La tensión en la habitación era palpable. La gente estaba extremadamente asustada, algunos temblando, otros aferrándose unos a otros con fuerza. Algunos se mordían las uñas tan fuerte que empezaron a sangrar en la punta de los dedos.
Estos extraños habían matado a los guerreros Pagna en el interior y no permitían que nadie más saliera. En ese momento, estaban rezando por alguien, por algo que viniera a salvarlos, y fue entonces cuando pudieron ver el improbable discurso que tenía lugar entre el mismo grupo del cual todos tenían miedo.
—¿Qué? ¿Tienes un problema con que la gente muera y mate? —preguntó Marcus.
—No tengo problemas con matar —respondió Raze—. Especialmente si se trata de aquellos que lo merecen.
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