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Capítulo 18 - ¿Cuál Es La Auténtica?

Éditeur: Nyoi-Bo Studio

Cuando estaba a punto de abrir la puerta, el hombre a su lado habló de nuevo:

—Te doy veinte minutos para que te cambies.

Su Qianci estaba impresionada mientras miraba lo que llevaba puesto. Llevaba su ropa favorita. Aunque no era de marca ni tenía la mejor calidad, le quedaba realmente bien. Cuando hizo la mudanza, no quiso tirarlo, así que se lo llevó a casa de los Li. Ella no se había dado cuenta de que él se había fijado en ese detalle.

—Toma.

Li Sicheng estaba tranquilo y sonaba frío, pero le estaba ofreciendo su tarjeta negra.

Su Qianci estaba aturdida con la tarjeta en su mano. Él estaba... ¿dándole dinero? El corazón de Su Qianci se aceleró un poco mientras lo miraba con incredulidad. Él no cambió su expresión, como si una tarjeta con cinco millones de dólares de crédito no significara nada.

Sin embargo, Su Qianci sintió que se le paraba el corazón. No le sorprendía que él fuera generoso, sino el hecho de que era la primera vez, a lo largo de sus dos vidas, que él le había dado algo.

Al verla sorprendida, Li Sicheng frunció el ceño, disgustado.

—No quiero que la familia Su piense que no podemos permitirnos comprarte ropa nueva.

Al oír sus palabras, que eran como una especie de explicación, Su Qianci miró hacia afuera y vio que estaban frente a un centro comercial. Se sintió aliviada.

Por supuesto, no había sido su culpa.

—Gracias.

Su Qianci tomó la tarjeta sin dudarlo y salió del coche.

Mientras la miraba entrar en el centro comercial, Li Sicheng le daba vueltas a la cabeza. Ella parecía muy diferente. Su actitud no parecía ser falsa, así que... quizás la Su Qianci de antes no era auténtica.

¿Cuál de las dos era la auténtica Su Qianci?

Su Qianci entró en su tienda de lujo favorita y notó que todas las dependientas la miraron. Sus sonrisas desaparecieron cuando se fijaron en la ropa de Su Qianci. Hicieron un gesto y la miraron con desprecio. Era como si una persona sin hogar hubiera entrado en un hotel de cinco estrellas.

A Su Qianci le divirtió esa reacción. Por fortuna, Li Sicheng le había pedido que se cambiara. De haber aparecido vestida así en casa de la familia Su, su tía y primos se hubieran reído de ella.

De todas formas, no era necesario prestar atención a la actitud de las dependientas. Así funcionaba el mundo: una prostituta tenía más dignidad que una persona pobre.

Empezó a merodear y le atrajo un vestido precioso colocado en mitad de la tienda. Cuando estaba a punto de tomarlo, oyó una voz muy aguda que decía:

—Oye, no toques eso. ¡Es un vestido muy caro!

Su Qianci giró y vio a una de las dependientas. Avanzó hasta Su Qianci, enfadada.

—¿Sabes cuánto cuesta este vestido? ¿Y si lo dañas al tocarlo?

Sus palabras estaban cargadas de desprecio. Su Qianci preguntó:

—¿Así que no puedo probármelo?

—Solo puede probárselo alguien que pueda comprarlo —la dependienta estaba horrorizada por la ropa barata que llevaba Su Qianci, y continuó—. Lo siento señorita, creo que debería irse. No le acompañaré a la salida.

Su Qianci miró a las demás dependientas y sintió que la situación no era razonable. Entonces, preguntó:

—¿Así es como este centro comercial trata a sus clientes?

A las dependientas les resultaban graciosas las palabras de Su Qianci, como si estuviera contando algún tipo de chiste.

—Cualquiera que pueda comprarse nuestros vestidos es, efectivamente, un cliente.