—S-Sí, Su Alteza —tartamudeó ella—, mis palmas sudaban mientras mi conciencia vacilaba.
—¿Dónde crees que puede crecer esa hierba, considerando las condiciones climáticas y el suelo en el que pueden crecer? —preguntó Arlan.
El príncipe tenía una mirada tan solemne que hizo que ella no se atreviera a esquivar su pregunta.
Se aclaró la garganta—. Su Alteza, disculpas, pero solo soy una plebeya. Aprendí principalmente de la experiencia de las plantas nativas de Wimark y no tengo educación en cuanto a geografía. Como es una hierba prohibida, no hay libros disponibles en el mercado que la mencionen. Solo escuché de un compañero herbolario que se rumorea que crece en climas tropicales y subtropicales.
El arte de mentir está en mezclar verdades y mentiras. Ella no era nativa de Wimark, pero sonaba lo suficientemente creíble como para convencer a quienes oían su explicación.
—Lucas, que esto sea verificado por la farmacia real.
—Sí, Su Alteza.
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