La criatura es alrededor de la misma estatura que el gigante de la primera prueba, pero con la diferencia de que su piel está muy arrugada y llena de espinas de hueso casi del tamaño de un hombre, con un rostro deforme, su boca de dientes igual que agujas se sitúa por el costado, además de tener seis brazos con grandes espinas que surgen del centro de sus palmas, las que arroja contra nosotros como si de una ballesta se tratase.
Alfred que es el que va en la avanzada es el primero en atacar al monstruo, y casi sin pensar esquiva una espina dando un gran salto contra la pared que usa como medio para realizar otro seguido, se le acerca lo suficiente como para poder mutilarle uno de sus brazos pero su objetivo se interpone tratando de golpearlo.
El demonio emite un ligero grito de dolor pero no se detiene e intenta darle con sus lanzas tras Alfred haber llegado al suelo pero este es apoyado por el chico al que había socorrido antes, el cual provoca una gran detonación que se deshace de todas las espinas y deja cegada a la criatura.
Entonces Alfred realiza un movimiento similar al que realiza un jugador de béisbol, le arroja su hacha que corta fácilmente el brazo que protege su rostro y está queda incrustada justo en medio de su frente dejándole muerto de inmediato.
Se expresa el chico muy alegre alzando los brazos. —¡Genial, estas armas son una pasada!
Alfred le reprende. —No deberías tomártelo tan a la ligera chico, reconoce que esto no es un videojuego, esto es real y puedes morir en cualquier momento.
El chico responde con desánimo. —Tío que aburrido eres a veces, pero tienes razón, aunque no creo que esté demasiado mal festejar de ves en cuando y así mantener la moral siempre en alto.
—Si pero este no es momento de festejos ni distracciones.
—Si, si lo que tú di....— En ese mismo instante es atravesado por detrás, le sale por el abdomen una espina que el aún no derrotado monstruo le arrojó tras haberse reincorporado sin que nadie lo notara.
Alfred queda atónito con la completamente inesperada muerte de su amigo justo frente a sus ojos. —Pero... ¿Cómo es qué...?— Después reacciona inundado en rabia. —¡Aaah te voy a hacer pagar por esto maldito engendro!—Sale corriendo hasta el cuerpo del chico y toma su espada en pleno movimiento para seguidamente ir contra el asesino. —¡Ahora sí me voy a asegurar de que regreses al infierno del que viniste!
Pero al encontrarse su arma sagrada en la cabeza de la criatura ya no cuenta con el poder que esta le otorga y se dirige segado por la ira hacia una muerte segura.
Ya la criatura se encuentra lista para dispararle nuevamente, pero yo le detengo al haberme apresurado, hago uso de una roca plana que sobresale de la tierra en diagonal como una rampa, le realizo un gran y profundo corte por detrás de una rodilla provocando que éste caiga apoyado en está y permitir que quede a merced de la espada de Alfred que se la clava bien profundo en su garganta.
Mi compañero es cubierto por la sangre del demonio e intenta llevar su arma aún más dentro, observa muy enojado sus ojos hasta verles perder su brillo. —¡A que de está no te escapas verdad!— Grita furioso mientras saca su arma dejando salir aún más sangre para después introducirla en uno de los ojos del monstruo.
Me dice muy molesto consigo mismo. —La muerte de ese chico no ha sido solo su culpa, yo también la tengo. Me distraje un segundo y mira en como término todo.— Respira profundo y continúa. —Ni siquiera sabía su nombre. Pero de algo si estoy seguro era muy valiente el pobre, él hubiera podido ser un gran héroe.
—Pero me temo que la suerte no le acompañó. Quizás, solo quizás ese es otro factor con el que se tiene que contar en este juego.
Retomamos la marcha y la situación no hace más que empeorar, el terreno se ha vuelto escarpado lleno de irregularidades en la roca maciza que sustituye a la anterior tierra, además de un sin número de rocas sueltas de todo tipo de dimensiones por doquier además de estalactitas y estalagmitas que muchas veces se unen creando grandes columnas. Esto hace que no podamos mantener un paso rápido como antes, pero a nuestros perseguidores sedientos de sangre casi ni les afecta.
Los que tienen armas de largo alcance como arcos y ballestas comienzan a disparar a los demonios que nos están pisando los talones, pero eso no puede evitar que los que son más rápidos como los sabuesos y otra especie con cuerpo semejante al humano que trepa por las paredes muy rápido mediante sus dos tentáculos que salen desde la cabeza y ataca con sus brazos y piernas como cuchillas nos den alcance.
Elizabeth es la primera en responder que se aparece justo delante de los enemigos decapitándolos y dándoles puñaladas en puntos vitales como el corazón y la cabeza justo antes de que puedan reaccionar. Eso en el caso de los que cuelgan del techo porque los sabuesos de gran tamaño como un camión solo le puede atacar a sus piernas para que caigan y retrasarlos ya que acercarse a su garganta es algo muy arriesgado.
La valerosa chica se ve en una situación muy difícil teniendo que enfrentarse a varios enemigos a la vez; llegando al punto que incluso uno de los demás es asesinado por un sabueso que le cae encima y lo despedaza sin ella poder hacer nada, solo oír sus gritos de agonía.
A lo que reacciona diciendo mientras elimina a uno de los del techo apuñalandole en el pecho—¡Maldita sea, son demasiados!
Hasta que yo y Alfred llegamos al frente y este último se expresa repleto de determinación. —¡No te preocupes princesa, llegó la caballería!—culmina la frase vengando al compañero caído partiéndole la cabeza a su asesino.