Sus ojos barrieron los alrededores, buscando a la entidad, o más bien, localizando su presencia, ya que por la espesa neblina le era imposible observar más allá de dos pasos de dónde se encontraba. Pasó un segundo, pero aún nada se había mostrado, empuñó con más fuerza su sable. Esquivó hacia la derecha al sentir algo acercarse, pero al voltear la mirada se encontró con que no había nada, o al menos nada tangible, ya que lo que pareció un ataque, había sido tan solo una ráfaga poco violenta de viento.
--¡Vamos cobarde, muéstrate! --Gritó, observando a ambos lados para no ser emboscado.
Se escuchó una risa cínica en la lejanía, más bestial que humana. Gustavo forzó a sus ojos a mirar más allá de su límite, encontrándose con una silueta humanoide, pero por extraño que pareciera, ese individuo, fuera quien fuera, no representaba ningún peligro para él, o al menos eso sentía. Pasaron cerca de cinco segundos y, aquello desconocido se mostró, era una criatura antropomorfa, pero con características animalescas más que humanas, no solo su rostro se asemejaba demasiado al de un chacal, sino que también sus dedos largos y uñas filosas, sus extremidades peludas, sus piernas delgadas y altas lo dejaban en claro. Volvió a reír con cinismo, mientras sus ojos se oscurecían.
--Eres --Inhaló profundo-- parecido a mí --Guardó su sable en su funda--. Pero tú has perdido más que tú cordura ¿No es cierto?
El pelaje marrón de la criatura se tornó de color negro, sus brazos se cubrieron con la oscuridad, mientras en varias partes de su cuerpo se dejaban observar sus huesos blancos. Varias líneas negras cubrieron su pecho, dibujando un enorme sello que a un vistazo daba la sensación de poderoso y enigmático.
--Me equivoqué, tú no eres como yo --Su expresión se enfrió, mientras reía con una ligera perdida de cordura--. Tu eres un siervo y, yo un señor. --Tronó su cuello, luego sus puños.
La bestia también rió, solo que parecía que ella lo hacía involuntariamente.
--¿Sabes? Parece que he perdido a mi amigo y, tú me has interrumpido en mi búsqueda --Lamió sus labios, haciendo muecas de disgusto--. No solo te muestras ante mi presencia como una amenaza, sino que también me haces tomar medidas en contra tuya, cuando ambos sabemos que no eres nada.
Desapareció, reapareciendo instantes después justo enfrente de la bestia. Su velocidad fue impresionante y, aunque no era su máxima por la fatiga excesiva que su cuerpo sentía, aún así fue la suficiente para sorprender a su enemigo. La bestia intentó esquivar, pero no fue suficiente para evitar el puñetazo que se acercó a su hocico. El impacto fue poderoso, haciendo que la bestia se arrastrara decenas de metros besando la tierra, pero él no se contuvo. Corrió, persiguiendo el cuerpo de la criatura, al estar a unos cuantos pasos saltó, aplastando con la planta de su pie el pecho de su enemigo. El sonido de huesos fracturados fue escuchada, pero aún con eso él no se detuvo.
--Sí no fuera por ti --Se sentó en su pecho y comenzó a lanzar puñetazos poderosos-- ya lo hubiera encontrado. Si no fuera por ti --Sus golpes se hicieron más atroces, destruyendo parte de su hocico, mientras el suelo se cuarteaba por la intensidad de los puñetazos-- aún estaría vivo. Si no fuera por ti, maldito --Lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas--... ¡AAAAHHH! --Expulsó su enojo en un potente grito.
Su brazo tembló, su ojo derecho se oscureció por menos de un segundo y, las venas de su cuello destacaron con aquel color abismo. Había sido solo un instante, pero en ese momento sintió como si no fuera dueño de sí mismo, encontrando una salida ficticia a un escondite en su cerebro, uno que le permitiría librarse para siempre de los problemas, pero no flaqueó, no era tan débil como la gente podría pensar, o al menos no iba a permitirse serlo.
--Mi mente aún es fuerte y, mientras la tenga, ningún ser oscuro podrá contra mí.
La misma risa cínica sonó y, momentos siguientes el cuerpo de la criatura a los pies del humano desapareció convertida en una sombra, retomando su lugar a unos pasos al frente de Gustavo. Curando sus heridas con una extraña magia.
--Tú mente es fuerte, Gustavo, muy fuerte... pero ¿Es lo suficientemente fuerte para luchar contigo mismo? --El tono era simple, familiar y hasta cómodo de escuchar.
El cuerpo de la bestia se fue transformando poco a poco en un ser humano, de piel morena, ojos cafés y mirada oscura, no muy alto, cuerpo delgado y, cabello ligeramente largo.
--¿Acaso no lo ves? Yo soy tú, no puedes matarme. Jejejejajajaja. --Comenzó a reír con fuerza, una risa que callaba el silencio, pero que también lo provocaba.
El tiempo pareció detenerse para el joven de orígen latino, su rostro palideció y, la saliva dejó de acumularse en su boca. La antes criatura fue perdiendo piel en las cercanías de su boca, brazos y pecho, dejando a la vista los blancos huesos con las marcas de la muerte impregnados en ellos.
--No --Negó con la cabeza, exhalando pausadamente--... No puede ser posible... No lo puede ser... --Repitió varias veces más, tragando la poca saliva que comenzaba a aparecer en su boca.
--Estamos solos, acéptalo Gustavo. No somos más que peones en planes más grandes.
--¡Cállate!
Apareció repentinamente junto a él, acercando sus labios a su oído.
--Wityer se ha ido --Le susurró al oído--. Monserrat piensa que hemos muerto y, Héctor, bueno, él ya no pudo continuar con nosotros.
--¡Qué te calles! --Volteó, gritando con fuerza.
La antes criatura sonrió con cinismo.
--Mira con tus propios ojos, Gustavo --Fue perdiendo la piel, convirtiéndose en un esqueleto con ojos negros--... La muerte es lo único que tenemos, lo único que somos.
--No. --Dijo con firmeza.
El suelo vibró, sus piernas se hicieron más pesadas y, con la fuerza de un huracán expulsó toda su energía de muerte. La mitad de su rostro se tornó negra, con un aire oscurecido y visible bailando hacia el cielo. Ambos de sus ojos se oscurecieron, su preciada armadura se rompió, su piel se agrietó, quedándose desnudo por solo un instante, antes de que una armadura de ébano completa y tangible lo cubriera. Mientras en su espalda, una capa negra ondeaba aún sin el correr del aire.
--Jejejajaja, lo ves --Dijo sonriendo--, somos la muerte, siempre lo hemos sido --Tocó su hombro--. Acéptalo Gustavo. Acéptalo y convirtamos este mundo en cenizas...
La majestuosa capa negra dejó de moverse por solo un instante y, en ese mismo momento, la mano de Gustavo se movió a una velocidad descabellada y, con ella sujetó el cuello de la antes bestia, levantándola del suelo. Su presencia se asemejaba demasiado a la de un soberano, su imagen era la de un monarca, su expresión era la de un asesino, pero su mirada, aunque fría aún conservaba su más pura esencia.
--Talvez en el futuro me decida por destruir el mundo, pero cuando ese día llegue, será porque yo lo decidí y, no porque una maldita criatura maligna quiere manipularme ocupando mis miedos más profundos. --Rompió su cuello, encendiendo su cuerpo en fuertes y abrazadoras llamas negras.
Se dio media vuelta, sonriendo con frialdad.
--Púdrete en el infierno, seas lo que seas.
La armadura de ébano desapareció, su rostro recuperó la calidez humana y, su piel volvió a la normalidad, excepto por su brazo derecho, que continuó mostrando esa fea característica de la herencia de la muerte.
Antes de siquiera dar un paso al frente, una risa penetró en su oído.
--Jejejajaja, te lo dije Gustavo, no puedes matarme...
Volteó de inmediato, pero todo lo que observó fue la nada. Una oscuridad inimaginable que se fue acercando. Otro rugido ensordecedor sonó, igual de brutal que el que antes había escuchado.
--Je, ahora lo entiendo.
°°°
Abrió los ojos, observando que todo lo que le rodeaba era la fría oscuridad. A unos cuantos pasos se lograba vislumbrar una cálida fogata, que hacia ruidos al consumir la leña. Levantó ligeramente la vista y se percató de la presencia de alguien más, alguien que lo observaba con frialdad e instinto asesino, tan poderoso que hacía que el más valiente quisiera correr y, Gustavo no fue la excepción.
--Parece que después de todo, si sobreviviste.