Su tono estaba teñido de una pizca de agravio, como si fuera un niño mimado. Cuando Yu Lili escuchó eso, volvió la cabeza hacia él con sorpresa.
Se encontró con la intensa mirada de Ou Ming. Sus ojos eran profundos, brillantes y relucientes. Eran tan hermosos que Yu Lili podría perderse en ellos.
Ou Ming enterró su rostro más en su cuello y se quejó: "Me duelen las piernas. Déme un masaje".
"¿Cómo los robaron?"
"No lo sé. Los puse en el bolsillo de mi gabardina. Solo descubrí que faltaban cuando quise llamarte". La voz de Ou Ming retumbó. "Es bueno que tenga buena memoria. Recordé que vives aquí y caminé durante más de 20 minutos. No esperaba llegar antes que tú".
Yu Lili estaba a punto de hablar cuando Ou Ming tiró de su mano y se la puso en la parte superior del muslo. Con la voz de un niño pequeño, se quejó: "Están doloridos".
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