En la profundidad de la noche, una figura vestida de ropa oscura se deslizó en la mansión de invitados de Ahren, oculta por las sombras. El objetivo del intruso era claro: alcanzar la cámara principal donde se hospedaba Luis.
A medida que la figura navegaba el largo pasillo, estaba a mitad de camino hacia su destino cuando de repente escuchó voces.
—No te preocupes, mi señor. Encontraré dondequiera que esa bruja se esté escondiendo —dijo una voz.
—No me defraudes. Si esa niña está aquí, significa que tiene lo que necesitamos, y la bruja intentará acercársele —advirtió otra.
—¿Y si la niña no lo tiene? —preguntó la primera voz.
—Entonces está con Edna. Usa los medios que sean necesarios, pero debes encontrarla o... —la frase se dejó inconclusa.
—Entiendo, mi señor —afirmó la primera voz.
El intruso se quedó congelado en el rincón más oscuro del pasillo, sin poder moverse sin ser detectado. Un ligero cambio le delataría.
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