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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Fantaisie
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261 Chs

El santuario

  Los días continuaron pasando y, en un parpadeo, ya habían pasado más de dos meses, dos meses de deambular sin rumbo por la extensa selva, de levantarse a media noche porque una bestia nocturna apareció, de limpiar la hoja de su sable, así como su armadura por la gran cantidad de sangre que se pegaba a ellas por las batallas, pero sobre todo, de soportar la dolorosa soledad.

En la gran arboleda, un joven, de apariencia simple y tranquila, transitaba con el sol a su espalda, disfrutando de los últimos momentos de luz. En sus dedos, una piedra ligeramente lisa se movía con gracia, de un lado para otro, pasando de dedo en dedo. Alzó la vista, mirando al cielo, una parvada de aves danzaban con gracia, haciendo un círculo completo, un ritual muy característico de las aves carroñeras.

  --Unos viven, otros mueren. --Dijo en voz baja.

Tiró la piedra al aburrirse, pero justo cuando cayó, un sonido de eco se presentó. Se sintió intrigado al escucharlo, por lo que rápidamente se acercó a la maleza y, con sus manos abrió camino. Frente a él, se encontraba lo que parecía era un santuario abandonado, hecho de piedra y, con dos estatuas en forma de lobo protegiendo la entrada de los invasores. Se acercó un poco más, aunque la puerta se encontraba derrumbada en el suelo, la oscuridad presente le impedía vislumbrar más allá de unos pocos pasos. Respiró profundo, no sabía porque, pero podía sentir una energía antigua irradiar de dentro del lugar, una que por algún motivo hasta apenas comenzó a sentir.

  --Puedo acercarme a mis compañeros, o perderme aún más ¿Qué debo hacer? --Se preguntó, intentando tomar la mejor decisión. Después de pensar por un breve momento, exhaló, optando por adentrarse al territorio oscuro.

Al cruzar el umbral, sus instintos se agudizaron, podía percibir ligeras miradas de más allá de la oscuridad, algo que provocó un poco de incomodidad, pero no fue la suficiente para hacerlo retroceder y salir del santuario. Comenzó a caminar un poco más, alzando su dedo índice y, creando en el acto, una ligera flama de fuego oscurecido, que no iluminaba más allá de dos pasos. Se detuvo al notar los extraños dibujos tallados en la pared, parecía que el tiempo había hecho de las suyas y había arrebatado su majestuosidad, pero aún con ese percance podía entender un poco de aquella historia plasmada.

  --"La maldad no se esconde --Comenzó a leer, acercando la pequeña flama para vislumbrar mejor-- y, los planes de 'Ellos' se han ejecutado --Forzó a sus ojos a entender las letras difuminadas debajo de los dibujos, pero le fue imposible--... Cuando 'Ellos' aparezcan no será el comienzo de sus planes, serán los pasos finales" --Terminó de leer con dificultad, no había entendido nada del escrito y, aunque podía leerlo, las partes faltantes lo dejaban con más intriga que las visibles--. ¿Por qué siento que estás palabras guardan un significada mucho más profundo? --Se preguntó, quedándose de pie, estático, intentando encontrar una respuesta clara, pero por más que lo intentaba, no tenía la claridad ni el enfoque para llevarlo a cabo, por lo que se alejó de la pared, ya que tampoco tenía planeado perder el tiempo.

La flama de su dedo se apagó, aunque había recuperado un ápice de su energía pura, era solo eso, un ápice, lo que le impedía hacer completo uso de ella. Agudizó su oído al máximo, quería tener conocimiento de todo a su alrededor, aún si no podía verlo. El sendero se fue haciendo cada vez más estrecho, al parecer, en el pasado algo había causado un gran derrumbe, lo que provocó que inmensas piedras colapsaran y obstruyeran gran parte del camino. Sintió la incomodidad de la situación, no estaba acostumbrado a los lugares angostos y, menos cuando no podía hacer uso de su vista, por lo que respiró profundo, tratando de tranquilizar a su mente e impedir que algún pensamiento inútil apareciera. Aunque no fue largo el trayecto a la salida del sendero estrecho, para el joven de porte firme había parecido una eternidad.

A los lejos, se podía apreciar una tenue fuente de luz, algo que lo alegró, por lo que rápidamente se aproximó. Al tercer paso, el joven se detuvo, había sentido claramente como la superficie dónde había pisado bajaba lentamente. Cerró los ojos, mientras el tiempo parecía detenerse, inhaló una gran cantidad de aire y corrió a toda velocidad hacia la fuente de luz. Algo rozó su piel, cortando parte de su túnica y, al instante se impactó con la dura piedra, se inclinó hacia adelante, mientras cubría su cabeza con ambas manos. Los proyectiles afilados continuaron impactándose contra la pared al no encontrar su objetivo, mientras dejaban resbalar de sus puntas, un líquido verdoso, uno que él no pudo apreciar por la oscuridad y por la falta de tiempo.

  --Falta poco. --Dijo con urgencia al notar la salida.

Estaba agitado, respirando con irregularidad, pero sin perder de vista su objetivo, debía ser aún más rápido, lo sabía, porque con un solo paso en falso, sería empalado en la menor provocación.

  --¡Un poco más! --Sé gritó, motivándose para no flaquear en el último momento.

Uno de aquellos poderosos proyectiles silbó, impactandó contra algo que no era roca sólida, era más parecido a un material suave y al mismo tiempo duro. Tragó saliva de inmediato, jadeando y gimiendo de dolor, algo había impactado con su pierna de una manera brutal y dolorosa, lo que provocó que perdiera velocidad, haciéndolo vulnerable al mismo tiempo de recibir otro proyectil, gritó, sacando toda su fuerza y, en el mismo movimiento se lanzó a la salida, rodando por el suelo y cayendo de manera poco ortodoxa. Respiró con dificultad, exhalando todo el aire que sus pulmones habían logrado almacenar, se colocó su antebrazo en la frente, sintiendo el inmenso dolor recorrer su piel. Levantó el torso con dificultad, sentándose para tener una mejor visión de lo que le había pasado. La luz ligeramente tenue lo cegó por un momento, aclimatando sus ojos a la misma a los pocos segundos. Estiró su pierna derecha, observando el proyectil que se había atrevido a lastimarlo, al parecer era una flecha, compuesta de un material raro que no conocía, parecía metal, pero tenía propiedades flexibles. La punta derramaba la sangre que le había quitado al joven, al igual que una ligera coloración verde.

  --Arg --Gimió de manera ahogada, sintiendo como el calor de su pierna incrementaba y el dolor se hacía insoportable, tensó sus dedos y los guió a la flecha, quiso quitársela inmediatamente, pero tan pronto como la tocó, sintió como su energía mágica era drenada--. He sido envenenado --Dijo por decir, sintiendo que era lo más lógico--. Acuérdate ¡Acuérdate! --Golpeó la dura piedra con su puño descubierto-- ¿Qué se debe hacer cuando te envenenan? --Volvió a tocar la flecha y, la misma sensación apareció-- ¡Maldición! --Gritó desesperado, exhalando e inhalando rápidamente, mientras la saliva salía de su boca--. Que sea lo que Dios quiera --Dijo y, con la voluntad que algún día lo caracterizó, agarró el proyectil y lo sacó de su pierna, gritando de dolor y sintiendo como su energía mágica era drenada. Su mente se nubló, sintiéndose mareado y con sueño. Se mordió su labio inferior, haciendo que el dolor le recuperará la lucidez--. Aun debo salir de aquí. --Dijo, levantando el rostro y notando que en la lejanía, al final de un puente de piedra, se encontraba un enorme palacio hecho puramente de roca, cubierto de maleza y protegido por dos estatuas gigantes, lo que parecían eran sacerdotisas de algún Dios, en una posición de adoración y protección.

Rápidamente sacó una camisa de su bolsa de cuero, rompiéndola en tiras y, formando una venda improvisada, respiró profundo y la apretó en su pierna, gimiendo de dolor. Volteó hacia atrás, observando el sendero oscuro, negó con la cabeza y miró el palacio y, no tuvo más remedio que suspirar.

  --Se que soy un tonto, pero debo seguir. --Volvió a exhalar, reuniendo toda su fuerza para lo que estaba por venir y, al sentirse preparado, se colocó de pie.