar. El ejército no tuvo más opción que responder, al principio la escasa, pero abrumadora fuerza del ejército subyugó al ejército ortodoxo, ejército formado por simples trabajadores, agricultores o constructores que simplemente se lanzaban a la batalla sin pensar en alguna estrategia para ganar.
No fue hasta que, en el año 2080, una figura apareció en el bando de la denominada resistencia, con un poder y una habilidad que hizo retroceder a todo el ejército, recuperando el terreno que habían perdido desde que empezó el conflicto armado 4 años atrás.
Ningún soldado sabe realmente cuál es su nombre o su rostro, pues lo oculta tras una máscara y ropas negras y un largo cabello castaño. Una figura negra que se oculta entre la densa selva y ataca con la ferocidad de un jaguar hambriento.
Año 2088 del calendario mundial
Las cicatrices de la guerra cubren la República de Feder, tanto en sus ciudades en ruinas como en los corazones de sus habitantes. La nación, una vez próspera y verde, ahora está desgarrada por la violencia y la desesperación. El sonido de explosiones y disparos resuena a través de las selvas y montañas, mientras las luchas se intensifican en cada rincón del país. Las antiguas alianzas han sido deshechas, y las fronteras antes claras se desvanecen en un mosaico de territorios controlados por diferentes facciones, todas luchando por sobrevivir en medio del caos.
Los cultos y sectas han consolidado su poder, estableciendo enclaves donde los rituales oscuros y las invocaciones a los señores del inframundo son comunes. En estas zonas, la realidad misma parece distorsionada, como si los límites entre este mundo y el inframundo se hubieran vuelto borrosos. Criaturas que antes eran sólo susurros en las historias de terror ahora deambulan libremente, sirviendo a sus amos oscuros y sembrando el miedo en los corazones de quienes se atreven a acercarse.
En contraste, la resistencia, acompañada por la enigmática figura de la máscara negra, ha ganado fuerza y seguidores. Esta figura, conocida simplemente como "Jaguar Negro", se ha convertido en un símbolo de esperanza para aquellos que buscan liberarse de la opresión tanto de las sectas como del gobierno central. Su dominio de las artes ancestrales y su capacidad para utilizar los poderes de la naturaleza misma le han permitido desafiar a los ejércitos más poderosos y derribar fortalezas consideradas impenetrables.
La guerra ha cobrado un precio terrible. Las vidas perdidas se cuentan por miles, y los sobrevivientes, tanto en la Resistencia como entre los civiles atrapados en medio del conflicto, han sido marcados por el dolor y la desesperación. Los campos de batalla están llenos de tumbas improvisadas, y el aire está cargado con el olor acre de la muerte y la destrucción.
En medio de todo esto, Jaguar Negro sigue siendo una figura enigmática y solitaria. Su verdadero propósito y lealtades permanecen desconocidos. ¿Es un salvador que lucha por la libertad de su pueblo, o un peón de fuerzas aún más oscuras? Mientras el país se desmorona a su alrededor, la leyenda del jaguar negro crece, alimentada por historias de hazañas imposibles.