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El despertar de Sylvia

Auteur: Shandor_Moon
Fantaisie
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Synopsis

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Chapter 101. Un nuevo cuerpo

Carlos despertó con un pulso palpitante en sus sienes y un lastre abrumador en sus músculos, yaciendo en el suelo húmedo y musgoso de un bosque denso y sombrío. Los rayos del sol, filtrándose a través del tupido follaje, dibujaban patrones erráticos sobre su rostro, intensificando su desconcierto. A su lado, un joven de cabellos dorados lo observaba con una expresión que entrelazaba preocupación con asombro.

—Buenos días. Veo que estás desorientada, mi nombre es Olano. ¿Te encuentras bien? —preguntó el joven, con una voz que, aunque amigable, no podía ocultar un matiz cauteloso.

—¿Dónde estoy? ¿Y quién eres tú? —Carlos intentó levantarse, pero su cuerpo reaccionó de manera inusual, como si estuviera desacostumbrado a su propia estructura.

Olano extendió una mano en un gesto de ayuda, pero Carlos la rechazó instintivamente, optando por apoyarse en un árbol cercano. Fue entonces cuando notó los cambios. Su ropa tensaba en puntos inusuales, y su voz, al intentar formular palabras, resonó con una tonalidad más aguda de lo habitual.

—Esto no puede ser real —murmuró Carlos, pasando las manos sobre su rostro y cabello, descubriendo rasgos ajenos. Su mirada cayó sobre su pecho, donde se delineaban contornos femeninos inesperados.

Recordaba estar jugando a un MMORPG con su novia y otros compañeros de clan. Tras derrotar al jefe supremo, una voz enigmática anunció: "Ahora tendréis la oportunidad de vivir una vida real en este maravilloso mundo." Un destello y luego, la oscuridad.

—¿Podría ser verdad? —se cuestionó, tocándose las orejas puntiagudas y el cabello pelirrojo recogido en una cola. Todo indicaba que podría haberse transformado en su personaje del juego, una elfa, pese a que originalmente había optado por una forma femenina por simple estética.

—¿Qué me ha pasado? ¿Por qué soy una elfa? Yo era un humano varón. —La voz de Carlos se quebró, cargada de un miedo tangible. Buscó respuestas en los ojos de Olano.

—Parece que te has debido golpear la cabeza al caer o has pasado por una transformación bastante inusual. No te preocupes, estás segura aquí. Permíteme ayudarte a entender lo que ha ocurrido —dijo Olano, intentando infundir algo de calma en medio de la confusión palpable.

Con cada movimiento, Carlos, ahora prisionero en un cuerpo desconocido, se sentía atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. Cada gesto le recordaba la crudeza de su nueva realidad, una realidad que le costaba aceptar.

—Necesito un momento, esto es demasiado para procesar —confesó, con la voz temblorosa y una lucha interna por asimilar la situación.

Olano asintió con comprensión y se apartó un poco, dándole espacio a Carlos para enfrentar su nueva existencia.

—Soy una elfa en un mundo desconocido. —Carlos razonó en voz alta, más para sí mismo que para Olano. —Vale, como supongo que me parezco a mi personaje, a partir de ahora mi nombre es Sylvia —se presentó, con una reverencia torpe.

—Encantado, Sylvia. —Olano correspondió la reverencia. —Un nombre peculiar para una elfa, pero si así lo deseas, así te llamaré. ¿Has llegado aquí a través de un portal mágico procedente de otro mundo? —preguntó, intrigado por la extraordinaria situación.

—Supongo que podría decirse así. ¿Dónde estamos? —Sylvia aceptó la nueva realidad con una mezcla de resignación y curiosidad.

Olano, con una calma que parecía inquebrantable, comenzó a explicarle su ubicación con precisión. —Nos encontramos en el Bosque Negro, a dos días de viaje de la ciudad de Aguas Claras y cinco de Roca Oscura, una fortaleza enana excavada en la montaña de Muide.

—¿Roca Oscura? ¿Aguas Claras? —Sylvia murmuró, las palabras resonaban en su mente con una familiaridad inquietante. Recordaba esos nombres, eran localizaciones clave en el juego.

—¿El monasterio de la Rosa Ensangrentada está cerca de aquí? —preguntó, su voz revelaba una mezcla de esperanza y ansiedad.

—Sí, de hecho, estaba en camino para pasar la noche allí. Mi buey es viejo y no llegaré a la Posada de la Luna Negra antes del anochecer —Olano respondió, y luego, con una nota de duda, agregó—. Pero no sé si permitirán que se quede una mujer, y menos una elfa.

Sylvia tocó su cuello y sintió el relieve de una cadena; el relicario colgaba de ella, una pieza clave para cualquier sacerdote en el juego. Este detalle podría ser su salvoconducto si jugaba sus cartas correctamente. ¿Pero cómo funcionaría ahora en este mundo que parecía tan real como el otro?

—No te preocupes, creo que podré pasar allí la noche también. Podría ir contigo en tu carreta —propuso Sylvia, más decidida ahora que sentía el peso del relicario contra su pecho.

Olano la observó con escepticismo. Aunque no conocía a Sylvia más allá de su aparente confusión y su origen misterioso, decidió confiar. Habían al menos tres horas de camino hasta el monasterio, y una compañera de viaje haría más llevadera la jornada.

—¿No vas a recoger tu bastón y mochila? —preguntó Olano, señalando hacia el lugar donde Sylvia había estado desmayada.

Al lado del árbol descansaba una mochila y junto a ella, un bastón largo y recto, demasiado perfecto para ser casual. La elfa corrió hacia ellos, agarró ambas cosas, y luego subió a la carreta junto a Olano. Juntos, se encaminaron hacia un destino incierto, entretejido con el misterio de un juego que se había vuelto dolorosamente real.

Mientras la carreta de Olano crujía y se balanceaba a través del Bosque Negro, los rayos de un sol menguante jugaban entre las hojas, tejiendo un tapiz de luz y sombra sobre el camino. Olano, un comerciante de mirada aguda y charla fácil, manejaba las riendas con pericia mientras conversaba con Sylvia.

—Los enanos de Roca Oscura forjan las herramientas más finas del reino; son robustas, fiables. Las hachas y picos que llevo deberían venderse bien en Aguas Claras. La gente de allí siempre está buscando calidad, especialmente ahora que se aproxima la temporada de construcción —explicó, con un tono de orgullo en su voz.

Sylvia asentía, intentando participar en la conversación, pero su mente vagaba constantemente hacia su novia y sus compañeros de juego. ¿Habrían ellos también sido arrastrados a este mundo? La preocupación por su seguridad y su paradero crecía con cada minuto que pasaba en esa realidad alternativa.

—¿Y cómo es el comercio con los enanos? ¿Son difíciles en el trato? —preguntó Sylvia, tratando de mantenerse presente en la conversación.

—Oh, los enanos son duros negociadores, pero justos. Respetan un acuerdo una vez hecho. Eso sí, no esperes mucha charla; son directos, casi hasta el punto de parecer descorteses a ojos de los no acostumbrados —respondió Olano con una sonrisa.

El camino se volvía más áspero a medida que se adentraban en zonas menos transitadas del bosque. El sonido de la naturaleza los envolvía, un recordatorio constante de que estaban solos en una vasta extensión de tierra desconocida.

Sylvia se aferraba a la esperanza de que, si realmente estaban en el mundo del juego, habría una forma de volver. Cada momento de silencio se llenaba con pensamientos sobre estrategias para reunirse con los otros. "Si todos somos personajes del juego, deben estar por aquí... ¿en qué parte del mapa aparecerían?", pensaba, mientras su corazón se apretaba al imaginar a su novia perdida en este vasto y peligroso mundo.

La conversación entre ellos se desvanecía ocasionalmente, sustituida por el murmullo del bosque y el sonido de la vida silvestre. De repente, la densidad del bosque comenzó a disminuir, y los primeros indicios de civilización aparecieron a lo lejos.

—Allí está, el Monasterio de la Rosa Ensangrentada. Es un lugar de gran paz, pero también de poder. Muchos buscan refugio y sabiduría entre sus muros —dijo Olano, señalando hacia adelante.

Ante ellos, emergiendo de la bruma del atardecer, se alzaban los altos muros de piedra del monasterio. Un portón macizo, adornado con tallas de escenas antiguas y símbolos sagrados, guardaba la entrada. La vista del monasterio, imponente y sereno, ofrecía un contraste sobrecogedor con la inquietud que Sylvia llevaba por dentro.

Mientras la carreta se detenía frente al portón, Sylvia se bajó, los pies tocando tierra firme, pero su mente aún en vuelo. Con una mezcla de temor y determinación, miró hacia la estructura que prometía respuestas y, con suerte, un camino hacia la reunión con sus seres queridos.

Olano, tras bajarse y acercarse a la puerta, tiró de una cadena situada junto a esta. Por unos minutos, pareció no suceder nada. Sylvia sugirió volver a tirar de la cadena, pero el mercader negó con la cabeza.—En este monasterio reniegan de las prisas. Seguro que han escuchado la campana. Si insistimos, nos despacharán con un exabrupto.

Sylvia lo miró escéptica, pero no se atrevió a contradecir a quien amablemente la había traído hasta las puertas del monasterio.

El sol ya estaba muy bajo, y aunque en el juego las distancias se hacían cortas, aquí sabía que no llegaría antes de medianoche a la Posada de la Luna Negra. Si no abrían, estarían en un problema, pero finalmente la puerta se abrió y salió un hombre vestido de forma similar a un templario de la Edad Media europea.

—Hola, Olano. Cuánto tiempo sin verte. ¿Pretendes comerciar o has perdido la cabeza y crees que te dejaremos pasar la noche junto a una elfa en una de nuestras celdas?

El mercader miró a la joven pelirroja, negó con la cabeza y se encogió de hombros antes de comenzar a hablar.

—Tranquilo, la elfa es una persona que encontré en el camino; si no puede pasar la noche aquí, no es asunto mío. Mi mercancía es lo primero.El templario sonrió y le dio el visto bueno para pasar. Sylvia se quedó contrariada viendo cómo Olano se montaba en su carreta y atravesaba el portón. Casi había cerrado de nuevo las puertas cuando finalmente reaccionó.

—Perdón, quizás esto pueda hacerte cambiar de opinión —se apresuró a decir Sylvia mientras sacaba el relicario que colgaba de su cuello.

El templario lo miró detenidamente unos instantes y después miró de arriba a abajo a la joven para volver a fijar su vista en las orejas puntiagudas.

—El relicario es auténtico y te pertenece, no cabe duda, pero no puedo tomar esta decisión. Espera aquí en la puerta mi retorno —contestó antes de cerrar abruptamente la puerta tras de él.

Carlos suspiró y miró al cielo; si no la admitían, debería pasar la noche al intemperie. El sol terminó de ocultarse y las estrellas se hicieron visibles. El gélido viento se notaba aún más frío ahora que el sol no calentaba su piel.Un lobo aullaba a la luna cuando por fin la puerta se abrió.

En esta ocasión, el templario venía acompañado de otro. Ambos la acompañaron hasta una humilde habitación en la cual solo había una cama, un armario, una silla y una mesa donde reposaba una sopa que aún humeaba.

—Tómate la sopa y descansa. Mañana se decidirá tu futuro —Tras esto, los dos templarios salieron de la habitación y cerraron con llave la puerta.

¿Habría sido muy osada? Se preguntó la elfa mientras se llevaba el tazón de sopa a sus labios. El líquido llegó hasta su estómago reconfortándola. De poco servía darle vueltas; mañana se enfrentaría a las consecuencias de su arrogancia.

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