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6.3

—Ya lo dije, se desconoce — recalcó el koala.

—Tú deberías saberlo muy bien, eres su robot — interrumpió Kiba que actuaba despreocupada mientras rociaba agua a una maceta.

—Si Emma está en peligro, lo sabré —puntualizó el conejo robot.

—Me parece que a estas alturas no consigues dimensionar quién gobierna a quien y eso es un riesgo para todos — exclamó Kiba a manera de amenaza, dirigiéndose al conejo.

Adam desvió la mirada y Oliver entrecerró los ojos en dirección al koala líder. Su manera bélica de dirigirse a Hari no le estaba gustando.

—Ahora, una oscura entidad persigue a tu niña con el objetivo de controlar su mentecilla inestable —continuó Kibat.

—Emma es solo una pequeña. Los niños no somos… malos ¿verdad, Adam? — se atrevió a preguntar Oliver con la esperanza de aliviar la tensión entre los histriónicos.

—No es un ser malvado, solo es difícil para ella lidiar con una vida tan trágica — aclaró Hari frente a Oliver, sin mirarlo a los ojos.

—¿Podemos dejar el tema de Emma a un lado? Estoy cansado de escuchar más de lo mismo — aseguró Adam. No le convenía que Oliver se interesará en algo que jamás podría entender. Su hijo era un niño débil y asustadizo.

—¿Por qué?, o ¿de lo contrario vas a patear otra roca? — se burló Hari o al menos así lo juzgó el mismo Oliver. Para ser un robot parecía mostrar más sentimientos que algunos humanos.

Antes, el conejo ya les había contado de lo sucedido. Pero no pudo ahondar en el tema debido a la inesperada interrupción del robot víbora. A ojos de Hari, Adam parecía saber más sobre lo sucedido, por lo que dedujo que lo sucedido con Emma también involucraba al creador del robot víbora.

Oliver no se había atrevido a cuestionar a Adam tras su llegada por temor a que lo agrediera. Pero ahora, tanto las palabras de la esfera como las de Araxe regresaron a su mente, en el sentido de que su padre no era inocente.

«¿Tendrá algo que ver con mi papá?», se preguntó el niño activando un mal presagio.

—Ella es una niña que siente, llora, come, habla, corre… todo lo que tú haces, Oliver. No hay nada especial — intervino Adam.

Quizás, en otro momento hubiera aceptado la respuesta de Adam, pero sus pensamientos lo estaban adelantando a posibles escenarios de su padre involucrado en la creación de Araxe.

«Ella dijo que no es inocente».

—¿Hari? Emma está bien, ¿verdad? — quiso conocer Oliver, angustiado de descubrir que su padre pudiera estar involucrado en algo turbio.

El conejo robot asintió con la cabeza.

—Yo sabría si mi niña corre peligro, incluso me transportaría en el momento en que eso sucediera, tal y como pasó en Noria de Ángeles — aseguró el conejo robot.

—En todo caso, ¿Por qué no nos cuentas tu historia con la niña Emma? Eres el histriónico que puede aclarar nuestras dudas, nadie más facultado que tú, Hari — inquirió Kiba con una vocecita melodiosa y al mismo tiempo burlona.

El robot conejo volvió a sentarse; y, en esta ocasión, le pidió a Oliver que lo acompañara. El niño obedeció y entonces Hari le reveló que conoció a Emma cuando era muy pequeña. La niña tenía ojos vivaces y era muy menudita, muy delgada para su edad. A ella le gustaba pintar conejos, cantar y bailar. De vez en cuando salía a jugar, con sus dos hermanos mayores, a la plaza que colindaba cerca de su casa.

Hari era su guardián, su mejor amigo y siempre que podía la seguía, en modo invisible, a donde sea que ella fuera. Las cosas cambiaron en el momento en que Emma enfermó de gravedad. En cuestión de días dejó de caminar y ya no salía a jugar ni con sus hermanos. Llegó el día en que ya no se levantó de la cama y abandonó las actividades que la divertían y emocionaban. Emma perdió el interés por la vida y su padre no sabía qué hacer para reanimarla. Sus hermanos hicieron todo lo posible por sacarla de su letargo y pesimismo, pero la niña jamás mostró mejoría.

Entonces, la familia decidió que era momento de realizar un viaje a un lugar más tranquilo, a un pequeño pueblito llamado Noria de Ángeles. Ahí su padre le regaló un "kit" de dibujo: bloc de dibujo, carboncillos, borrador, sacapuntas, colores y una mochila de la cual resaltaba un adorable conejito gris con blanco. Hari vio en aquel señor un sincero intento por reanimar a su hija, así que se propuso a ayudarlo.

Con el tiempo, Hari auxilió a su dueña a recobrar el gusto por la vida a través del dibujo. Así pasaron los días esbozando garabatos en las hojas mientras inventaban historias de robots con superpoderes.

El robot conejo estaba para proteger a la niña hasta de su propia familia. Siempre se ha dicho que no todos los seres humanos son buenos o bondadosos, que siempre habrá personas sin escrúpulos, egoístas y crueles. Incluso no se debe confiar ni en la sombra y ni en tu familia, tal y como le sucedió a la misma Emma con su propia madre. Hari continúo relatando que, a raíz de un accidente, la niña desarrolló doble personalidad y que, por esa razón, cambiaba de humor. De ahí que su padre y hermanos la protegieran tanto.

—El estado de ánimo es importante y llega a incapacitar a cualquiera sin considerar que tan brillantes sean. En ese momento descubrí que, si Emma estaba feliz, mi poder desaparecía, pues ya no me necesitaba. Pero cuando su estado anímico decaía, entonces aparecía con mucha fuerza y yo resultaba difícil de controlar — concluyó el conejo robot.

—¿La alegría debilita y la tristeza fortalece? — preguntó Oliver.

—Lo comprobé en ese momento — concedió Hari.

—¿Qué significa?

—Es muy fácil entenderlo, solo piensa un poco más. Emma es una niña con un poder muy grande en sus manos. Ni ella ni el señor Tomás se imaginan que es una bomba de tiempo y que en cualquier momento desatará el caos — dijo Kobat.

—¿Así funciona? Me refiero a que el microchip se adhirió al sistema límbico y optó por seguir sus instrucciones, pero lo que no logro entender es: ¿quién gobierna a quién? — soltó Adam de improvisto, causando que la atención se situara en él. La pregunta de Kiba tuvo más sentido en sus razonamientos. Después de todo, se le contrató para liberar a la niña del dispositivo porque amenazaba su vida y no porque ella fuera el complemento de un androide bélico, ¿o no? La idea de ser utilizado como un peón, retomó fuerza en la interfaz del robot y en la mente del señor Tavares.

—Tiene sentido lo que dije antes — recordó Kiba. — Es una niña que consigue entrar y salir del portal. Es una niña vinculada a un robot androide que controla la energía electromagnética. Es una niña con un poder irracional en sus manos que no gestiona sus emociones ni su propia mente. Una anomalía que no debería de existir y, sin embargo, al ser una humana, no podemos extinguirla. Su presencia en el mundo virtual es una amenaza y obedece a los propósitos de una entidad que la quiere controlar.

—¿Conoces a Araxe? — preguntó el conejo robot levantándose de un salto.

—No del todo, pero desde que ingresó al mundo virtual, los santuarios se alteraron y ahora debemos estar alerta de cualquier anormalidad. Si ya de por sí teníamos enemigos, ahora los aliados se están volteando en contra de su naturaleza — respondió Kobat en lugar de su líder.

Oliver tragó saliva, anonadado por tanta información que pareciera sacada de una película de ciencia ficción. A esas alturas ya tenía muchas ganas de conocer a la famosa niña solo que entonces cuidaría sus palabras para no ofenderla. Se preguntó si podría ser amigo de una niña así.

—¿Qué es el sistema límbico? — inquirió Oliver de improvisto, pero nadie se interesó en responder su pregunta, así que no insistió.

—Oliver, quiero decirte que pase lo que pase, escuches lo que escuches, evites creer en lo que no se puede comprobar— se limitó a decir Adam cuando flanqueó su campo de visión para que no viera al conejo robot— confió en que eres el hijo inteligente de tu padre que sabrá razonar antes de emitir un juicio.

—¿Por qué dices eso? — cuestionó el niño sorprendido.

—Solo quiero que estés bien, solo eso — respondió el robot víbora que después se apartó de Oliver para sentarse en el rincón más apartado.

Por fortuna, Emma tenía a Hari a su lado, quien la acompañaría en las buenas y en las malas. Aún y cuando la niña fuera un peligro para la sociedad; la lealtad del conejo robot se mantendría.

—¿Y la mamá de Emma?, ¿Qué pasó con ella?, ¿está en la cárcel? — interrogó Oliver poco después para romper el silencio, luego de llegar a la conclusión de que Hari solo mencionó a los niños junto a su padre en el pequeño pueblito.

—Desapareció — respondió el conejo.

Adam desvió la mirada para no ver la cara de su hijo.

—¿Solo se fue y ya? — insistió el niño.

—El fuego la extinguió —aclaró el conejo.

—¡ah!

—Bien, basta de charlas— anunció Kiba levantándose de su lugar. Kobat la siguió como su fiel soldado. Luego despejó las hojas que ocultaban un cantarito, del cual sacó un pocillo repleto de agua. La geniuda Kiba se acercó al niño y le extendió el recipiente — debes estar sediento.

Oliver dudo por un momento, pero al final bebió el líquido en su totalidad.

— Gracias.

Kiba asintió.

—Yo también quiero un poco de agua — dijo Adam poniéndose de pie.

—Eres un robot — le espetó kiba. El robot víbora la ignoró y regresó a su lugar.

—Parece que está enojada — susurró el niño.

—Es normal, no le agrada que estemos en su bosque — respondió Hari sin bajar el volumen de su voz.

—Por supuesto, no me gusta que entren a mis dominios. Los humanos son los responsables de que los koalas estén a un paso de la extinción y no confió en robots sin memoria — claudicó el koala líder. 

Oliver agachó la cabeza, avergonzado.

—Durante mucho tiempo, el ser humano se encargó de cazar koalas para quitarles la piel y de talar árboles de eucalipto — continuó Kobat.

—Fuimos creados para proteger el Bosque de los Eucaliptos y a nuestros compañeros. Una vez que nuestros cuerpos físicos se enciendan, no dudaremos en hacer frente a los seres malvados — amenazó Kiba.