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Capítulo 2: El Despertar de una Nueva Determinación

El tiempo en el Infierno era un concepto extraño para Iván. Los días y las noches se mezclaban, y cada amanecer traía consigo una nueva ronda de desafíos y lecciones. A medida que se adaptaba a su nueva vida, Iván comenzó a notar cambios sutiles en su entorno y en sí mismo. Sus músculos se volvían más firmes, su resistencia aumentaba y su mente se afilaba como una cuchilla.

Iván no solo estaba entrenando físicamente; estaba aprendiendo a controlar sus emociones y a canalizar su rabia y frustración en algo productivo. Hamilton y Leah se aseguraron de que cada lección fuera dura pero justa, empujando a Iván a superar sus propios límites. Había algo casi terapéutico en el agotamiento físico, algo que permitía a Iván liberarse de la carga emocional que había llevado durante tanto tiempo.

El entorno en el Infierno también tenía sus propios ritmos y desafíos. Era un lugar sombrío y desolado, lleno de corredores oscuros y arenas clandestinas donde las peleas eran el pan de cada día. La violencia impregnaba el aire, y el ruido constante de los combates resonaba en cada esquina. Sin embargo, en medio de este caos, Iván comenzó a encontrar un extraño sentido de pertenencia.

Una tarde, después de un entrenamiento especialmente agotador, Iván se encontró solo en una pequeña sala de descanso. Se dejó caer en una silla, sus pensamientos girando en torno a la conversación que había tenido con Hamilton sobre su familia biológica. La idea de que sus padres estaban vivos y posiblemente involucrados en las mismas peleas clandestinas que ahora formaban parte de su vida era algo que no podía sacarse de la cabeza.

Mientras contemplaba esto, sus ojos se dirigieron a un espejo en la pared. Se vio a sí mismo, y por primera vez en mucho tiempo, no se reconoció completamente. La persona que lo miraba de vuelta tenía cicatrices y moretones, pero también tenía una expresión de determinación que antes no estaba allí. Iván se dio cuenta de que estaba cambiando, no solo físicamente, sino también mentalmente.

El sonido de pasos lo sacó de sus pensamientos. Hamilton entró en la sala, llevando consigo un pequeño cuaderno y una expresión seria.

—Iván, hay algo que quiero mostrarte —dijo, entregándole el cuaderno.

Iván lo tomó con curiosidad, abriendo las páginas amarillentas y gastadas. Dentro, encontró recortes de periódicos, fotografías y notas escritas a mano. La mayoría de los artículos hablaban de peleas clandestinas y figuras influyentes en ese mundo oscuro. Pero lo que más llamó su atención fue una fotografía en particular: una imagen borrosa de una pelea en la que aparecía un hombre que se parecía notablemente a él.

—¿Quién es este? —preguntó Iván, señalando la fotografía.

Hamilton se sentó frente a él, su mirada penetrante. —Ese es tu padre, Iván. Fue uno de los mejores luchadores en su tiempo. Pero cuando naciste, algo cambió. Él y tu madre decidieron dejarte para seguir sus propias ambiciones.

Iván sintió una mezcla de rabia y tristeza. La imagen de su padre, luchando en las mismas arenas donde ahora se encontraba, era difícil de procesar. —¿Por qué me abandonaron?

Hamilton suspiró, apoyando las manos en la mesa. —El mundo de las peleas clandestinas es despiadado. Para ellos, tu presencia era una debilidad, un punto vulnerable que sus enemigos podrían aprovechar. Así que tomaron la decisión de dejarte, pensando que sería lo mejor para su carrera y para tu seguridad.

Iván cerró el cuaderno con fuerza, sus emociones a flor de piel. —Quiero encontrarlos, Hamilton. Quiero entender por qué tomaron esa decisión. Y si es necesario, quiero enfrentarlos.

Hamilton asintió, su expresión seria. —Lo sé, Iván. Y estaré aquí para ayudarte a prepararte para ese momento. Pero debes recordar que esto no es solo una cuestión de fuerza física. Debes estar preparado mental y emocionalmente para lo que puedas encontrar.

Los días siguientes estuvieron llenos de entrenamientos más intensos y lecciones más profundas. Iván se enfocó no solo en su habilidad para pelear, sino también en su capacidad para mantener la calma bajo presión y pensar estratégicamente. Hamilton y Leah lo empujaron constantemente, desafiándolo a ser mejor y más fuerte.

Una noche, después de un combate particularmente duro, Iván se encontró caminando solo por los oscuros pasillos del Infierno. La brisa fresca de la noche le proporcionaba un alivio momentáneo del calor y la tensión del entrenamiento. Se detuvo en un punto elevado desde donde podía ver la ciudad a lo lejos, las luces parpadeantes que contrastaban con la oscuridad de su entorno.

Allí, en la soledad de la noche, Iván tomó una decisión firme. No solo pelearía para encontrar a su familia y entender su pasado, sino que también lo haría para forjar su propio camino y demostrar su valía. El Infierno no sería su destino final, sino el lugar donde renacería más fuerte, más sabio y más determinado que nunca.

Con esta nueva resolución, Iván regresó a su habitación, listo para enfrentar cualquier desafío que viniera. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero por primera vez en mucho tiempo, tenía una visión clara de su futuro y una determinación inquebrantable para alcanzarlo.

Las semanas pasaron, y con cada día, Iván se sentía más fuerte y más seguro de sí mismo. Su entrenamiento era extenuante, pero comenzaba a ver los resultados en su agilidad y en su capacidad para anticipar los movimientos de sus oponentes. Hamilton y Leah seguían siendo sus mentores implacables, pero Iván empezaba a verlos también como aliados en su lucha.

Una tarde, mientras Iván practicaba golpes contra un saco de boxeo, Leah se acercó a él. La campeona juvenil de boxeo tenía una expresión seria, como si estuviera a punto de decirle algo importante.

—Iván, necesito hablar contigo sobre algo —dijo Leah, deteniéndose a unos pasos de él.

Iván se detuvo y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. —¿Qué pasa, Leah?

Ella respiró hondo antes de hablar. —Hay una pelea importante que se llevará a cabo pronto. No es solo una pelea cualquiera. Es una oportunidad para que demuestres lo que has aprendido y para que envíes un mensaje a aquellos que te han hecho daño.

Iván frunció el ceño, intrigado. —¿Qué tipo de pelea es?

—Es un torneo clandestino, muy conocido en estos círculos. Los luchadores más fuertes participan, y la audiencia incluye a algunas de las figuras más influyentes en el mundo de las peleas. Si ganas, no solo ganarás respeto, sino que también podrías atraer la atención de aquellos que podrían tener respuestas sobre tu familia.

Iván sintió un nudo en el estómago. La oportunidad de enfrentar a los mejores y posiblemente descubrir más sobre su pasado era tentadora, pero también intimidante. —¿Crees que estoy listo para esto?

Leah sonrió levemente. —Has progresado mucho, Iván. Tienes la habilidad y la determinación. Pero debes recordar que en estas peleas, no se trata solo de fuerza física. La estrategia y la mente juegan un papel crucial. Hamilton y yo creemos en ti. Pero la decisión final es tuya.

Esa noche, Iván se sentó solo en su habitación, meditando sobre la oferta. La idea de participar en un torneo tan importante era aterradora, pero también representaba una oportunidad única. Finalmente, se levantó y salió en busca de Hamilton.

Lo encontró en su oficina, revisando algunos documentos. Hamilton levantó la vista cuando Iván entró, y una ligera sonrisa apareció en su rostro.

—Iván, ¿qué te trae por aquí tan tarde?

Iván tomó una respiración profunda. —He decidido participar en el torneo. Quiero enfrentarme a los mejores y demostrar lo que puedo hacer. Y quiero encontrar respuestas sobre mi familia.

Hamilton asintió, sus ojos brillando con aprobación. —Sabía que tomarías esa decisión. Estoy orgulloso de ti. Este torneo será un verdadero desafío, pero creo que tienes lo necesario para enfrentarlo. Empezaremos un entrenamiento intensivo a partir de mañana.

El entrenamiento para el torneo fue más intenso de lo que Iván había imaginado. Cada día estaba lleno de sesiones agotadoras que empujaban su cuerpo y mente al límite. Leah se aseguró de que Iván trabajara en su velocidad y precisión, mientras que Hamilton se centró en la estrategia y la resistencia. Iván sabía que no podía permitirse ningún error. La competencia sería feroz, y no habría margen para la debilidad.

A medida que se acercaba el día del torneo, Iván comenzó a sentir una mezcla de nerviosismo y excitación. No solo quería ganar, sino que también quería demostrar que era capaz de enfrentarse a cualquier desafío. Las noches antes del evento, apenas podía dormir, su mente llena de pensamientos sobre lo que vendría.

Finalmente, llegó el día del torneo. Iván se encontraba en un vestuario improvisado, preparándose para su primera pelea. Podía escuchar el rugido de la multitud afuera, y su corazón latía con fuerza en su pecho. Leah y Hamilton estaban a su lado, ofreciéndole palabras de aliento.

—Recuerda, Iván —dijo Leah, colocándole un vendaje en la muñeca—, esta pelea no se trata solo de ganar. Se trata de mostrarles a todos de qué estás hecho.

Hamilton asintió. —Y no olvides lo que te enseñamos. Mantén la cabeza fría, y usa tu fuerza y tu inteligencia. Confía en ti mismo.

Iván respiró hondo y asintió. —Lo haré. Gracias por todo.

Cuando finalmente salió al ring, el ruido de la multitud lo envolvió. Los focos lo cegaban momentáneamente, pero pudo distinguir a su oponente al otro lado del cuadrilátero: un hombre corpulento con una expresión feroz. El anunciador presentó a ambos luchadores, y el combate comenzó.

La pelea fue brutal y rápida. Iván usó todo lo que había aprendido, esquivando golpes y lanzando contrataques precisos. Aunque su oponente era fuerte y experimentado, Iván logró mantener la calma y la concentración. Sus movimientos eran fluidos, y cada golpe que lanzaba estaba lleno de la fuerza y la determinación que había acumulado en las semanas de entrenamiento.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Iván encontró una apertura y lanzó un golpe decisivo que derribó a su oponente. La multitud rugió en aprobación mientras el árbitro levantaba la mano de Iván en señal de victoria. Iván, jadeante y sudoroso, sonrió con satisfacción.

Mientras salía del ring, Leah y Hamilton lo esperaban con expresiones de orgullo en sus rostros. Leah lo abrazó, y Hamilton le dio una palmada en la espalda.

—Lo hiciste increíble, Iván. Estamos muy orgullosos de ti —dijo Leah, su voz llena de emoción.

Hamilton asintió. —Este es solo el comienzo. Tienes un largo camino por delante, pero hoy has demostrado que puedes enfrentarte a cualquier desafío. Sigamos así, y no habrá nada que no puedas lograr.

Iván asintió, su corazón lleno de una nueva determinación. Sabía que todavía tenía mucho por descubrir y muchas batallas por pelear. Pero con Leah y Hamilton a su lado, y con la fuerza que había encontrado dentro de sí mismo, estaba listo para enfrentar cualquier cosa que viniera.

clandestinas y eventos relacionados con el mundo de las artes marciales. Algunas fotos mostraban a personas desconocidas, algunas de ellas con un parecido sorprendente a Iván.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Iván, mirando a Hamilton con confusión.

Hamilton suspiró, eligiendo sus palabras con cuidado. —Esto es parte de tu historia, Iván. Estas personas... son tu familia biológica.

Iván se quedó sin habla, sus ojos recorriendo las imágenes y los artículos con incredulidad. —¿Mi familia... están involucrados en esto?

—Sí —confirmó Hamilton. —Son muy influyentes en el mundo de las peleas clandestinas. Y ahora que estás aquí, en el Infierno, es inevitable que te encuentres con ellos tarde o temprano.

Una mezcla de emociones inundó a Iván: sorpresa, ira, confusión. —¿Por qué me abandonaron? ¿Por qué no me buscaron?

Hamilton suspiró, su expresión empática. —No lo sé con certeza, pero puedo imaginar que tenían sus razones. A veces, las circunstancias nos obligan a tomar decisiones difíciles.

Iván cerró el cuaderno con fuerza, sintiendo una oleada de emociones abrumadoras. —¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Buscar respuestas?

—Eso depende de ti, Iván —respondió Hamilton. —Puedes enfrentarlos, buscar respuestas o seguir adelante. Pero recuerda, estás aquí por una razón. Tal vez esta sea parte de tu destino.

Iván asintió lentamente, su mente girando con nuevas preguntas y posibilidades. —Necesito tiempo para pensar.

Hamilton asintió comprensivamente. —Tómate tu tiempo. Pero recuerda, estaremos aquí para apoyarte, pase lo que pase.

Después de que Hamilton se fue, Iván se quedó solo con sus pensamientos. Miró una vez más las imágenes y los recortes en el cuaderno, preguntándose qué significaban para su futuro. La idea de enfrentar a su familia biológica era aterradora, pero también sentía una chispa de determinación creciendo dentro de él.

Esa noche, en su cama estrecha en el Infierno, Iván reflexionó sobre todo lo que había descubierto. Sabía que su vida había tomado un giro inesperado, pero también sabía que tenía el poder de determinar su propio destino. Con cada día que pasaba en ese lugar sombrío y desafiante, se daba cuenta de que estaba más cerca de descubrir quién era realmente y qué era capaz de hacer.

El amanecer trajo consigo un nuevo sentido de propósito para Iván. Se levantó temprano, decidido a enfrentar lo que fuera que el día le trajera. Con cada entrenamiento, cada combate y cada conversación con Hamilton y Leah, se acercaba un poco más a entender su lugar en el Infierno y en el mundo más allá.

Las semanas pasaron en un torbellino de dolor y agotamiento. Iván se entrenaba desde el amanecer hasta mucho después de la medianoche, empujando su cuerpo y su mente más allá de los límites humanos. Las paredes del gimnasio clandestino estaban llenas de grafitis y manchas de humedad, un reflejo de la decadencia y la desesperación que impregnaban el lugar. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente, sumergiendo todo en una penumbra inquietante.

Hamilton y Leah, implacables en su exigencia, no daban tregua. Cada error era castigado, cada debilidad era expuesta. Iván se daba cuenta de que no solo estaba luchando contra su propio cuerpo, sino contra los demonios que lo habían seguido toda su vida. El dolor físico se mezclaba con un tormento mental constante, una voz interna que le susurraba que nunca sería suficiente.

Una noche, después de una sesión particularmente brutal, Iván se desplomó en el suelo del gimnasio, incapaz de moverse. El sudor empapaba su ropa y su respiración era irregular. En la penumbra, vio la figura de Hamilton acercarse, su rostro oculto en sombras.

—Levántate —ordenó Hamilton con una frialdad glacial.

—No puedo... —murmuró Iván, su voz quebrada por el cansancio.

Hamilton se agachó a su lado, sus ojos brillando con una intensidad amenazante. —Escucha, muchacho. En este lugar, la debilidad es una sentencia de muerte. Si no te levantas ahora, no lo harás nunca.

Iván sintió una chispa de ira mezclada con desesperación. Con un esfuerzo titánico, logró ponerse de pie, tambaleándose. Hamilton lo miró con una mezcla de aprobación y dureza.

—Eso es. Ahora ve a descansar. Mañana será aún peor.

Mientras se dirigía a su diminuta habitación, Iván no pudo evitar preguntarse si alguna vez encontraría una salida a este infierno. Las noches eran largas y llenas de pesadillas, sueños donde se veía atrapado en un laberinto sin fin, perseguido por figuras sombrías que susurraban su nombre con voces espectrales.

El día del siguiente combate del torneo llegó con una atmósfera pesada y opresiva. Iván se sentía como un prisionero marchando hacia su ejecución. El lugar del combate era un edificio abandonado, con paredes cubiertas de grafitis y ventanas rotas. En el interior, la oscuridad era apenas rota por luces parpadeantes que creaban sombras inquietantes en cada rincón.

La multitud era una mezcla de personajes siniestros y figuras poderosas, todos ellos expectantes y hambrientos de violencia. Iván podía sentir sus miradas penetrantes, evaluándolo, juzgándolo. El miedo y la adrenalina se mezclaban en su sistema, creando una sensación de hiperrealidad.

Antes de su segundo combate, Leah lo encontró en un rincón oscuro del vestuario. Su expresión era seria, pero sus ojos mostraban un rastro de preocupación.

—Iván, sé que estás asustado. Pero recuerda, no estás solo en esto. Hemos entrenado duro, y sé que tienes la fuerza para superar cualquier cosa. Mantén la calma y confía en tus instintos.

Iván asintió, tragando el nudo en su garganta. —Lo intentaré.

Leah le dio un último vistazo antes de salir. —Buena suerte, Iván. Nos vemos después de la pelea.

Cuando Iván entró en el ring improvisado, su oponente ya estaba allí, una figura imponente con una mirada de pura maldad. La tensión en el aire era palpable. El anunciador, una figura sombría con una voz profunda y resonante, dio la señal para comenzar.

El combate fue una danza de violencia y dolor. Cada golpe resonaba como un trueno en la oscuridad. Iván luchaba con todo lo que tenía, cada movimiento una lucha desesperada por sobrevivir. A pesar de sus esfuerzos, su oponente era más fuerte y más experimentado. Con cada golpe que recibía, sentía que su cuerpo se desmoronaba del dolor un poco más.

Finalmente, un golpe devastador lo derribó. La oscuridad lo envolvió mientras caía al suelo, el sonido de la multitud se desvanecía en el fondo. La derrota era un sabor amargo en su boca, una confirmación de sus peores temores.

Hamilton y Leah lo recogieron del suelo, sus rostros ocultos en sombras. Hamilton no dijo nada, pero su expresión era de decepción. Leah, por otro lado, tenía una mirada de determinación feroz.

—No te preocupes, Iván. Esta fue solo una pelea. Aprenderás de esto y te volverás más fuerte. No te dejaremos caer.

De vuelta en su habitación, Iván se hundió en la cama, su cuerpo dolorido y su espíritu quebrantado. Las palabras de Leah resonaban en su mente, un tenue rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Sabía que el camino por delante sería largo y lleno de sufrimiento, pero también sabía que no estaba solo.

En el fondo, una nueva llama comenzaba a arder. Una determinación nacida del dolor y la desesperación, una que venia del odio a si mismo, una ira interna que lo estaba comiendo por dentro. Iván cerró los ojos, prometiéndose a sí mismo que no se rendiría. No importaba cuán oscuro se volviera el camino, encontraría la manera de salir del infierno y reclamar su vida sin importar el coste de su propia cordura.

Capítulo 3: La Encrucijada del Destino

El Infierno era un lugar de contrastes para Iván. Por un lado, era un mundo brutal y despiadado, donde la fuerza física y la determinación eran las monedas de cambio. Por otro lado, era un lugar de aprendizaje y crecimiento, donde Iván estaba descubriendo nuevas habilidades y fortalezas dentro de sí mismo.

En las semanas que siguieron, Iván se sumergió más profundamente en la rutina del Infierno. Cada día traía consigo nuevos desafíos y lecciones, tanto dentro como fuera del ring. Hamilton y Leah se convirtieron en mentores y guías, empujándolo a superar sus límites y a explorar nuevas facetas de su potencial.

Los entrenamientos se intensificaron, con sesiones diarias de combate cuerpo a cuerpo y ejercicios de resistencia. Iván aprendió a usar su agilidad y rapidez para compensar su falta de fuerza bruta, desarrollando una técnica de lucha única que sorprendía a sus oponentes. Cada golpe y cada bloqueo se convirtieron en una expresión de su determinación y voluntad de sobrevivir en ese entorno implacable.

Fuera del ring, Iván continuaba investigando sobre su familia biológica. Con la ayuda de Hamilton, recopiló información sobre las peleas clandestinas y los círculos de influencia en los que estaban involucrados. Cada pista y cada conexión lo acercaban un poco más a entender los motivos detrás de su abandono y las implicaciones de su existencia en el Infierno.

Una tarde, mientras revisaba archivos antiguos en la biblioteca del Infierno, Iván encontró un artículo que llamó su atención. Era un informe sobre un torneo de artes marciales clandestino que se celebraría en las próximas semanas, organizado por una figura misteriosa conocida como El Patrono. Según el artículo, el torneo reuniría a algunos de los luchadores más hábiles y peligrosos del mundo clandestino, ofreciendo no solo prestigio sino también una recompensa tentadora para el ganador.

Intrigado, Iván mostró el artículo a Hamilton y Leah durante una de sus sesiones de entrenamiento. Los dos intercambiaron miradas significativas antes de dirigirse a Iván con seriedad.

—El Patrono es alguien poderoso y peligroso en el mundo de las peleas clandestinas —explicó Hamilton, su voz llena de cautela. —Participar en su torneo podría abrirte muchas puertas, pero también te expondría a riesgos desconocidos.

Leah asintió, añadiendo: —El Patrono no juega limpio. Sus motivos son oscuros y sus métodos son brutales. Participar en este torneo podría llevarte a enfrentar desafíos que ni siquiera puedes imaginar.

Iván consideró sus palabras con seriedad, su mente girando con posibilidades y riesgos. —Pero también podría ser una oportunidad para encontrar respuestas. Tal vez El Patrono tenga información sobre mi familia biológica.

Hamilton y Leah intercambiaron otra mirada antes de asentir lentamente. —Es posible —concedió Hamilton. —Pero no subestimes los peligros involucrados. El Patrono no es alguien a quien debas subestimar.

Iván asintió, su determinación ardiendo más fuerte que nunca. —Entonces participaré en el torneo. No solo por mí, sino por descubrir la verdad detrás de mi pasado.

Hamilton y Leah intercambiaron una mirada de orgullo y preocupación. —Estaremos contigo en esto, Iván —dijo Leah, su voz firme. —Pero recuerda, no estás solo en esta lucha.

Con esa promesa en mente, Iván se preparó para el torneo de El Patrono. Cada día dedicaba horas adicionales a entrenar, perfeccionando sus habilidades y preparándose mentalmente para los desafíos que enfrentaría. Hamilton y Leah lo guiaron en cada paso del camino, ofreciendo consejos y estrategias para enfrentar a los oponentes más fuertes y astutos que encontraría en el torneo.

Finalmente, llegó el día del torneo. Iván entró en la arena con determinación en su corazón y fue recibido por una multitud ruidosa y expectante. Los oponentes que enfrentó eran algunos de los luchadores más formidables que había visto, cada uno con su propio estilo y técnica única.

La primera ronda del torneo fue intensa y desafiante. Iván se enfrentó a un oponente experto en combate cuerpo a cuerpo, cuya fuerza y agresividad eran formidables. Sin embargo, Iván utilizó su agilidad y rapidez para esquivar los ataques y contraatacar con precisión. Con cada movimiento, se acercaba un poco más a la victoria.

La segunda ronda fue aún más difícil. Su oponente era un maestro en técnicas de lucha libre, capaz de derribar a Iván con facilidad. Pero Iván no se dejó intimidar. Utilizó su ingenio y habilidad para contrarrestar los ataques y mantenerse en la pelea. Con determinación implacable, logró superar a su oponente y avanzar a la siguiente ronda.

En la tercera ronda, Iván se encontró con un desafío diferente. Su oponente era un experto en artes marciales mixtas, con una combinación de técnicas de golpeo y sumisión que ponían a prueba sus habilidades. Pero Iván no flaqueó. Utilizó su experiencia y resistencia para resistir los ataques y encontrar aberturas para contraatacar. Con cada golpe y cada bloqueo, se acercaba más a la victoria final.

Finalmente, llegó la última ronda del torneo. Iván se enfrentó al campeón defensor, un luchador legendario conocido por su fuerza y habilidades devastadoras. La batalla fue épica, cada uno de los luchadores demostrando su habilidad y determinación en la arena. Pero al final, fue Iván quien emergió victorioso, con el corazón lleno de triunfo y satisfacción.

Al ganar el torneo de El Patrono, Iván no solo aseguró su lugar en el mundo de las peleas clandestinas, sino que también obtuvo una oportunidad invaluable para descubrir la verdad detrás de su pasado. Con la ayuda de Hamilton, comenzó a investigar más a fondo sobre su familia biológica y las conexiones con El Patrono.

Poco a poco, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. Iván descubrió que El Patrono tenía vínculos directos con su familia biológica, actuando como un intermediario en el mundo de las peleas clandestinas. A medida que profundizaba en la red de intrigas y alianzas, Iván se dio cuenta de que su participación en el torneo no había sido una coincidencia, sino parte de un plan más grande para reunir a los miembros perdidos de su familia.

Con cada revelación, Iván se acercaba más a entender quién era realmente y cuál era su papel en el Infierno. Aunque enfrentaba peligros y desafíos constantes, también encontraba fuerza y determinación dentro de sí mismo para enfrentarlos. Con la ayuda de Hamilton, Leah y sus nuevos aliados en el Infierno, Iván estaba decidido a seguir adelante y descubrir hasta dónde lo llevaría su destino.