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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
261 Chs

Tiempo de descanso

  --Ese maldito príncipe ya tardó. --Dijo Meriel con un claro ceño fruncido.

  --Ten algo de paciencia, la misma paciencia que tuviste conmigo. --Dijo el joven con una expresión relajada.

  --No es lo mismo, señor Gus, no es lo mismo --Refutó sus palabras--, usted es mi señor y, mi obligación es esperar su regreso, así tarde toda una vida en hacerlo. --Explicó orgullosa.

Xinia la miró, sonriendo con calidez, aunque había pasado muy poco tiempo en compañía del dúo señor-sirviente, había algo que la hacía sentir cómoda.

  --Entonces te pido que esperes. --La miró a los ojos. La dama de cabello rojo asintió, sintiendo un fuerte desagrado por el príncipe.

  --Mmm. --Xinia miró a Gustavo de manera complicada, como si tuviera miedo de decir lo que pensaba.

  --Por favor --La observó--, habla.

  --¿No le pareció extraño como se dirigieron al príncipe? --Preguntó con una mirada pensativa.

  --Lo noté, pero me gustaría saber que es lo que piensas. --Xinia asintió, modulando su voz para hablar lo más entendible posible.

  --Lo llamaron segundo príncipe y, aunque lo trataron con algo de respeto, sus intenciones no eran para nada corteses. Soy una ignorante en los temas políticos y, en las costumbres de esas familias reales, pero si puedo hacer uso de la poca sabiduría que aprendí de Spyan, diría que tiene una rivalidad con su hermano, talvez por el trono. --Dijo. Gustavo asintió, había pensando algo similar, pero deseaba escuchar hablar a la guerrera del escudo, ya que era difícil que lo hiciera.

  --Se presentó ante mi como el heredero de su reino, pero talvez solo uso ese título para endulzarme el oído.

  --¿Para que? --Preguntó Meriel desconcertada, no sabía porque, pero sentía que había escuchado mal. Gustavo la miró, sonriendo débilmente.

  --Me refiero a que lo hizo para convencerme. --Meriel asintió, suspirando, por un momento creyó que a su señor le gustaban algunas prácticas extrañas. Xinia sonrió, también sintió que esa última frase había sonado demasiado rara.

  --¿Cree que mienta?

  --Es una posibilidad.

  --¿Qué le hará si descubre que le mintió? --Gustavo miró a su seguidora con ojos tranquilos.

  --Siempre y cuando cumpla con su promesa, no me importará si se llamó a si mismo rey, o señor del Norte.

  --Con temor a preguntar demasiado, pero ¿Qué promesa, mi señor?

  --Me dijo, que cumpliría con cualquier petición mía si yo lo rescataba.

En el umbral de la puerta, un joven de tez blanca, cabello corto y, mirada astuta, se encontraba de pie, observando sin emoción sus guantes de cuero negro y, quitando el polvo inexistente de su capa de piel.

  --Lamento la demora --Dijo al acercarse, el olor que anteriormente había desprendido de su cuerpo, había desaparecido, cambiándolo por uno más floral y armonioso para el olfato--, es solo que, mi hermano le gusta platicar demasiado.

  --Supongo que estaba preocupado. --Dijo Meriel con un expresión astuta. Herz la miró, sonriendo débilmente.

  --Sí, por supuesto... Somos familia después de todo --Miró con rapidez al joven de mirada tranquila--. Salvador, si gusta, poseo un pergamino de transportación inmediata a la capital del reino de Atguila, lo menciono por si desea partir inmediatamente.

  --¿Cuál es la prisa, príncipe? --Sonrió Meriel, parecía que su pasatiempo principal era molestar a Herz.

El segundo príncipe frunció ligeramente el ceño, pero no habló, trataba de actuar lo más gentil posible con las seguidoras de su salvador, pues, por lo que él había visto, las trataba como sus iguales, algo muy poco común de dónde venía, por lo que debía actuar con cuidado, si es que quería ganarse la confianza del joven.

  --Será mejor posponer nuestra partida al día de mañana, he viajado durante mucho tiempo y, mi cuerpo desea un buen descanso, además, de que creo que a mis compañeras les vendrá bien un tiempo a solas. --Dijo, después de todo, dormir en el pasto no se comparaba con dormir en esas cómodas camas de heno y pieles.

Xinia asintió, ella también sentía que era necesario descansar en una cama, además de que sentía que ya le hacía falta un buen y prolongado baño.

  --Sí es lo que usted desea, puedo encontrar el lugar adecuado para que descanse. --Dijo, con una actitud servicial. Cualquiera que lo conociera pensaría que un cambiaformas había tomado su lugar, pues les sería imposible relacionar al Herz arrogante y calculador, con este individuo de mirada servil.

  --Te molestaré por está ocasión. --Dijo Gustavo con una sonrisa tranquila. Herz asintió con una sonrisa, comprendiendo solo la mitad de la frase.

∆∆∆

La noche se presentó ante los ojos de los mortales, la luna aparecía con su espectacular forma completa, iluminando con su hermosura toda la ciudad. En las calles, se respiraba una quietud y tranquilidad impensable para un lugar que tan solo unos pocos días antes había sido asaltado y, que, aunque los soldados aún patrullaban en grupos de tres, la atmósfera tranquila no cambiaba.

En un cuarto sencillo, de una casa abandonada, un joven, junto con su compañero Ancestral descansaban, dormidos sobre una cama larga, con un sueño tan profundo que ni el hechizo más destructivo podría despertarlos. Meriel descansaba en el cuarto adjunto, con la compañía de Xinia, quién temblaba como un cachorro friolento.

Gustavo despertó, sobresaltado por lo que acababa de soñar, su respiración se volvió irregular y, con desesperación observó a su pequeño amigo, quién lo observaba con los ojos entreabiertos, forzándose a no quedarse de vuelta dormido. Sujetó con rapidez su sable y lo abrazó, había tenido una mala premonición y, no quería sentirse desprotegido.

  --Amigo mío, siento que se acercan tiempos oscuros. --Dijo con una expresión complicada.

En la lejanía, en el edificio más alto de la ciudad, una dama de capucha despertó sobresaltada y, con calma se dirigió a la silueta masculina sentada en una silla de madera.

  --Su ilustrísima, no pude entrar a la mente del joven con quién llegó el segundo príncipe. --Dijo con un tono de disculpa.

La silueta en la silla inclinó su torso, apoyando sus codos en sus piernas y entrelazando los dedos.

  --Interesante --Dijo con una sonrisa oscura--. Parece que mis pensamientos no estaban muy equivocados.

  --¿Qué desea que haga, Su ilustrísima? --Katran la miró.

  --Por el momento déjalos, quiero ver el movimiento de mi astuto hermano. --Sonrió con malicia.