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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantaisie
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Espectador

  Gustavo asintió ante la declaración del hombre de mirada amable, quedándose de pie detrás de su formación. Sus ojos se volvieron solemnes, tranquilos e imperturbables, mientras a decenas de pasos de él, los aventureros se manejaban en batalla. A decir verdad, el joven nunca había visto a un grupo tan sincronizado como el que observaban sus ojos, sus movimientos eran rápidos y sus aberturas eran mínimas, eran un grupo digno de elogio.

  --¡Carsuy, apunta a sus ojos! --Gritó Ley.

El arquero asintió y, con su arco mágico disparo tres proyectiles, sin embargo, las tres flechas fueron absorbidas por la extrema oscuridad.

  --Ignorantes. --Dijo la silueta negra.

El enemigo en la lejanía levantó su extremidad derecha, enviando un poderoso vendaval de energía oscura hacia los humanos.

  --¡Detrás de mi! --Gritó Xinia.

Al recibir la orden, los cuatro rápidamente se colocaron en fila, esperando soportar el golpe. La guerrera abrió las piernas, inclinó su torso y, levantó su escudo frente a ella, al instante, un enorme escudo traslúcido se creó ante ellos, protegiéndolos del bestial poder de la silueta.

Gustavo notó que le era imposible acercarse a los aventureros, por lo que se tiró al suelo y, cubrió con sus brazos su cabeza. La energía oscura impactó su cuerpo, aunque con una fiereza mucho menor, ya que el escudo traslúcido, le había arrebatado mucha de su fuerza inicial, por lo que el ataque no lo afecto demasiado.

  --(No te involucres, no te involucres) --Se gritó a si mismo en su mente, mientras su ojo derecho se teñia de un negro azabache y volvía a la normalidad en menos de un segundo, un proceso se repitió al menos unas cinco veces.

  --Spyan ¿Puedes paralizarlo? --Preguntó Ley.

  --No lo creo --Dijo después de un momento de reflexión--, la fuerza de mis sellos son insuficientes para soportar el inmenso poder que ha demostrado hasta ahora... Aunque --Su mirada se volvió afilada por un segundo--, puedo impedir que ataque por al menos cinco respiraciones.

  --¿Cuánto tiempo te tomará hacerlo?

  --Lo que se tarda conjurar un hechizo de octavo círculo. --Respondió, con una mirada seria.

  --Pues empieza ahora. --Dijo con impaciencia.

  --No tan rápido --Dijo Xinia--, esa cosa, sea lo que sea, nos está probando, noten sus ataques, cada uno de ellos han sido de diferentes estilos, quiere conocer nuestras habilidades, si actuamos apresuradamente y no logramos matarlo, estaremos condenados.

  --Entonces ¿Qué es lo que quieres hacer? --Erza la miró con desconfianza, no estaba muy a gusto con aquella idea, pero también era consciente de que su compañera podía tener la razón.

  --Debemos entender primero a qué nos enfrentamos --Apretó la empuñadura de su espada-- y, para eso, soy la mejor.

  --Déjame ser tu sombra protectora. --Dijo Carsuy, luego de disparar un par de flechas.

En la lejanía, a los pies del enemigo, se comenzaron a vislumbrar diez siluetas medianamente grandes, cada una de ellas con forma de perros, gordos y compuestos puramente de energía maligna.

  --¡Vayan pequeños! ¡Vayan y disfruten! --Gritó la voz en la lejanía.

Los diez canes se abalanzaron ante los aventureros a una velocidad impresionante. Erza rápidamente convocó la energía de la naturaleza, levantando en la superficie miles de grandes espinas de rosas, las cuales detuvieron solo por un instante a los furiosos perros. Carsuy levantó su arco y comenzó a disparar, acertando siete de sus diez disparos y, logrando arrebatarles la existencia a dos de ellos, que se desvanecieron como polvo en el viento. Xinia y Ley tomaron la delantera, balancearon sus armas con elegancia y rapidez, mientras las poderosas fauces de los canes del infierno trataban de desgarrarlas. Los enemigos eran fuertes, feroces y con ganas de asesinar, sin embargo, aquellas dos guerreras no eran menos que sus adversarios, cubrieron sus flancos y atacaron cuando era necesario. Ley activó una de sus habilidades, rebanando en dos a uno de esos fastidiosos canes. Xinia cayó de rodillas por un furioso golpe en su espalda, Spyan, quién ya había conjurado uno de sus hechizos, envió en su ayuda cinco lanzas de luz y, las cinco impactaron en su objetivo, en el perro que estuvo a centímetros de morder a la guerrera del escudo.

  --¿Estás bien? --Preguntó Ley. Xinia asintió, colocándose de pie en un instante.

Los cinco restantes se dispersaron como sombras, dos de ellos aparecieron ante la maga Erza, quién se protegió con un hechizo rápido, conjurando una armadura de tierra a su alrededor. Carsuy tiró su arco y, en el acto sacó la daga envainada en su espalda baja, dio media vuelta y clavó la hoja plateada en el feroz perro que había aparecido medio segundo antes. El arquero agradeció a sus agudos instintos, porque sabía que si hubiera reaccionado un segundo más tarde, uno de sus brazos ya no estaría en su sitio y, eso si hubiera tenido suerte. Los dos últimos se abalanzaron contra el joven de mirada simple, pero antes que lograrán arrebatarle la vida, se detuvieron y volvieron a desaparecer.

  --No, tú serás el último. --Dijo la voz en la lejanía, su tono se había vuelto más agresivo y aterrador, pero para Gustavo, aquellas palabras lo hacían sentir impotente y despreciado, por lo que se sintió furioso.

Ley golpeó con el pomo de su espada la dura cabeza del enorme perro, sintiendo el peligro que su vida había corrido, pero que gracias a su armadura, no recibió una herida mortal. Respiró profundo y se abalanzó hacia su enemigo con una mirada llena de furia.

A los pocos segundos el último de los canes cayó derrotado, desvaneciéndose como si su existencia solo hubiera sido una fugaz ilusión.

  --¿Están bien? --Preguntó Spyan. Sus compañeros asintieron en repuesta, algo cansados y, con leves heridas, pero nada que necesitara una poción o hechizo sanador.

  --Seran buenas ofrendas. --Dijo la voz en la lejanía.

La silueta pareció sonreir, mientras convocaba de la nada un largo bastón negro y, con una fuerza destructiva e imponente, golpeó el suelo, creando un pequeño cráter a sus pies.

  --Sera mejor que no me decepcionen. --Dijo y, al segundo siguiente desapareció, al igual que la energía maligna, era como si nunca hubiera estado presente.

  --¿Qué ha pasado? --Pregunta Erza, desconcertada por la extraña situación.

  --No lo sé, pero intuyó que nada bueno nos espera --Dijo Spyan, analizando los alrededores con sus ojos.