Tras unos momentos intensos, una luz dorada iluminó de repente toda la zona desde la bola de agua cerca del árbol, y en el siguiente instante, la figura del joven Nebulon desapareció de la zona.
La mirada de Atticus parpadeó abierta, retirando su palma del árbol. Reflexionó sobre la sensación que había experimentado anteriormente.
Cuando conectó con el flujo de agua que pasaba por las raíces de cada árbol, era como si su alcance se extendiera cada vez más lejos.
—Esto tiene un enorme potencial —se dijo Atticus, imaginándose capaz de controlar y utilizar el agua desde todos los ángulos y a grandes distancias.
—Pero todavía necesita trabajo. Toma demasiado tiempo y requiere mucha concentración para usarlo. No tendré ese lujo en la batalla —se dio cuenta.
La guardia de Atticus se había elevado al máximo al encontrarse con la raza de los huesos. Leer las reglas solo sirvió para ponerlo aún más alerta.
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